Es triste

Marino Beriguete

Es triste que en mi país un hombre que roba un pollo tenga más enemigos que el que se lleva el presupuesto de un hospital. Al primero le cae la policía, la vergüenza, el señalamiento público. Al segundo lo reciben con aplausos en un cóctel. Al político que se pierde unos millones lo llaman “señor”. Al narco que financia campañas, “don”. Pero al que hurta un racimo de plátanos en Barahona porque no ha comido, le dicen “rata”.

Es triste, pero no por la injusticia, que ya la tenemos de mascota, sino porque ya ni sorprende. Está todo tan al revés que cuando un juez hace su trabajo pensamos que algo raro hay detrás. En cambio, cuando uno roba desde arriba, decimos: “Así son todos”. La indignación se convirtió en costumbre, como el calor en agosto o el tráfico en lunes.

Es triste que la decencia dé risa. Que el tipo que devuelve una cartera sea tratado como bicho raro. Que el honrado parezca ingenuo y el corrupto, “vivo”. Nos educaron con la trampa como aspiración. No habido ningún expresidente preso, ni uno solo. Y los que deberían juzgarlos están ocupados subiendo fotos en toga mientras archivan casos como quien guarda ropa vieja que ya no piensa usar.

Es triste que el pobre no pueda equivocarse. Porque si roba, aunque sea por hambre, le cae todo el peso de un sistema que no perdona al que nace abajo. Mientras tanto, los peces gordos nadan en champán, se postulan, se reeligen, se protegen entre ellos como si la política fuera un club privado donde la ley es un invitado que nunca llega.

Y más triste aun es que lo aceptemos. Que miremos para otro lado. Que digamos “así funciona”. Como si resignarse fuera una forma de patriotismo. Aquí el verdadero escándalo no es la corrupción, sino la pobreza que se atreve a existir. El hambre molesta más que el fraude. El que pide incomoda más que el que roba.

Es triste, sí. Pero no es nuevo. Lo nuevo sería que un día —uno solo— el sistema se partiera por donde debe: por arriba. Mientras tanto, aquí estamos, cuidando al pollo como si fuera ministro.

Demuéstrame que estoy equivocado…

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