Más empatía en estas navidades
Aliany Concepción
A medida que pasa el tiempo, son más evidentes las desigualdades sociales que vemos y que en muchos de los casos padecemos, en esta situación sanitaria actual, aumentan las probabilidades de pertenecer a algún colectivo vulnerable.
Existen diferentes sectores que tienen más probabilidades de padecer la exclusión social, por ejemplo, personas con discapacidad, en situación de calle “sin techo”, inmigrantes, de la tercera edad, desempleados de larga duración, drogodependientes, expresidiarios, niños y niñas de familias pobres o desestructuradas, entre otros.
Recientemente Unicef realizó un experimento social llamado Niña Anano, una pequeña actriz, a la que se le caracterizó con diferentes vestimentas para ver la reacción de la gente de su alrededor. El resultado ha sido desalentador y vergonzoso como sociedad.
Muchas personas se acercaban a ella cuando iba vestida aparentemente con recursos económicos “niña perdida”, pero cuando su apariencia era mucho más vulnerable “niña de la calle”, la niña parecía invisible a los ojos de todo aquel que pasaba a su lado, no se acercaban, peor aún se alejaban.
Esta injusta situación de rechazo es la que viven millones de niños y niñas en el mundo, como lo demuestra el Informe Anual de Unicef sobre el Estado Mundial de la Infancia, en el que alerta que el mundo sigue siendo un lugar muy injusto para millones de menores de edad que se enfrentan a una vida de pobreza y de falta de oportunidades.
Al menos que como sociedad hagamos algo y nos empoderemos ante los estados y gobiernos, ya que, al parecer, a nivel estatal en muchos países no es conveniente crear políticas de sensibilización y dar visibilidad a estas situaciones, ya que, “69 millones de niños y niñas morirán por causas evitables, 750 millones de niñas se habrán casado siendo aún niñas, y 167 millones seguirán viviendo en la pobreza, desde hoy hasta el año 2030”.
Lo peor y lo más lamentable es que todas estas muertes y situaciones se podrían evitar o por lo menos intentarlo, con la voluntad de todos y todas.
Es evidente que de forma automática rechazamos aquello que no deseamos o que por la ignorancia no aceptamos, como pasó con el estudio.
Es un claro ejemplo de aporofobia, que según la RAE, es la repugnancia o temor obsesivo a la pobreza y a toda aquella persona con esa condición, porque evidentemente todos queremos tener nuestras necesidades básicas cubiertas.
Cuantas personas pobres a nuestro alrededor, una pena, pero lo peor son esos pobres infelices con cuentas bancarias rebosantes de millones que no hacen absolutamente nada, porque definitivamente la pobreza no se mide con números, si no más bien con acciones, respeto, empatía, tolerancia y ayuda al prójimo.
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