Directora del Louvre reconoce el fracaso por robo de joyas, dice que ofreció renunciar

PARÍS, 22 oct. — La directora del Museo del Louvre reconoció el miércoles un “terrible fracaso” en sitio emblemático de París después de un impresionante robo de joyas de la Corona a plena luz del día en el museo más visitado del mundo, y dijo que ofreció renunciar, pero fue rechazada.

El Louvre reabrió más temprano en el día con largas filas bajo su emblemática pirámide de vidrio en París por primera vez desde uno de los robos de museos más notorios del siglo, que sorprendió al mundo por su audacia y magnitud.

En un testimonio ante el Senado francés, la directora del Louvre, Laurence des Cars, dijo que el museo tenía una escasez dañina de cámaras de seguridad fuera de su recinto y otras “debilidades” expuestas por el robo del domingo.

Bajo una fuerte presión por un robo que manchó la imagen global de Francia, testificó ante un comité del Senado que presentó su renuncia, pero que la ministra de Cultura se negó a aceptarla.

“Hoy estamos experimentando un terrible fracaso en el Louvre, en el que asumo mi parte de responsabilidad”, dijo.

Los ladrones entraron y salieron, llevándose ocho piezas de las joyas de la Corona de Francia en el museo más visitado del mundo, una herida cultural que algunos compararon con el incendio de la catedral de Notre-Dame en 2019.

El robo del domingo por la mañana, a solo metros de la Mona Lisa y valorado en más de 100 millones de dólares, ha puesto al presidente Emmanuel Macron, a Des Cars y a otros bajo un nuevo escrutinio. Ocurre apenas unos meses después de una huelga que advirtió sobre la falta crónica de personal y la insuficiencia de recursos para la seguridad, con muy pocos ojos vigilando demasiadas salas.

Multitudes se agolpaban ante las barreras mientras eran retiradas, como colofón al frenético trabajo forense y a las reuniones informativas con el personal de los últimos días. En el interior, la escena del crimen, la Galería Apolo, que alberga los Diamantes de la Corona, permanecía sellada, con un biombo que ocultaba la entrada en su rotonda.

Incredulidad entre los visitantes

Tres días después, las joyas robadas siguen desaparecidas y los ladrones continúan prófugos. Las reacciones eran divididas.

“Para un lugar como el Louvre, es inconcebible”, declaró Amanda Lee, de 36 años, profesora de arte de Chicago. “Escuché que tomó menos de cuatro minutos —¿cómo es posible aquí, sin policías a la vista?”

Otros en el museo parecían imperturbables.

“Les dijimos a los niños que es una lección de historia —la Sala Apolo está cerrada, pero vimos todas las obras maestras”, indicó Claire Martin, de 41 años, abogada francesa de Versalles que visitaba con sus dos hijos durante las vacaciones escolares.

“Vinimos por el arte”, señaló. “La policía puede encargarse de los ladrones.”

Francia reconoce fallos

Las autoridades afirman que los ladrones pasaron menos de cuatro minutos dentro del Louvre el domingo por la mañana: llevaron un montacargas hasta la fachada que da al río Sena, forzaron una ventana y rompieron dos vitrinas.

Y luego huyeron en motocicletas por el centro de París. Las alarmas hicieron que los guardias del Louvre se dirigiesen a la galería, lo que obligó a los intrusos a huir.

Tras la reapertura, el Louvre declinó responder preguntas de The Associated Press sobre los detalles cualquier protocolo reforzado. Indicó que no había policías uniformados en los pasillos y que, con las vacaciones escolares, la demanda había aumentado y no había boletos para todo el día, por lo que el acceso a algunas zonas estaba limitado.

“No noté seguridad extra —guardias como siempre, y sin policías dentro. Se sentía como un día normal”, sostuvo Tomás Álvarez, de 29 años, ingeniero de software de Madrid.

El botín

Los ladrones se llevaron un total de ocho piezas, incluyendo una tiara de zafiros, un collar y un pendiente de un conjunto vinculado a las reinas del siglo XIX María Amelia y Hortensia.

También sustrajeron un collar y pendientes de esmeraldas ligados a la emperatriz María Luisa, la segunda esposa de Napoleón Bonaparte, así como un broche relicario. La tiara de diamantes de la emperatriz Eugenia y su gran broche en forma de lazo, un conjunto imperial de factura excepcional, también formaban parte del botín.

Otra pieza —la corona imperial de esmeraldas de la emperatriz Eugenia, que cuenta con más de 1.300 diamantes— fue encontrada más tarde fuera del museo, dañada pero recuperable.

Temor a la destrucción de las joyas

La fiscal Laure Beccuau valoró el botín en unos 88 millones de euros (102 millones de dólares), una cantidad “espectacular” que no refleja la importancia histórica de las piezas. Advirtió que es poco probable que los ladrones obtengan una cifra parecida si sacan las gemas de sus monturas o funden los metales. Eso es lo que temen precisamente muchos conservadores: que el significado que ha tenido una pieza durante siglos se convierta en gemas anónimas para el mercado negro.

Beccuau dijo que se están realizando análisis periciales. Se identificó a cuatro personas que estaban en la escena del robo y unos 100 investigadores buscan a la banda y a sus posibles cómplices.

El robo ha agudizado el escrutinio sobre la vigilancia del Louvre.

La Ministra de Cultura Rachida Dati fue criticada el martes después de decir a los legisladores que no hubo fallos de seguridad.

“Hemos fallado”, dijo el ministro de Justicia, Gérald Darmanin, que señaló que la posibilidad de colocar un montacargas sin ser detectado en una vía pública proyecta “una imagen muy negativa de Francia”.

Dudas sobre la seguridad del Louvre

El incidente ocurrió después de que Macron anunciara en enero nuevas medidas para el museo, que incluyen un nuevo puesto de mando y una red de cámaras ampliada que, según el Ministerio de Cultura, están siendo instaladas.

También plantea cuestiones más complicadas, como si el robo del domingo está relacionado con la dotación de personal y hasta qué punto se están aplicando de forma uniforme las mejoras de la reforma.

“Es un escándalo de planificación”, aseguró Luca Romano, de 52 años, ingeniero civil de Milán que visitaba París con su esposa. “Si puedes colocar un montacargas en un palacio y nadie te detiene, eso es una falla del sistema”.

La protección de las obras emblemáticas sigue siendo estricta —la Mona Lisa se exhibe detrás de un vidrio antibalas en una vitrina climatizada— pero el robo del domingo señaló las diferencias en la protección de una colección de más de 33.000 objetos. El resultado, para muchos franceses, es una nueva vergüenza en el museo más visitado del mundo.

Hay otro tema sensible: el problema del aumento de visitantes y el personal sobrecargado.

En junio, una huelga de los trabajadores por el hacinamiento y la falta crónica de personal retrasó la apertura del recinto. Los sindicatos sostienen que el turismo masivo hace que muy pocos ojos tengan que vigilar muchas salas y crea puntos de presión allí donde coinciden zonas en obras, acceso de mercancías y flujos de visitantes.

El miércoles, las otras atracciones estelares del Louvre, desde la Venus de Milo hasta la Victoria Alada de Samotracia, volvían a recibir visitantes. Pero las vitrinas acordonadas en la Sala Apolo, custodiadas y vacías, contaban una historia diferente: una brecha medida no solo en minutos y en euros, sino en la fragilidad del patrimonio de una nación. AP

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