CATALEJO: Una tarea pendiente
Por ANULFO MATEO PÉREZ
En ningún ámbito se percibe tanto el divorcio entre los valores y las prácticas como en la política. La ética, entendida por Aristóteles como el camino hacia la felicidad individual y el bien supremo del ser humano, parece haber sido desterrada del ejercicio del poder, donde el fin ya no es el bienestar.
Desde la fundación misma de la República, hemos sufrido una pugna constante entre los que conciben la política como servicio y los que la practican como negocio y una clase dirigente carente de escrúpulos.
Ninguna riqueza iguala la felicidad de servir; como el médico que cura a un enfermo, el maestro que enseña o el funcionario que actúa con decencia… son los verdaderos constructores de una patria posible.
En tanto, millones de dominicanos padecen los efectos del desgobierno y la corrupción: pobreza, desempleo, violencia, feminicidios, suicidios, analfabetismo y una creciente inseguridad
La depredación del erario por piratas y corsarios de nuevo cuño, ha dejado de ser solo un acto inmoral para convertirse en una forma de genocidio social; de ese saqueo cotidiano han nacido las nuevas “virtudes”.
El “tigueraje” en la política y la administración pública, el tráfico, el consumo de drogas y el raterismo erigido como símbolo de astucia, la padecemos en la clase dominante y en los nuevos “tutumpotes”.
La ética, ausente en la política, sigue siendo el gran desafío para los dominicanos; es imperativo rescatar la decencia pública, restituir la confianza y devolverle a la política su sentido de servicio al bien común.
Solo así, quizás, podamos alcanzar la práctica de las virtudes y que hoy sigue siendo una tarea pendiente, sin olvidar, como decía Martí, que “ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad”.

