Bondades de la humildad política
Pablo McKinney
Parafraseando a Cabral, digamos que si nuestros políticos entendieran el buen negocio que es ser humildes, serían humildes aunque solo fuera por negocio, por simple estrategia electoral. Y es que, negarse a aceptar las derrotas en cualquier proceso interno o externo es una de las mayores perversiones de nuestra cultura política y de casi todos nuestros líderes. Las recientes elecciones municipales, por ejemplo.
Ahora resulta que los dos PLD han olvidado que en 2006 el mapa político se tiñó de morado; que en 2016 la organización ganó las elecciones con un 66% y obtuvo 29 senadores y 127 diputados, y que ante tal avalancha, la reacción de la oposición de entonces fue acusarles de querer implantar en el país una dictadura constitucional. Hagan memoria.
Al igual que en esos procesos, tampoco se trata ahora de ninguna dictadura constitucional ni de partido, sino del hecho verificable de que cuando se sabían todas las respuestas, los votantes les cambiaron las preguntas al PLD y al PFP.
¿Por qué este “cambio de acera de las caderas” electorales hacia los PLD? Esa es la pregunta que ambas organizaciones deben responder y responderse con franqueza, como el bolero de Consuelo Velázquez.
A nuestros políticos les cuesta mucho aceptar sus derrotas. Por eso el intento ya tradicional de atentar contra la credibilidad de la JCE en cada proceso. Con tal comportamiento, los señores solo ven la copa medio vacía y pierden la oportunidad de verla medio llena. El caso del PFP es el mejor ejemplo, pues si bien la primera lectura de los resultados municipales le coloca en delicada situación frente al PLD, tiene a su favor el haber obtenido apenas 122,236 votos en las municipales de 2020, por lo que este “fracaso” tiene otra lectura que, hecha con humildad, puede ser triunfal y victoriosa: Pocos partidos pueden alardear de haber aumentado su votación municipal en más de un 400 por ciento en apenas cuatro años. Un éxito.
Sin embargo, siguiendo esa cultura política de no admitir nunca ningún fracaso, el partido del profesor Leonel prefirió justificar su relativa baja votación alegando un supuesto poder omnímodo y omnipotente del gobierno para también supuestamente evitar que sus seguidores (exclusivamente sus seguidores) pudieran ejercer su derecho al voto.
En fin, que si supieran que buen negocio es ser humildes, serían humildes aunque sea por negocio o por estrategia electoral. Con permiso.
Listín Diario