De exitoso empresario ecuatoriano a morirse octogenario entre rejas en EE.UU.
Miami, 18 feb (EFE).- La suya es la imagen de una salud minada en prisión. Prácticamente sordo, con graves problemas de visión y cardíacos, el ecuatoriano Nelson Serrano es a sus 83 años el hombre más viejo en el corredor de la muerte de Florida, donde se encuentra por un cuádruple asesinato ocurrido en 1997 del que se declara inocente.
Hace poco más de una semana murió su mujer, María del Carmen Pólit, en un hospital de Florida, víctima de un cáncer muy agresivo de lengua. No le permitieron visitarla. Tampoco pudo despedirse de ella por teléfono. En la prisión de Raiford (Florida) le dijeron que no disponían en ese momento de teléfonos especiales para sordos.
A la derrota física se suma el correr del reloj hacia su sentencia: la ejecución con inyección letal. Quizá sea peor para Serrano esta lenta muerte en vida, aislado, sin apenas contacto humano, en el corredor de la muerte.
Casi como última esperanza su familia, amigos, abogados y un representante del Gobierno ecuatoriano pedirán este viernes en Miami al gobernador de Florida, Ron DeSantis, que inste a la justicia a despachar sin mas dilación los recursos para revisar la sentencia y que la corte fije una fecha para la audiencia.
PARALELISMO CON EL ESPAÑOL IBAR
A esta petición se sumarán exonerados de la pena de muerte, quienes tras varios años de lucha demostraron su inocencia, y también Tanya Ibar, la mujer de Pablo Ibar, un hispano-estadounidense que fue sentenciado a la pena capital y peleó con ayuda de su familia y las autoridades españolas para ser juzgado de nuevo.
Como Serrano, Ibar defiende que es inocente del triple asesinato por el que fue condenado y, ya fuera del corredor de la muerte, ha planteado un recurso contra la sentencia a cadena perpetua que recibió en 2019.
«Nunca debieron estar ahí, pero un sistema de justicia lleno de irregularidades, vicios y xenofobia los condenó», dice sobre los inocentes condenados el comunicado que anuncia el acto de ese viernes en favor de Serrano en la Florida International University (FIU).
«El Estado de Florida está tratando de matar a mi padre dentro de la cárcel. Quieren que muera y que acabe el asunto, pero nosotros no vamos a parar», dice a Efe Francisco Serrano, hijo de este padre de familia ecuatoriano y desde 1971 también estadounidense que fue presidente de las firmas Erie Manufacturing y Garmet Conveyor Systems, con sede en Bartow (Florida).
Francisco, de 57 años, acusa a los guardias de la prisión de «torturas» a su padre, como retirarle el cartel colocado en su celda que advierte de que sufre una grave pérdida auditiva o no suministrarle las medicinas.
«Lo hacen porque mi padre no les paga. Los guardias controlan todo dentro de las cárceles y le dicen: ‘Tienes que pagarnos o te hacemos la vida imposible'», asegura.
El destino de Serrano sufrió un tajo el 3 de diciembre de 1997. Esa noche aparecieron muertos por disparos en la cabeza en las instalaciones de la compañía Frank Dosso, George Gonsalves, Diane Patisso y George Patisso.
Los dos primeros habían sido socios de Serrano, pero las relaciones comenzaron a deteriorarse en medio de un intercambio de acusaciones de desaparición de dinero y malversación de fondos.
En 1997 Serrano abandonó la presidencia de la firma y entabló un juicio civil contra ellos al descubrir que faltaba una importante suma de dinero en la contabilidad.
Tres años después de los asesinatos, Serrano, que fue investigado como sospechoso, pero nunca fue incriminado, se jubiló y regresó a Quito libre de cargo alguno.
SECUESTRO EN QUITO
Pero todo se precipitó como en una pesadilla en la vida de Serrano en 2002, cuando dos agentes estadounidenses sobornaron, según el hijo, a policías ecuatorianos para llevárselo a Estados Unidos «sin conocimiento de las autoridades y a escondidas».
«Fue secuestrado, en violación de los derechos humanos y sin el debido proceso, por tres fiscales y un detective corrupto. Le tuvieron en una jaula de perros en el aeropuerto y, al día siguiente, sangrando y sin documentos, lo montaron en un vuelo y lo trajeron a Miami», denuncia Francisco.
En 2006 un jurado lo encontró culpable y fue sentenciado a cuatro penas de muerte.
Serrano alegó siempre que se encontraba a cientos de kilómetros (en Atlanta, Georgia), en un viaje de negocios, el día en que ocurrieron los crímenes en las oficinas de la compañía en Bartow.
Y así lo corrobora un video del hotel en Atlanta donde se hospedó ese día.
Francisco está convencido de que el móvil del cuádruple asesinato fue un ajuste de cuentas por cuestiones de droga. «Está claro que fue un asesinato por narcotraficantes, porque una de las víctimas, Frank Dosso (hijo de uno de los socios de Serrano), traficaba con cocaína».
Ahora, los abogados y la familia de Serrano claman por que «se repare la injusticia» cometida con él y no se dilate más la revisión de la sentencia (para cadena perpetua o confirmación de la pena de muerte por unanimidad), que debería haber tenido lugar en 2017.
«Después iremos a la corte federal con numerosas pruebas que fueron ocultadas por la Fiscalía en el juicio, como las pruebas de ADN» halladas en el lugar de los asesinatos y la documentación sobre «la tercera arma, un rifle militar, y el testimonio de un testigo ocular», dice esperanzado.
Emilio J. López