APP turísticas de islas, montañas y bahías
Entre potenciales inversionistas existe una reticencia a involucrarse en proyectos que los desarrollen por lo engorroso que resulta lidiar con los problemas derivados de su propiedad estatal.
Por JUAN LLADO
Nuestro país dispone de algunos atractivos paradisiacos en islas, montañas y bahías que no se explotan para el turismo. Entre potenciales inversionistas existe una reticencia a involucrarse en proyectos que los desarrollen por lo engorroso que resulta lidiar con los problemas derivados de su propiedad estatal. Pero esa reticencia debe desaparecer si queremos continuar expandiendo el importante sector turístico. Son cada vez más necesarios las divisas y los empleos que podrían cosecharse de alianzas público-privadas para la explotación de esos ociosos recursos.
Previo a la dictadura trujillista nuestras islas –Saona, Beata, Catalina, Alto Velo, y Catalinita– eran concesionadas a empresas o individuos para la explotación de sus recursos naturales (madereros y el guano de Alto Velo).
Pero han sido un coto cerrado durante décadas porque Trujillo temía que pudieran usarse para invadir el país en su contra y ese le generó una aureola de intocables. En la Era de Trujillo Beata fue una prisión para delincuentes, mientras Catalina albergo una pista de aterrizaje para las prácticas de los pilotos de la Aviación Militar Dominicana (la más poderosa de Centroamérica y el Caribe). Actualmente en Catalina, Saona y Beata existe una guardia militar de la Armada para prevenir actividades delictivas, incluyendo el narcotráfico.
Saona, Catalina y Beata tienen un gran potencial de explotación turística y están clasificadas oficialmente como áreas protegidas. Saona forma parte del Parque Nacional Cotubanamá (antiguo Parque del Este), Catalina es un Monumento Natural y Beata es parte del Parque Nacional Jaragua. La sensibilidad de algunos ambientalistas sobre cualquier desarrollo turístico en su seno espanta a los potenciales inversionistas y eso explica en parte que no se reciban propuestas de proyectos. (Pierre Cardín hizo una vez una propuesta para Saona). Una visión mejor edificada permitiría ese tipo de desarrollo porque existen tecnologías que impedirían la contaminación y el daño a los ecosistemas. Es tiempo ya de que el valladar de los ambientalistas desinformados de paso al desarrollo.
El caso de Saona, una isla de 110 kilómetros cuadrados es tal vez el más aberrante. Antes de la pandemia la isla recibía unos 2,000 turistas extranjeros diariamente que provenían de los resorts de Bávaro y Punta Cana. Sus excelentes 17 kilómetros de playa atraen más de 600,000 visitantes anualmente, aunque las visitas son solo en excursiones diurnas. La demanda por los servicios de transporte ha generado una flotilla de unos 400 botes y catamaranes que operan desde Bayahibe en un trayecto de 45 minutos. El Ministerio de Ambiente ha permitido la erección de algunas edificaciones para las comidas de los excursionistas y operan 22 concesiones de inversión nacional y extranjera. Hasta ahora no hay hoteles donde se pueda pernoctar, pero con ecolodges bien diseñadas se podrían plantar en esas playas unas 2,000 habitaciones.
Algo similar pasa con Catalina, de unos tres kilómetros de playa y 10 millones de metros cuadrados de superficie. El Central Romana tiene un contrato con el Ministerio Ambiente para el uso de las playas por parte de los cruceristas de Costa Cruises que atracan en La Romana. (Algunos de los bañistas a veces son molestados por los mapaches que todavía existen ahí desde los tiempos en que Ranfis Trujillo los importó). Al estar a solo dos kilómetros de distancia de tierra firme y en las inmediaciones de Casa de Campo, la isla se presta para un gran parque temático o de diversiones. Si Saona atrae unos 600,000, esta amenidad tendría el potencial de atraer por lo menos un millón de visitantes al año.
Beata es un caso sui géneris. Con poca playa y una vegetación inhóspita, su vocación turística estaría limitada a unas ecolodgesque apelen a aquellos que quieran despegarse del mundanal ruido. Pero esta isla tiene el mejor potencial eólico de todo el territorio nacional y, en consecuencia, podría ser explotada –estando a solo 7 kilómetros de tierra firme– para producir energía renovable y algo de turismo. Sus perspectivas mejoraran sustancialmente una vez se haya podido detonar el desarrollo turístico de Pedernales, lo cual no parece muy posible hasta tanto los ambientalistas se convenzan de que Bahía de las Águilas puede explotarse para un desarrollo hotelero. Ahora se toma una hora o más en bote de motor para llegar a Beata saliendo de La Cueva.
Respecto a nuestras montañas hace tiempo que se espera un desarrollo turístico en el Pico Duarte. Visitado anualmente por más de 5,000 excursionistas que suben a pie por uno de los cuatro senderos de acceso existentes, los prístinos ecosistemas montañosos están adornados de adorables ríos y un paisaje subyugante. La temperatura permitiría hasta el desarrollo de una pista de esquí de nieve y, con un buen y seguro teleférico, las visitas de nacionales y extranjeros se contarían en cientos de miles. También permitiría un desarrollo inmobiliario que rivalice con lo mejor de otros sitios del país. Para nuestro producto turístico tener maravillosas playas y facilidades de esquí de nieve no tendría parangón en la región y nos diferenciaría muy ventajosamente.
Con más de 1,200 metros de elevación, la otra montaña con seguro potencial de mayor explotación turística es el Pico Diego de Ocampo, el más alto de las Cordillera Septentrional.
Monumento Natural Pico Diego de Ocampo y área de amortiguamiento.
Sus características permiten visualizar un desarrollo ecoturístico de importantes proporciones. Su “bosque húmedo montano tropical, que se caracteriza por una alta concentración de niebla superficial, usualmente a nivel más alto de los árboles o de la canopea, beneficiado por el fenómeno de la lluvia horizontal provocada por las nubes bajas en contacto con el bosque provocan que este se vaya empapando y vaya goteando continuamente, lo cual engrosan los caudales de aguas subterráneas, ríos y arroyos.” Hoy día existen excursiones organizadas que incluyen una caminata por su sendero de 7 kilómetros y los balnearios de rio existentes son de los mejores.
Por otro lado, contamos con dos bahías de excepcional potencial turístico que esperan inversiones. La que cuenta con el mas espectacular potencial es la Bahía de Las Calderas, en las cercanías de Bani (ver gráfico).
Aunque su playa de unos tres kilómetros en Salinas no dispone de arena blanca ni cocoteros, tiene una suave pendiente y atrae miles de dominicanos los fines de semana. Pero el turismo náutico sería lo más apetecible para el mercado; la bahía rivalizaría con Fort Lauderdale en materia de resguardo de yates y embarcaciones de recreo. Eso daría lugar a un desarrollo inmobiliario de inmensas proporciones. Con el proyecto de Puntarenas en uno de sus costados es ya posible vislumbrar un desarrollo de ese tipo. Los 80 kilómetros de distancia del Aeropuerto de Barahona no presentan un obstáculo insuperable, pero todavía no aterrizan aviones en él.
Club de Playa de Puntarenas, Los Corbanitos, Bani
La otra bahía de gran potencial turístico es la de Samaná. Su explotación turística hoy día se limita al avistamiento de ballenas que descienden hacia su boca durante los meses de invierno. Pero la orografía de la bahía se presta para muchos desarrollos inmobiliarios. Mientras, un empalme de Sabana de la Mar con la Autopista del Nordeste –para facilitar los desplazamientos de turistas provenientes de Bávaro y Punta Cana—seria de casi 50 kilómetros. Es posible que construir un túnel de vidrio acrílico entre Sabana y la ciudad de Samaná podría resultar mas barato, en vista de que la distancia es de solo 16 kilómetros. La bahía atraerá un mayor aprovechamiento mientras mayor sea el desarrollo turístico de la provincia de Samaná.
Para viabilizar los desarrollos anteriormente reseñados es deseable que las autoridades hagan un esfuerzo deliberado para mercadear estos recursos. Pueden hacer anuncios de solicitud de proyectos para cada lugar o pueden anunciar una intención de facilitar los desarrollos que se propongan. Pero el problema de la propiedad y soberanía estatal sobre estos lugares resulta un obstáculo para su explotación turística. El otro gran obstáculo podría ser el de los ambientalistas desinformados, pero con proyectos bien concebidos que garanticen la conservación de los recursos naturales se podría vencer esa posible oposición.