La Laguna de Cabral se seca
Quique Antún Batlle
La Laguna Cabral, una de las reservas naturales más importantes de la República Dominicana, se está extinguiendo ante nuestros ojos. Su volumen de agua se ha reducido en más de un 70 %, dejando tras de sí un ecosistema moribundo y comunidades desesperadas.
Esta tragedia no es fruto exclusivo de la sequía: es consecuencia directa de la extracción desmedida de agua, la falta de control estatal y los efectos del cambio climático.
Durante décadas, la laguna ha sido el corazón ambiental y económico de la región Enriquillo.
Sin embargo, la extracción excesiva de agua del Canal Trujillo por parte del Consorcio Azucarero Central (CAC) ha roto el frágil equilibrio ecológico. Al apropiarse prácticamente de todo el caudal, la empresa limita el flujo mínimo necesario para mantener con vida el ecosistema. Esta práctica, más que una irregularidad, constituye una violación al derecho de las comunidades a disponer de un bien común esencial.
A esta presión humana se suman los impactos del cambio climático, que intensifica la sequía con temperaturas más altas y lluvias cada vez más escasas. La deforestación acelerada provoca erosión y sedimentación, mientras la contaminación con productos químicos agrava el colapso ecológico. A ello se añade una gestión estatal débil y permisiva, incapaz de frenar el deterioro.
Las consecuencias son devastadoras: pérdida masiva de biodiversidad, desaparición de especies acuáticas y migratorias, degradación de hábitats naturales y un golpe demoledor a más de 5 mil familias, principalmente pescadores, que dependen directamente de la laguna para sobrevivir. No solo se afecta la economía local, sino también la identidad cultural de comunidades que han convivido históricamente con este cuerpo de agua.
El Ministerio de Medio Ambiente ha emitido recomendaciones al CAC para garantizar un caudal ecológico, pero eso no basta. Una crisis de esta magnitud no se enfrenta con simples exhortaciones: se requiere autoridad, sanciones firmes y acciones inmediatas. El agua no puede ser tratada como una mercancía, sino como un patrimonio nacional que debemos proteger.
La defensa de la Laguna Cabral demanda una gestión integrada de los recursos hídricos, donde Estado, sector privado y sociedad civil trabajen de manera coordinada y transparente.
Urge invertir en reforestación, restauración ecológica, control de sedimentos y revisión de las concesiones de uso de agua.
Lo que ocurre en la Laguna Cabral no es un problema local: es el reflejo de la fragilidad ambiental de toda la República Dominicana. Si hoy permitimos que esta laguna desaparezca, mañana otros ecosistemas vitales podrían correr la misma suerte.
Un llamado urgente a la acción ciudadana
La recuperación de la Laguna Cabral no depende únicamente del Estado: requiere la participación activa de la ciudadanía. Organizaciones comunitarias, ambientales, académicas, empresariales y medios de comunicación deben unirse para exigir acciones inmediatas y sostenibles.
Es hora de levantar la voz en defensa del agua, de exigir transparencia en las concesiones, de impulsar la restauración ecológica y de convertir la protección ambiental en una causa nacional.
Salvar la Laguna Cabral es salvar una parte de nuestra identidad y de nuestro futuro común.
El país no puede permanecer indiferente ante este colapso silencioso. Si actuamos hoy, aún hay esperanza; si callamos, la historia nos juzgará por haber permitido que un patrimonio natural desapareciera sin resistencia.
- Informe final sobre la Laguna Cabral, Academia de Ciencias – Comisión Ambiental, Universidad Autónoma de Santo Domingo.
- Listín Diario

