Educación, la verdadera medida del progreso
Ligia Bonetti
La República Dominicana ha mostrado una admirable capacidad de crecimiento económico en las últimas décadas.
Sin embargo, esa expansión no siempre se traduce en un avance real. Celebramos cifras macroeconómicas, pero seguimos enfrentando una dura verdad: sin educación no hay progreso, y sin este no puede alcanzarse la verdadera prosperidad.
Lo curioso, y hasta irónico, es que esto no es precisamente un descubrimiento de la NASA ni una realidad nueva.
Recuerdo escuchar este mismo clamor desde que inicié mi carrera profesional, hace más de treinta años.
Entonces, como ahora, se hablaba de la formación como la clave del desarrollo, de la necesidad de invertir en el capital humano, de alinear la enseñanza con las demandas del mercado.
Con cada nueva administración parece estrenarse un librito de reformas, pero, a pesar de las promesas ambiciosas, los cambios en el sistema educativo han fallado en la práctica.
Seguimos repitiendo el mismo diagnóstico, con distintos voceros, sin los resultados que República Dominicana merece.
La educación es el cimiento sobre el cual se construyen la productividad, la equidad y la innovación. No basta con crecer; hay que saber para qué y para quién se crece.
Un país puede aumentar su PIB, pero si sus ciudadanos no tienen acceso a una educación de calidad, si los jóvenes no adquieren las competencias que exige el mundo actual, el crecimiento se convierte en una cifra vacía, desconectada de la vida real.
Lo básico, es decir, las matemáticas, la lectura y la escritura, sigue siendo crucial.
Pero en estos tiempos de inteligencia artificial, robótica y transformación digital, se requiere mucho más: pensamiento lógico, creatividad, sentido común y, sobre todo, curiosidad.
Desde el sector empresarial lo vemos con claridad: se necesita talento técnico, sí, pero también profesionales preparados para priorizar, analizar y actuar con criterio; capaces de aprender, adaptarse y pensar críticamente sobre lo que el futuro trae a la mesa.
Ya no estamos en tiempos de embotellamiento ni de improvisación. Las empresas que aspiran a competir globalmente necesitan personas formadas no solo para ejecutar, sino para innovar, analizar y tomar decisiones con visión y estrategia.
Por eso debemos insistir, una y otra vez, en que la educación es la única salida sostenible de la pobreza y el único camino hacia el bienestar real. Porque el progreso no se mide por los números que exhibimos, sino por las oportunidades que creamos. Y si, después de tantas décadas, seguimos repitiendo este mismo mensaje, la pregunta inevitable sigue siendo la misma: ¿hasta cuándo?
Presidente Ejecutiva de Grupo SID.
Listín Diario