Ante la legalización del PED, explico algunas cosas
PABLO MCKINNEY
Como el innombrable nieto del sátrapa ha desistido de su demanda en mi contra, aunque sea de Baní y no de Temuco, vástago orgulloso de un maestro de escuela, respetado como un padre por su gente, (pero que no era ferroviario)… entonces, “explico algunas cosas”.
Explico e inicio agradeciendo tantas muestras de solidaridad recibidas. Al paso que íbamos, de haber continuado el sarao mediático populista, nuestro problema hubiese sido encontrar lugar a tantos abogados amigos que ante la amenaza crecieron como hongos en una primavera de amistad y respaldo. Por eso, cuando un amigo y gran hombre por sus cualidades personales y familiares, por su rango de primero entre iguales me escribió, además de las gracias, le comuniqué mi sorpresa por tanto cariño recibido. A veces, Dios le permite a uno, el privilegio de cosechar antes de la muerte, lo que ha tratado de sembrar en la vida.
La legalización del Partido de la Esperanza Dominicana (PED, por sus siglas), ha sido un gran triunfo del trujillismo sobre el país y la decencia, sobre Dios y especialmente sobre los muertos gloriosos de nuestra democracia. Ahora, cómo contarle a todo un mausoleo de héroes y sus familiares, que ya los trujillistas tienen un partido político legalmente reconocido por la JCE de una democracia que existe a pesar de sus horrores, a pesar de ellos y sus intenciones.
Hace unos años, para no reconocerlo, la JCE le aplicó al partido de Minoú lo que los abogados llaman la “letra chiquita”. En cambio, en esta oportunidad, el organismo electoral no ha sido capaz de aplicarle la letra grande (la Ley 5880) a un innombrable trujillista confeso y promotor de la sangre que derramó el demonio de su abuelo.
Ante una democracia en peligro, que pierde apoyos cada año ante el avance de sus enemigos, más que perder el tiempo haciéndole el juego al innombrable, es el momento de que, todos los autoproclamados demócratas hagamos un alto en el camino y pasemos de las palabras a los hechos, de la indignación a la reflexión para la acción.
Personalmente, considero que ser nieto de un sátrapa no es una afrenta, como ser hijo de un héroe no es un mérito en sí mismo. Pero celebrar, promover y burlarse de la sangre y los horrores de una satrapía, sí lo es. De cualquier modo, a estas alturas del desahucio, la autocrítica es inevitable: Cuando los unos y sus Atilas han sido el infierno y hace años lo promueven, los otros no hemos sido el paraíso.
Los demócratas casi todos, las élites del poder político y económico, los señores de a pie y la clase media en jeepeta; los obreros en Metro y los príncipes en su avioneta, todos, unos más que otros, pero todos, algo hicimos mal en el pasado y estamos haciendo peor en el presente para que a estas alturas del oprobio exista en el país un PED legalizado, un partido con la esperanza de sepultar la democracia. Una democracia que con todas sus desigualdades, impunidades y sombras, brilla como un sol, (o como unos ojos verdetristemar en la rada de Salinas, ¡ay!, Contreras,) cuando se le compara con la satrapía más cruel y genocida -sin parangón ni cotejo- de toda la América morena y sus muertos.
Ante la desmemoria de los innombrables que nunca recuerdan, el olvido no puede seguir siendo una opción. Estamos a tiempo.
Fuente Listín Diario