Déficit comercial y déficit de ahorro: las dos caras de la economía estadounidense

Juan Temístocles Montás

Uno de los objetivos declarados de los aranceles impuestos por la actual administración estadounidense es equilibrar la balanza comercial de los Estados Unidos. En 2023, el déficit del comercio de bienes y servicios ascendió a US$774 mil millones y en 2024 se elevó a US$904 mil millones. En el comercio de bienes, el déficit totalizó US$1,058 mil millones en 2023 y US$1,215 mil millones en 2024. El país mantiene una balanza comercial positiva en el comercio de servicios.

En este contexto de fuerte desbalance en el comercio de bienes, el presidente Trump ha sostenido que los Estados Unidos han sido explotados por “tramposos” y “saqueados” por extranjeros. Para enfrentar la situacion, ha elevado los aranceles a todos los países del mundo, de forma tal que, según Nora Szentivanyi, economista global senior de JP Morgan, al 1 de agosto de 2025, el tipo arancelario efectivo promedio en Estados Unidos se situaba en 15.8%, un incremento significativo frente al 2.3% registrado a finales de 2024.

Ante este nuevo escenario, lo esperable era que el déficit comercial se redujera en el presente año. Sin embargo, los datos aportados por el Bureau of Economic Analysis (BEA) muestran que entre enero y julio se acumuló un déficit de aproximadamente US$654.2 mil millones, lo que representa un aumento del 30.9% respecto al mismo período de 2024 (alrededor de US$500 mil millones). Este deterioro se explica porque las importaciones crecieron 10.9%, mientras que las exportaciones lo hicieron sólo en 5.5%.

En consecuencia, el déficit global estadounidense se ha ampliado considerablemente en lo que va de 2025. Bilateralmente, el déficit con China se mantiene elevado pese a la reducción de flujos comerciales (US$129 mil millones); con la Unión Europea, el desbalance aumenta en magnitud de US$159 mil millones); y con México, tanto exportaciones como importaciones crecen, pero el déficit se ensancha (US$113 mil millones). En el caso de Canadá, el déficit en bienes es relativamente bajo (US$32 mil millones).

De lo anterior se desprende que la política arancelaria del gobierno estadounidense no ha tenido hasta ahora un efecto real significativo sobre el déficit comercial. Esto confirma que, por sí sola, la política arancelaria difícilmente reducirá de manera sostenida el déficit total de Estados Unidos. Puede comprimir las importaciones de bienes y reducir la brecha por algunos meses, pero el saldo global (bienes y servicios /cuenta corriente) depende, sobre todo, del desbalance entre ahorro e inversión en la economía.

En otras palabras, el déficit comercial estadounidense es consecuencia de que el país invierte más de lo que ahorra, financiándose con capital extranjero. Esto obedece a la baja tasa de ahorro interno combinada con una elevada demanda de inversión y financiamiento externo. Factores como los déficits fiscales, el alto gasto público y la condición del sistema financiero estadounidense como destino atractivo para inversionistas extranjeros contribuyen a este desequilibrio.

Mientras no se reduzca la brecha entre ahorro e inversión —por ejemplo, a través de un menor déficit fiscal o de un mayor ahorro privado—, no habrá manera de detener el déficit comercial. En los últimos cuatro años, el déficit fiscal estadounidense ha promediado mas de 7% del PIB y la tasa de ahorro personal llega apenas a un 4.6% de la renta personal disponible.

En este marco, puede afirmarse que los aranceles de Trump funcionan como una “reforma tributaria encubierta”: generan ingresos para el Estado sin pasar por el Congreso como un nuevo impuesto interno. En la práctica, constituyen una forma de tributación indirecta sobre consumidores y empresas estadounidenses, semejante a un impuesto al consumo de bienes importados. En consecuencia, el costo de la política arancelaria recae sobre consumidores e importadores.

No obstante, no se trata de una reforma tributaria integral. Si bien aumenta la recaudación, no corrige ni el déficit fiscal —que supera el billón de dólares— ni el déficit externo de manera sostenible. Además, genera costos económicos que la diferencian de una reforma tributaria diseñada para promover eficiencia y equidad. El alza de precios y la caída de exportaciones por represalias suelen superar los beneficios fiscales.

En conclusión: si no se actúa sobre el desbalance estructural entre ahorro e inversión en Estados Unidos, no habrá manera de resolver el déficit comercial.

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