Lodo, recuento y reivindicación

Por Carmen Imbert Brugal

El dinosaurio es el mismo, no se ha ido. Ocurre que aquellos que estaban ajenos al fenómeno u ocupados en otros menesteres, no se percataban de la existencia del submundo que a su lado crecía, aunque la indiferencia auspiciara su permanencia.

El lodo tiene origen. Cuando El Alfa, ahíto de gloria decidió insultar a los Padres de la Patria, la autoridad no supo qué hacer con la afrenta. Inventó una sanción y ordenó al “rey del dembow” barrer La Plaza de la Bandera.

El rocambolesco hecho fue en el año 2015 y siete años después el ex ministro de Interior y Policía-Jesús Vásquez- declaró al autor de letras hórridas con proclamas alentando la violencia contra la mujer, incitando al consumo de sustancias prohibidas: “Referente de la juventud dominicana”. Después, el director de la PN lo incluyó junto a DJ Adonis en la campaña para motivar a los jóvenes a ingresar a las filas de la institución.

El fracaso de las políticas sociales, la incompetencia presente en la educación pública ha permitido que las mayorías naveguen en el fangal de las carencias, aturdidas por la adicción y por la repetición de las letras del catálogo “urbano”. Todo conspira para que la gleba permanezca irredenta, soñando con el favor de un aliado del Cambio, ese chamán temible que decidirá con su dedo -dice- quién será el mandamás a partir del 2028.

El oficialismo claudicó. Sin estar en campaña, pero con aspiración de permanencia reconoce el desafiante poder vicario que concita resabios trasnochados de una minoría que en secreto disfruta de la procacidad y estridencia del rey Midas del cieno.

¿Por qué ahora la queja y no cuando el hombre ordenó la ocupación de la Ciudad Colonial y dejó perpleja e inerme a la comunidad y sin respuesta al gobierno municipal? ¿Por qué la apatía cuando hizo alardes de impunidad y para demostrar su adscripción a una candidata cometió un delito electoral? ¿Por qué el silencio cuando amenaza con violar a las mujeres que no acatan sus designios?

El 6.03.2023 en el trabajo publicado en este espacio “La 42: fracaso, temor y burla” con motivo de la propuesta para convertir la calle 42 en un espectáculo para turistas, divulgada por un ministro de fugaz mandato, pero de perenne influencia, introduje el término “alofokismo desde la elite”. La idea de aislar la gentuza adicta e infractora para incluir en el tour el espectáculo de la pocilga quedó en la nada. Mi “alofokismo” provocó la reacción inmediata de la exigua pero leal comunidad de lectores. Algunos quisieron conocer quién o qué provocaba la boutade. El comentario del gracejo y un tímido escarceo en las redes sirvieron como registro de facto-sin ONDA- para certificar mi autoría. Con el reavivamiento del culto, después del éxito de la última aventura del chamán, el oportunismo se monta en el corcel de ocasión para ganar aplausos y se apodera de mi creación como original. Mientras tanto, emerge un daño colateral: la validación oficial del “alofokismo” amenaza los discursos oficiales que promueven el respeto y el repudio al abuso contra las mujeres.

Hoy

Comentarios
Difundelo