Mateo Morrison, antes que el viento te lleve
Marino Beriguete
Hay hombres que no se detienen ni cuando el tiempo los llama. Mateo Morrison pertenece a esa estirpe de los que no conocen el reposo, de los que saben que la poesía no se escribe solo con palabras, sino con actos. En casi ochenta años de vida ha hecho del verso una casa y de la cultura dominicana, una patria compartida. No hay taller, festival o encuentro donde su nombre no aparezca como raíz o como semilla.
Fundó el Taller Literario César Vallejo, acaso la expresión literaria más antigua del Caribe, y allí, entre jóvenes con hambre de lenguaje, sembró el sentido de la palabra como compromiso y como oficio. Ha sido maestro de poetas antes que muchos descubrieran que la poesía también puede ser un destino. Su voz ha acompañado generaciones, su mano ha empujado libros, sueños, encuentros, certámenes, y su fe en la palabra ha sostenido la esperanza de quienes creen que escribir es todavía una forma de resistir.
La Semana de la Poesía, ese milagro anual que nos convoca a poetas dominicanos y extranjeros, es fruto de su terquedad luminosa. Porque Morrison no organiza: convoca. No gestiona: siembra. Es, en la historia cultural de este país, el más sagaz y persistente gestor que la poesía haya tenido. Su legado no es solo su obra, sino el eco que deja en los otros, la comunidad invisible que levantó con paciencia de jardinero.
Por eso, antes que el viento se lo lleve —porque el viento siempre termina llevándose a los mejores—, el Ministerio de Cultura debería crear el Premio a la Gestión Cultural Mateo Morrison, para que su espíritu no se disuelva en el aire, sino que siga caminando entre los poetas. Sería un modo de honrar no solo su nombre, sino su ejemplo: el del hombre que entendió que la cultura no es un privilegio de algunos, sino el aliento de todos.
Cuando el viento lo reclame, su imagen quedará suspendida entre las voces que ayudó a nacer. Y cada poema leído, cada verso escrito en un rincón de esta isla, será también una forma de pronunciar su nombre: Mateo Morrison, el que hizo del país un poema, y de la poesía, su destino.
El Caribe

