América Latina: Entre crisis económicas y vulnerabilidad social
Por Manuel Jiménez V.
América Latina enfrenta hoy una encrucijada crítica. La incertidumbre económica provocada por las políticas arancelarias de EE. UU., sumada a la amenaza real de deportaciones masivas, convierte a la región en terreno inestable.
Instituciones como el FMI, CEPAL, el Banco Mundial y la OCDE han revisado a la baja sus proyecciones de crecimiento regional, reflejando un contexto donde millones de latinoamericanos —incluidos los llamados «vulnerables»— corren el riesgo de volver a caer en la pobreza.
Según un reciente informe del Banco Mundial, cerca del 31,5 % de la población regional vive con entre USD 6,85 y 14 diarios (en paridad de poder adquisitivo), justo en la frontera entre la clase media y la pobreza, y por tanto alta exposición a crisis políticas o económicas
Esta cifra, sumada al 25 % que vive con menos de USD 6,85 diarios, subraya una fragilidad sistémica: casi seis de cada diez latinoamericanos pueden retroceder social y económicamente en cualquier choque externo.
La vulnerabilidad de esta clase media incipiente es especialmente sensible. El mismo Banco Mundial alerta que la reducción de la pobreza se estancó recientemente y solo alcanzó el 24,7 % en 2024, con un 41,1 % de la población ya en la clase media. Sin embargo, este avance está en riesgo si las economías no se fortalecen estructuralmente.
Tomemos el caso de la República Dominicana, un país con un desempeño relativamente favorable pero no exento de riesgos. El FMI proyecta un crecimiento de alrededor del 4 % para 2025, mientras la CEPAL lo ubica entre 4,5 % y 5 %, pero advierte que podría caer al 3 % si Estados Unidos entra en recesión.
El país se sostiene sobre remesas, inversión y turismo —que representa el 13 % del PIB y el 29 % de las exportaciones, aunque la informalidad laboral alcanza el 45 %, reflejo de una economía que genera empleo, pero no formal ni con seguridad social.
Es aquí donde la región debe reflexionar: cómo promover una inclusión real sin comprometer la estabilidad macroeconómica?. Debe avanzar más allá de los subsidios o los aumentos salariales aislados, y construir una agenda basada en educación, salud, formalización del empleo y protección social, todo ello sustentado en finanzas públicas responsables.
Países que se llaman de izquierda como Venezuela o Nicaragua evidencian que la retórica no basta: el colapso institucional y económico ha sumido a millones en pobreza extrema. En Venezuela, el 95 % de la población vive bajo el umbral de la pobreza, y más de 20 % habita en pobreza extrema . Su migración masiva —más de 5 millones han salido desde 2017— muestra los costos sociales de modelar regímenes autoritarios.
Colombia, con Gustavo Petro, es otro caso emblemático. Desde su llegada en 2022, promesas de paz y justicia social se han chocado contra una economía con crecimiento cercano al 2 % —lejos del potencial regional—, altos niveles de desigualdad (índice de Gini cercano a 0,6) y violencia persistente, con el tránsito de guerrillas a bandas criminales. La desilusión se traduce en baja aprobación presidencial y estancamiento en reformas clave.
Por su parte, en Brasil, Lula da Silva enfrenta niveles de rechazo por encima del 50 % y deberá controlar la fragmentación política en el Congreso. Su par chileno, Gabriel Boric, ha enfrentado varios escándalos que erosionaron su capital político precipitadamente.
Argentina, antes un bastión de la izquierda regional, enfrenta un contexto volátil con Javier Milei: la pobreza se disparó del 42 % al 53 % en seis meses, mientras la inflación anual supera el 230 %. El país tropezó en su intento de ofrecer estabilidad, lo que refuerza la idea de que sin consensos amplios y reformas sustentables, ni la derecha ni la izquierda pueden garantizar el bienestar.
La lección es clara: los países con orientación populista no pueden replicar viejos esquemas clientelistas o dependientes del gasto fiscal sin respaldo productivo. Deben impulsar la formalización laboral y la diversificación económica. Solo así se reducirá la vulnerabilidad de quienes hoy sobreviven cerca del umbral de la pobreza.