A la bandera que no es
Bernardo Vega
En California han surgido protestas por la política de arrestos y deportación masiva a México del gobierno de Donald Trump. Esa política pro deportación es un tema básico de Trump, extremamente popular entre su base conservadora. Las encuestas indican que en la población norteamericana son muchos más los que favorecen las deportaciones que los que se oponen a ellas, aunque la proporción se inclina por la no deportación cuando se trata de personas con cónyuges norteamericanos, o hijos norteamericanos, o habiendo ya vivido muchos años en ese país, trabajando bien y sin problemas con la justicia.
Pero Trump está aprovechando políticamente los errores de los manifestantes californianos, pues estos están enarbolando la bandera mexicana y también la salvadoreña, lo que indicaría que son más leales a México y El Salvador que a Estados Unidos, por lo que no se explicaría por qué se oponen a su deportación a su país de origen. Trump aprovecha al máximo ese error, esa provocación, al alegar que se necesitan tropas de la infantería de marina, además de la Guardia Nacional, pues se trata de una “invasión” de elementos extranjeros ligados al crimen. El uso de la Guardia Nacional sin el consentimiento del gobernador del Estado en cuestión, constituye una violación a la ley. El envío de Infantes de la Marina también viola la ley, pues las Fuerzas Armadas norteamericanas solo pueden utilizarse contra fuerzas armadas enemigas. Siendo yo embajador en Washington nos reunimos todos los embajadores latinoamericanos, logramos instruir, a través de nuestros consulados y organizaciones de la sociedad civil, para que en sus manifestaciones los latinoamericanos y caribeños no enarboláramos las banderas nacionales, lo cual se logró, limitándose entonces su uso a los desfiles nacionales, como el de los dominicanos en Nueva York, las fiestas patronales y otros actos no vinculados a protestas contra la política norteamericana de deportación.
Es probable que la proporción de los inmigrantes indocumentados sujetos a la deportación que tengan registros por actos criminales o ilegales, no representa más que la misma proporción por la misma razón entre la ciudadanía norteamericana, pero Trump, inteligentemente, ha repetido constantemente que hay que deportar a los “criminales” que abundan entre los ilegales. Una cosa es no tener los papeles en orden para lograr regularizar el estatus migratorio, es decir ser “indocumentado” y otra cosa es ser “ilegal”, y, peor aún, otra cosa es ser criminal. Recuerdo que siendo embajador en Washington en una conferencia que ofrecí en el Bronx para la comunidad dominicana, donde estaba presente el recién fenecido congresista Charles Rangel y su esposa Alma, cité el caso de los dominicanos “ilegales” y una señora se paró y objetó mi uso de ese adjetivo alegando que ella y su hijito, allí presente, no eran ilegales, algo muy peyorativo, sino simplemente “indocumentados”. Desde entonces no utilizo el término “ilegal”.
Ya una buena cantidad de dominicanos indocumentados han sido capturados en Puerto Rico y Nueva York para su deportación a Santo Domingo. Gracias a Dios que hasta ahora no han aparecido banderas dominicanas protestando por esas deportaciones. Los haitianos “sin papeles” cuando los deportamos, y son muchos, tampoco enarbolan su bandera.
Las deportaciones, junto con la amenaza de un impuesto a las remesas y la posibilidad de una depresión en Estados Unidos que afecte no solo al flujo de remesas, sino también a la inversión privada norteamericana hacia nuestro país, no dejan de preocuparnos. Quién sabe si este énfasis del presidente Trump en las deportaciones busca desviar la atención sobre el proyecto de ley en el Congreso que quita impuestos a los ricos y también reduce seguridad social a los pobres.
Y eso que faltan, no han llegado, pero vendrán pronto, las presiones norteamericanas hacia nuestro país, América Latina y el Caribe en general, contra inversiones privadas y endeudamientos públicos de China. Al establecerse recientemente altos impuestos a las exportaciones chinas a Estados Unidos, los empresarios de ese país envían sus insumos a México, por ejemplo, para aprovechar el Acuerdo de Libre Comercio que permite exportar desde allí a Estados Unidos sin pagar impuestos, o pagando impuestos muy bajos. Suficiente conque el valor agregado resultado en la producción en México logre determinar que el producto tiene un “origen” mexicano, y no chino, para lograr el libre tránsito.
Ya algunos chinos están pensando trasladar su producción a Santo Domingo para lograr el mismo propósito. Washington ya está presionando a México y haría lo mismo con nosotros.
Hoy