El fin del poder
Este libro hay que leerlo. El autor, Moisés Naim, a los 36 años nombrado ministro de Fomento de Venezuela (1989) parte de su propia experiencia e investigaciones realizadas en países del mundo hasta quedar convencido de que “el ansia y dominio del poder es muy propio del ser humano” o, como diría Thomas Hobbes en su Leviatán “veo como una inclinación general de toda la humanidad un deseo perpetuo e incansable de adquirir poder tras poder, hasta la muerte”.
Ciertamente, “las personas con poder son las que mejor detectan tanto sus posibilidades como sus limitaciones del gobierno cada vez más degradado que saben, mejor que nadie, que en un futuro, más cerca que lejano, su poder habrá desaparecido.
Parte de una premisa tan simple como verdadera: “La enorme brecha entre la percepción y la realidad de mi poder. Los de afuera esperan ansiosos, desesperados, cambios inmediatos y milagrosos, confrontando “las limitadísimas capacidades de emplear recursos, movilizar personas, organizaciones y daños acumulados, agudizados por la corrosión de la autoridad y la moral, así como la legitimidad de los poderosos, en término general, para hacer las cosas que deben hacerse”.
En su obra Naim destaca cuatro elementos vitales que han venido constituyendo el valladar del poder hegemónico que sirve para sostener y garantizar la seguridad y los beneficios de un sistema político – empresarial en franca decadencia. Son ellos: 1. Empresas de ágiles emprendedores que se hunden. 2. Militares derrotados. 3. Papas que renuncian, cediendo el paso. 4. Gobiernos impotentes, corrompidos.
En cada capítulo se vislumbra el desmembramiento progresivo del poder impositivo que va perdiendo credibilidad y fuerza de manera ostensible, mientras se acrecienta la falta de respaldo social, cada vez más activo y de mayor conciencia ciudadana expresada en protestas pacíficas, multitudinarias; campamentos educativos, alzamientos revolucionarios, rechazo en las urnas, tal es el caso reciente de Chile y del pueblo dominicano en pasadas elecciones.
El autor cita con datos estadísticos irrebatibles “El panorama socioeconómico mundial transformado, drásticamente, en las últimas décadas”. “De acuerdo con el índice de desarrollo humano de Naciones Unidas, que combina indicadores de sanidad, educación, renta para establecer una medida global de bienestar, los niveles de vida han mejorado en todo el mundo desde 1970”.
Con visión alentadora lanza su buena noticia (Pág. 320) “La degradación del poder tiene consecuencias indudablemente positivas: sociedades más libres, más oportunidades de elección por los votantes, nuevas plataformas para organizar comunidades, más ideas y posibilidades, más inversión y comercio, más competencia entre empresas, más opciones para el consumidor”.
Es natural que un libro de más de 365 páginas no pueda leerse íntegramente en un par de días. Pero lo dicho es suficiente para provocar al lector amigo, consciente de su deber y derechos ciudadanos.