Benedicto XVI, el papa alemán y su difícil relación con su país de origen
Berlín, 31 dic (EFE).- El papa Benedicto XVI tuvo, antes de pontificado, durante el mismo e incluso después de dejar el cargo para convertirse en papa emerito, una relación difícil con su país de origen, en especial con los grupos de católicos y teólogos que exigen reformas en la iglesia.
Nacido en Marktl (Baviera) el 16 de abril de 1927 Joseph Ratzinger se convertiría en el papa Benedicto XVI el 19 de abril de 2005 y dejaría el cargo tras abdicar el 28 de febrero de 2013.
Tras su elección las reacciones en Alemania oscilaron entre leves expresiones de orgullo nacional -«Somos papa», tituló en su momento el diario «Bild»- y la preocupación de que un jerarca claramente conservador hubiese llegado al papado.
Antes de su pontificado Ratzinger había tenido una carrera eclesiástica primero como teólogo, luego como obispo de Munich y posteriormente en la curia romana donde, como prefecto de la Congregración para la Doctrina de la Fe, había sido colaborador cercano de Juan Pablo II.
La carrera de Ratzinger empezó con posturas reformistas, estuvo entre los jóvenes teólogos que ayudaron a impulsar la modernización de la iglesia en el Concilio Vaticano II, pero posteriormente tuvo un giro hacia el conservadurismo, como rechazo al movimiento estudiantil de 1968 que vivió como profesor de teología en Tubinga (suroeste de Alemania).
Ratzinger había llegado a Tubinga por recomendación del teólogo suizo Hans Küng, con quien había coincidido en el Concilio Vaticano II y que posteriormente sería uno de sus principales oponentes.
Mientras que Ratzinger se haría cada vez más conservador, temiendo que un exceso de apertura llevase el relativismo, Küng radicalizó sus posturas reformistas y ecuménicas en busca de un diálogo con las otras confesiones cristianas y con otras religiones.
Mientras Ratzinger se convirtió en una especie de guardián de los dogmas Küng llegó a cuestionar la infalibilidad papal -un invento de los conservadores en el siglo XIX según él- lo que lo que llevó a que se le retirará la licencia eclesiástica para enseñar teología católica. En Tubinga, entonces, se creo un instituto de teología ecuménica a su medida.
Ratzinger, por su parte, desde El Vaticano, bloqueó con frecuencia tendencias aperturistas de la Conferencia Episcopal Alemana en temas como la moral sexual o el acceso de los sacramentos de los divorciados vueltos a casar.
Cuando Ratzinger fue elegido la primera reacción de Küng fue hablar de una «decepción gigantesca» aunque agregó que había que darle 100 días de confianza.
La reacción de Küng coincidía con la sensación de muchos católicos alemanes partidarios de reformas en la iglesia que habían visto a Ratzinger, sobre todo en su época en la curia vaticana, como un freno a una posible renovación.
Al comienzo hubo varios gestos -entre ellos una invitación a Küng a hablar de ecumenismo y de diálogo entre las religiones- que hicieron creer que Benedicto XVI representaría algo distinto a lo que había representado el cardenal Ratzinger.
Sin embargo, luego vinieron cosas que hicieron pensar que nada había cambiado. Un momento clave fue la actitud tolerante ante los miembros de la ultraconservadora cofradía Pio XIX, fundada por el francés Marcel Lefebre que quería que la iglesia volviera a antes del Concilio Vaticano II.
Especialmente célebre fue el caso del obispo Robert Williamson que, tras serle levantada la suspensión que pesaba sobre él para ejercer como sacerdote, dio unas declaraciones en las que negaba el Holocausto.
Por otra parte, cuando estalló el escándalo de abusos sexuales de menores en instituciones eclesiásticas alemanas a Ratzinger le alcanzó su pasado como arzobispo de Múnich.
Según una investigación independiente al menos dos sacerdotes que habían sido condenados por abuso sexual siguieron trabajando como tales en la arquidiósesis de Múnich en tiempos de Ratzinger.
Justamente los escándalos de abusos sexuales, destapados precisamente durante el pontificado de Benedicto XVI, le dieron un impulso a las corrientes reformistas dentro de la iglesia alemana que casi siempre vieron a Ratzinger como representante de aquellos que no querían que nada cambiase.
Rodrigo Zuleta