Cuando el crimen se postula y gana

Pocos pueden negar que el gobierno de Luis Abinader ha mostrado interés en combatir el narcotráfico. Las cifras de decomisos, especialmente de cocaína, así lo respaldan. Hay operativos, hay presión y hay resultados. También es cierto que el Ejecutivo ha dado luz verde a todas las solicitudes de extradición provenientes de Estados Unidos. Al menos, en términos de ejecución, se está cumpliendo. Pero conviene no perder de vista un detalle: muchas de estas acciones no se deben a un olfato interno o a una red de inteligencia dominicana impecable, sino a que los gringos mandaron el dato y no quedó de otra. Cuando la orden viene desde el Norte, aquí se actúa, sí o sí.

Narco-militancia con carnet

Y mientras se celebra cada cargamento incautado, el PRM sigue acumulando casos que huelen —y apestan— a narcopolítica. Nunca antes, en tan poco tiempo, se habían destapado tantos vínculos entre miembros, dirigentes, funcionarios electos y hasta aspirantes del partido de gobierno con estructuras del crimen organizado. Una especie de “primarias abiertas para el narco”, con acceso VIP al Congreso y a los ayuntamientos.

En vez de introspección, el PRM ha optado por el “relato oficial”: negar o minimizar. Se muestran los logros del gobierno contra el narcotráfico como escudo, pero no hay una explicación coherente sobre cómo estos personajes entraron, escalaron y se mantuvieron en el partido sin que nadie lo notara. ¿O sí lo notaron y prefirieron mirar para otro lado?

Cuando el “entorno” grita y nadie escucha

Héctor Guzmán, vicepresidente del PRD, contó recientemente en una entrevista cómo, desde la dirigencia partidaria, es imposible no notar cuando alguien “no cuadra”. El lujo excesivo, la generosidad desmedida, las campañas autofinanciadas, los rumores. En los barrios y municipios, todo el mundo sabe quién es quién, y no hay papel de buena conducta que tape la historia que se comenta en voz baja en las esquinas.¿Dónde estaba esa auditoría social en el PRM? ¿No hubo alertas? ¿O el filtro fue tan laxo que terminó sirviendo de alfombra roja?

Reacción sin prevención

El problema con la narcopolítica no es solo que exista, sino que se le permita oxigenarse en el corazón mismo de las instituciones democráticas. Y eso, en buena medida, ocurre por falta de mecanismos de prevención. En vez de blindar las estructuras partidarias, muchos partidos —y el PRM en particular— actúan solo cuando explota el escándalo. Y aún así, a veces responden con una arrogancia desafiante, como si la crítica fuera un ataque, y no una alarma.

Los ejemplos recientes son escandalosos. Un regidor del PRM alquilaba lanchas para enviar droga a la Florida. Luego, otro implicado en La Romana, ligado sentimentalmente a una diputada. Y más recientemente, un exregidor arrestado en Boca Chica como parte de una red de lavado de activos. La lista crece y el patrón se repite: militancia, cargos, escándalo, silencio.

¿Quién le pone el freno al narco-candidato?

Si el narcotráfico encuentra en los partidos una vía expedita para penetrar el Estado, la democracia dominicana tiene un problema serio. Más aún si la reacción institucional es defensiva o negacionista. La lucha contra el crimen organizado no puede limitarse a operativos espectaculares ni a extradiciones forzadas por presiones externas.

Lo que se necesita es una revisión a fondo de cómo se construyen las candidaturas, qué criterios se aplican, qué nivel de control existe sobre el financiamiento político y, sobre todo, qué tan dispuestos están los partidos a limpiar su casa antes de que se les caiga encima.

Porque si el narco sigue siendo bienvenido en las boletas, no importa cuánta droga se decomise: la verdadera trinchera del crimen seguirá siendo política.

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