Ante una solución urgente y definitiva
José Manuel Arias M.
El hecho de que en una especie de dilema salgan a relucir diversas versiones sobre las causas que provocaron el desplome de una parte del túnel de la 27, específicamente en la intersección formada por las avenidas 27 de Febrero y Máximo Gómez del Distrito Nacional, capital de la República Dominicana, tal cual ocurrió el pasado sábado 18 de noviembre de 2023, no engendra en sí misma la solución que esperamos y que necesitamos de manera urgente y definitiva.
Obviamente, por la magnitud de la obra que se requiere, lo de urgente queda concebido aquí en lo que respecta al estudio, análisis, diseño, planificación e inicio de la misma, pues mientras más tiempo se proyecte se hace necesario para llevarla a cabo, más rápido debe iniciarse, habida cuenta de que, tal y como reza la conocida expresión, “quien tenga las lágrimas hondas que empiece a llorar temprano”.
Que del lado oficial se den versiones en el sentido de que todo obedece a fallas de origen que fueron advertidas en su momento y que no fueron tomadas en cuenta, lo que no podemos negar ni afirmar, o que por su parte sectores de oposición al gobierno señalen que no existe tal falla de origen y que todo se ha debido a la falta de mantenimiento, desafortunadamente tampoco engendran en sí mismas la solución que esperamos y que necesitamos.
Que se explique que “el desplome del paramento noroeste estuvo ocasionado por un conjunto de factores, entre ellos, la acumulación de las fuertes lluvias en todo el Distrito Nacional que, en las primeras 20 horas, fue de unos 434 milímetros por metro cuadrado”, así como que “parte importante del agua de lluvia se infiltró en un subsuelo saturado, con una conductividad hidráulica muy alta, incrementando abruptamente las presiones de poros en el subsuelo”, y que “por los huecos del lado norte salía una gran cantidad de agua, que generaron un gran flujo superficial en sentido norte a sur”, nada aporta en sí misma para la solución del terrible problema que tenemos hoy día.
Esas posibles causas, como crítica única y exclusivamente, y mucho menos si son usadas como justificación para desligarse de responsabilidades pasadas o presentes para endilgárselas a otros, no aportan a la solución que esperamos y necesitamos, pues estas sólo serían útiles si son tomadas como insumos para un mejor diagnóstico de lo ocurrido y su proyección en el diseño, planificación y construcción de posibles y definitivas soluciones que impidan generar un ambiente de terror ante el solo anuncio de posibles aguaceros; es más que evidente que el sistema de drenaje pluvial está colapsado, como es de igual modo más que evidente que se requiere de una solución urgente y definitiva.
No necesitamos ahora de excusas ni de acusaciones, sino de soluciones, y en esa tesitura se requiere de un pacto que involucre a todos los actores de la vida nacional, para que juntos, empujando en una sola dirección, encaminen esfuerzos tendentes a lograr superar la grave situación que hoy enfrentamos, lo que sólo será posible, máxime ante los retos que trae consigo el cambio climático, logrando un correcto sistema alcantarillado pluvial, de tal manera que se logre el “manejo, control y conducción de las aguas”, evitando se vuelvan a producir daños humanos y materiales.
Esa solución no puede estar matizada por una visión puramente electoralista de parte de ninguna de las partes que intervengan, sea del sector oficial o de quienes le adversen, pues si se hace bajo esa pobrísima visión es claro que la solución jamás se logrará, ya que ciertamente, esas inversiones, por lo que implican en términos presupuestarios y de todo tipo, para ser colocadas allí donde no se pueden ver a simple vista, aparentemente no generan simpatías electorales, pero no es de eso de lo que se trata, sino de lograr soluciones reales y definitivas.
En esa solución pluvial que hay que lograr tiene que imponerse la madurez, pensando en todo momento en lo que resulte más conveniente para el país, pues es claro que no podemos quedarnos de brazos cruzados a esperar que ocurran nuevos fenómenos -Dios nos libre- para lamentarnos y circunscribirnos a cuantificar víctimas humanas y daños materiales.
Sería pecar de ingenuos pensar que no hay y que no habrá ciertos niveles de desconfianza para el uso de esos pasos a desnivel tras los aciagos acontecimientos vividos el pasado fin de semana, con las lamentables consecuencias que se produjeron, y así las cosas, se requiere de una decisión firme en el interés de lograr una solución urgente y definitiva… de eso es de lo que se trata.
El autor es ocoeño y egresado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
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