El Gobierno está a la deriva

Rafael Alburquerque

En el lenguaje marino «estar a la deriva» significa que una nave se mueve en al agua sin control, impulsada solo por las corrientes, el viento o las olas, sin rumbo fijo y sin dirección porque ha perdido el timón y, por ende, su capacidad de navegar.

Si le tomamos prestada la frase a los hombres del mar, «estar a la deriva» es la expresión que usamos en el lenguaje coloquial para referirnos a alguien que ha perdido el rumbo, que marcha dando tumbos, que no sabe cuál es su destino u objetivo.

Es obvio que una persona que sale a la calle y no sabe hacia dónde se dirige tiene necesariamente que ser asistida, pues de lo contrario podría sufrir un lamentable accidente, y si esa persona que perdió la orientación es el jefe de una colectividad el peligro será mayúsculo porque la podrá conducir a los mayores peligros, e incluso al despeñadero.

Esta preocupación embarga hoy a todo el pueblo de a pie cuando ve a un gobierno que da palos a ciegas, que parece desbordado por los acontecimientos diarios, incapaz de afrontar las naturales vicisitudes de lo cotidiano. Nada prevé y nada resuelve, en una muestra dramática de incapacidad e ineficiencia.

Llegó Melisa con sus fuertes lluvias y nos golpeó por una semana consecutiva y cuando todos pensábamos que habíamos salido indemnes, nos llega la noticia de que un tramo completo de la recién inaugurada autopista de Baní ha colapsado. ¿Cómo? Pero si el Gobierno nos dijo por la prensa y por las redes sociales que se trataba de una carretera de primera con sólidos cimientos. La respuesta no se hizo esperar: los materiales usados en su construcción no fueron los adecuados.

Pero ¿cómo es posible que sin rubor alguno se le diga al pueblo que los materiales usados en la construcción de la obra no fueron los adecuados? Demostración palmaria de que no hubo supervisión de las autoridades responsables, de que se malbarató el dinero del pueblo, y de que el Gobierno actuó con imprevisión e incompetencia.

Siguieron los días de noviembre y de pronto los medios de comunicación nos informan que, en Consuelo, en la provincia de San Pedro de Macorís estalló un tanque que servía para suplir agua a una comunidad y al implosionar causó graves daños a las humildes viviendas de sus moradores, muchos de los cuales también perdieron sus ajuares.

La aclaración oficial fue inaudita. El tanque reventó porque una de sus juntas perdió la soldadura y si hubo pérdidas por la inundación los culpables fueron los moradores por levantar sus casas en la vecindad del tanque.

¡Increíble! La respuesta de las autoridades sugiere que en este gobierno no se les da mantenimiento a las obras que se han construido en el pasado, que ellas están ahí sin que nadie tenga que cuidarlas y repararlas, demostración incuestionable de la ignorancia y la indolencia de los que hoy gobiernan.

Siguió noviembre y en esta misma semana los medios nos informan que la línea 1 del Metro de Santo Domingo en su zona norte tuvo que salir del servicio debido a un transformador que se descompuso. Desde luego, la paralización de un transporte masivo como este provocó que cientos de humildes ciudadanos tuvieran que sufrir molestias e inconvenientes para llegar a sus hogares.

¿Y de nuevo? ¿Es que no se le da mantenimiento a una obra tan emblemática como es el metro? En todas partes donde corren los metros subterráneos se está atento a las reparaciones y cambios de piezas, pero en este gobierno el metro ha sido abandonado a su suerte y solo basta con visitarlo para darse cuenta de sus escaleras mecánicas que no funcionan, de las frecuentes interrupciones del servicio y hasta de la suciedad de algunas de sus estaciones.

Y para ponerle la tapa al pomo, al otro día de lo del metro un apagón general sumió en la completa oscuridad a todo el territorio nacional. Desde las primeras horas de la tarde hasta muy entrada la noche del miércoles de esta semana hogares, comercios, industrias quedaron paralizadas o tuvieron que usar sus generadores privados.

La explicación no avergonzó a las autoridades. Sencillamente, dijeron, fue el error de un técnico. ¿De un técnico o de un compañerito del partido? Un simple desperfecto, como explicaron, ocurrido en una provincia del país provocó el apagón general por el error en que incurrió un operario. Y de nuevo, la incompetencia y la ineficiencia.

Pero bien venga el mal si viene solo. Con el apagón, el metro también dejó de funcionar, a pesar de que, como explicó el expresidente Leonel Fernández, opera con tres subestaciones de energía interconectadas al sistema eléctrico nacional que le permite funcionar en caso de interrupción general con una capacidad de generación propia de 40 megavatios. ¿Por qué no funcionó? De nuevo, por incapacidad e ineficiencia.

El Gobierno está a la deriva.

El Caribe

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