Rediker: Los barcos de esclavos dieron mano de obra al capitalismo global
Barcelona (España), 29 ene (EFE).- El historiador estadounidense Marcus Rediker, autor del ensayo «Barco de esclavos», considera que aquellas embarcaciones fueron «una fábrica que produjo terror como instrumento para gobernar; mano de obra para el sistema de plantaciones y la economía capitalista global; y la categoría de ‘raza'».
La idea del libro, explica Rediker en una entrevista con EFE, surgió de su activismo en la década de 1990, durante la campaña contra la pena capital, en Estados Unidos y alrededor del mundo.
«Ya que los afroamericanos constituían una parte desproporcionadamente grande de los condenados a muerte, me interesó especialmente la relación histórica entre raza y terror y me pareció que el barco de esclavos era el lugar donde la raza y el terror se unieron por primera vez», apunta.
MÁS DE DOCE MILLONES DE ESCLAVOS
Aunque se centra en el Reino Unido y Estados Unidos en el siglo XVIII, Rediker considera que los imperios de Portugal, España, Holanda y Francia dependieron también del mercado de esclavos y de la esclavitud: «Los franceses y los británicos envidiaban los precoces imperios portugueses y españoles (especialmente el oro y la plata que extraían utilizando mano de obra indígena y esclava) y hasta cierto punto copiaban sus métodos de colonización».
Tras la consulta de archivos de Londres, Liverpool y Rhode Island, donde estaba situado el mercado de esclavos, el historiador ha contabilizado la cifra de 12,4 millones de esclavos enviados desde África occidental a las Américas, una estimación a la que ha llegado basándose en el trabajo de la Base de Datos de la Trata Transatlántica de Esclavos (https://www.slavevoyages.org/), que registra más de 36.000 viajes de esclavos.
Subraya Rediker que todos los países que formaron parte del sistema esclavista atlántico fueron moldeados permanentemente por esa experiencia, lo admitan o no, pues las naciones europeas obtuvieron «enormes beneficios que fortalecieron sus imperios y enriquecieron a las clases dirigentes».
Y añade: «La raza y la esclavitud están profundamente enlazadas con las instituciones coloniales más fundamentales, hasta la actualidad. En los Estados Unidos, el legado de la esclavitud perdura hoy en día a través de una profunda discriminación, una arraigada pobreza, una profunda desigualdad, el encarcelamiento racializado y la muerte prematura. Los barcos de esclavos aún navegan».
Rediker sostiene la idea de que los marineros y piratas del siglo XVIII fueron los precursores de los movimientos anticapitalistas modernos, después de que a principios del siglo XVIII los marineros comunes desertaran de los barcos mercantes y navales del Atlántico para navegar como piratas, cansados de ser estafados con los salarios, pasar hambre y ser azotados por sus capitanes.
En los barcos piratas, continúa el autor, construyeron un «orden social autónomo y alternativo en una época en la que los pobres no tenían derechos democráticos en ningún lugar del mundo, y mientras había una sociedad con enormes desigualdades económicas, los piratas dividían sus botines de forma sorprendentemente equitativa».
Los dirigentes del mundo atlántico cazaban y colgaban a los piratas por centenares, «no solo porque atacaban las propiedades de los mercaderes, sino porque demostraron que los barcos podían ser gestionados de una manera mucho más humana».
CASI CUATRO SIGLOS DE COMERCIO DE ESCLAVOS
Tras afirmar que el encarcelamiento ha sido fundamental para el auge del capitalismo en todo el mundo y sigue siéndolo hasta el día de hoy, hay algo realmente excepcional acerca de los horrores del comercio de esclavos, su duración, «se prolongó durante casi 400 años, por una razón muy fácil de comprender, los beneficios».
Aunque Gran Bretaña abolió el comercio de esclavos en 1807, y EE.UU. le siguió un año después, y los británicos cerraron tratados con España, Portugal y otros países para acabar con el comercio de cuerpos humanos, «el comercio ilegal de esclavos continuó alrededor del Atlántico durante 60 años más, sobre todo, porque Cuba y Brasil siguieron demandando cantidades masivas de mano de obra esclava».
Rediker destaca que «en la actualidad hay probablemente veinte millones de personas esclavizadas, más de las que había en el momento álgido de la esclavitud atlántica, lo que demuestra que la esclavitud sigue siendo un grave problema de derechos humanos».
Jose Oliva