La ciencia y el camino de la nada
Rafael Acevedo Pérez
(Carta a un ser muy querido).
La ciencia y el camino de la nada. En estos tiempos de pandemia y grandes conflictos bélicos, gran parte de la humanidad también asiste a la mayor de todas las derrotas: el abandono de la busca de Dios. Y su negación rotunda y definitiva.
Ignorando que Dios solo se manifiesta a los que son aptos para la gran aventura de su amor; con los compromisos y los riesgos que eso implica.
Todos necesitamos el placer y procuramos la felicidad; ese placer que va mucho más allá de lo físico y material, temporal y perecedero. Que está en la dicha sencilla del afecto, el disfrute de la naturaleza, las emociones y sensaciones que acompañan los logros personales, compartidos, y una estabilidad edificada sobre bases creíbles, confiables. Pero todo amor, todo placer implica riesgo y sufrimiento.
Dios se abre a los audaces, a los que le buscan con decisión; para hacer con nosotros lo que siempre hacemos con los seres que amamos: ser uno con ellos. Por esa razón su oferta no es, ni puede ser, totalmente gratuita.
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La felicidad es ver crecer al hijo, la hija, el disfrute de su amor. Siempre hay costo elevado, porque la gratuidad lleva a la falta de gratitud. El pez nunca sentirá agradecimiento al agua, sino el día que esté irremediablemente fuera de ella. Es acaso por eso que los que mas suelen amar a su patria y a sus familiares son los desterrados; y los que a menudo mas aman la vida son los que mas han sufrido y han estado cerca a perderla.
Dios no nos va a regalar su amistad, el cielo y la vida eterna sin que nos cueste; sin que la busquemos y aprendamos a necesitarla. La ciencia muestra que sobreviven los más esforzados. Todos los espermatozoides pueden fertilizar; solo uno lo hace.
Dios no envió a Jesucristo a tirarnos papeletas desde el aire, a repartir dólares para hacernos millonarios a todos. Antes bien, obligó en ocasiones a sus elegidos a grandes pruebas, a la esclavitud y al destierro. Para luego hacernos entender el valor de su amistad y de la vida eterna, donde seremos uno con él. (Juan 17:24).
Pero para ello hay que ir en su procura. La vida y la felicidad eternas son gratuitas, pero hay que ir por ellas. Ese es el precio y el camino. Lo demás es la ruta de la entropía y de la nada.
El infierno es entropía: almas dispersas sin propósitos. Dios derrota la entropía, porque el es lo opuesto, es la concertación. El infierno es la concurrencia de voliciones y ánimos dispersos. Conocemos países y familias que se le parecen bastante. Individuos incapaces de ponerse de acuerdo (ni consigo mismos). Egos que en vez de libres, interaccionan al azar y sin propósito común, con seres similarmente auto-céntricos (autismo maligno). Presos del aquí y el ahora; imposibilitados de “ver” a los demás, mucho menos a Dios. Al Dios coordinador, concertador y concertista: El cielo no es otra cosa que un gran concierto.