Bukele: voluntad política, rasgos autoritarios y empatía


Francisco S. Cruz

El presidente Nayib Bukele que, desde hace un tiempo encabeza, casi inamovible, el ranking de presidente mejor valorado del mundo, es una suerte de incógnita bajo los signos: voluntad política, rasgos autoritarios y empatía ciudadana. Por esa mezcolanza -agridulce- para algunos es un “dictador” y populista; mientras para la gran mayoría salvadoreña es un líder y presidente que ha sabido encarar, con firmeza, voluntad política y determinación dos flagelos históricos-estructurales en Centroamérica y México -o más extensivo, Latinoamérica-: corrupción pública y delincuencia organizada (llámese “maras” o pandillas); además de implementar un agresivo programa de infraestructura y de políticas públicas -ayuda directa- para aminorar la brecha social rico-pobre.

Independiente de lo que se piense del presidente Bukele -si es un “dictador”, tercerposicionista o populista-, quizás la clave de su empatía ciudadana se deba, a pesar de esos evidentes rasgos en algunas de sus determinaciones, enfrentamientos o pésimas relaciones con la prensa y los partidos tradicionales, a que ha sabido descodificar que El Salvador era, prácticamente, un país hegemonizado política e “institucionalmente“ por las maras y las cúpulas de los partidos tradicionales, y ello explica la delegación o tolerancia ciudadana ante el régimen de excepción -que lleva un año de aplausos y críticas (esto último, de la oposición política, prensa, Ongs y organismos internacionales defensores de los derechos humanos)- o de extra-poderes ejercidos por el presidente con el propósito de sacrificar ciertas libertades a cambio de sosiego, fin de los crímenes y extorsiones -asesinatos e impuestos ilícitos o bajo amenaza ejercida por las ya diezmada maras- y una garantía de seguridad ciudadana a cualquier precio.

Y tal parece que la fórmula o aceptación ciudadana, le está remitiendo grandes dividendos políticos -o capital político-electoral-, pues hasta el día de hoy no hay una figura o líder político -de credibilidad o arraigo ciudadano- que signifique amenaza real a una posible reelección -2024-2030-; a pesar de todos argumentos de índoles constitucionales que la oposición política y algunos expertos han advertido o señalado ante esa eventualidad que avaló la Sala de lo Constitucional; pero que la Constitución vigente sólo consigna reelección diferida.

No obstante y a pesar de esa disyuntiva o disonancia, otra característica distintiva de la gestión de gobierno que encabeza el presidente Nayib Bukele son sus frecuentes divergencias o enfrentamientos -vía Twitter- con otros presidentes y líderes de la región que, en mayoría, lo visualizan, política e ideológicamente, como un lobo solitario e indomesticable o “rosca izquierda” que rompe con la política tradicional o la compostura clásica de cómo deben comportarse los presidentes o jefes de Estado obviando que, precisamente, él encarna la antítesis de ese viejo protocolo o manual de simples enunciados, promesas, sumisión o politiquerías que tanto detesta.

En fin, Bukele es un presidente -“dictador”, tercerposicionista o populista- que hace rato tomó distancia de ciertos centros del poder global y trilla otra ruta o cartografía en el ejercicio de la política y el poder. Sin duda, algo atípico si miramos la geografía desde donde gobierna, lidera y concita.

Comentarios
Difundelo
Permitir Notificaciones OK No gracias