Bacterias al rescate: La biotecnología marina combate la contaminación por microplásticos
En las profundidades del océano, donde los rayos del sol apenas logran penetrar, se libra una batalla silenciosa contra uno de los contaminantes más persistentes del siglo XXI: los microplásticos. Estos fragmentos microscópicos, resultado de la descomposición de productos plásticos más grandes, están presentes en todos los océanos del planeta y representan una amenaza para la vida marina, la salud humana y el equilibrio ecológico global.
Pero un grupo de científicos está cambiando el rumbo de esta historia con una innovación que podría transformar la manera en que entendemos la descontaminación marina: el uso de bacterias modificadas genéticamente para descomponer microplásticos en compuestos no tóxicos.
Un enemigo invisible
Desde que el plástico comenzó a producirse masivamente a mediados del siglo XX, más de 8 mil millones de toneladas han sido fabricadas. Aunque parte de este material se recicla, una porción considerable termina en vertederos o directamente en los ecosistemas acuáticos, donde el plástico se fragmenta por acción del sol, el oleaje y otros factores hasta convertirse en partículas microscópicas.
Estas partículas, conocidas como microplásticos, son ingeridas por peces, moluscos y otros organismos marinos, entrando así en la cadena alimenticia. Estudios recientes han encontrado restos de microplásticos en el cuerpo humano, incluidos pulmones, sangre y placenta, lo que genera alarma sobre sus posibles efectos a largo plazo en la salud.
El descubrimiento microbiano
Investigadores del Instituto Max Planck de Microbiología Marina en Alemania, en colaboración con la Universidad de Kyoto en Japón, han identificado varias cepas de bacterias que tienen la capacidad de degradar ciertos tipos de plásticos, como el PET (tereftalato de polietileno), común en botellas y empaques.
Una de las más prometedoras es Ideonella sakaiensis, una bacteria descubierta en 2016 que puede utilizar el PET como su única fuente de carbono, descomponiéndolo en sustancias como el ácido tereftálico y el etilenglicol. Recientemente, los científicos han logrado modificar genéticamente esta bacteria para mejorar su eficiencia y adaptarla a las condiciones salinas del océano.
Aplicaciones y desafíos
El objetivo a mediano plazo es introducir estas bacterias en áreas críticas de contaminación oceánica, como el Gran Parche de Basura del Pacífico, donde podrían actuar como agentes naturales de limpieza. Sin embargo, los investigadores son cautelosos. “Debemos asegurarnos de que estas bacterias no alteren los ecosistemas marinos ni compitan con otras especies”, explica la doctora Keiko Tanaka, microbióloga de la Universidad de Tokio.
Además, la implementación de esta solución requiere el desarrollo de tecnologías de encapsulamiento y monitoreo para controlar su expansión. “No queremos una solución que cree nuevos problemas ecológicos”, añade Tanaka.
Un futuro biodegradable
El avance de estas investigaciones abre un nuevo capítulo en la lucha contra la contaminación marina. Si bien el uso de bacterias no sustituye la necesidad urgente de reducir el consumo de plásticos y mejorar los sistemas de reciclaje, representa una herramienta innovadora que podría mitigar uno de los problemas más complejos del siglo XXI.
El mar, que ha sido víctima silenciosa de la modernidad, podría encontrar en estos diminutos aliados una forma de regenerarse. Como sugiere el investigador alemán Klaus Meier: “En la naturaleza, incluso los problemas más grandes pueden tener soluciones invisibles, pero poderosas”.