Cambiar sistema que explota a la naturaleza y a las mujeres para un futuro sostenible
Este artículo integra la cobertura de IPS sobre el Día Internacional de la Mujer, el 8 de Marzo, que este año tiene como lema: “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”.
LIMA – “La pachamama (madre tierra) está molesta con todo el daño que le hacemos”, asegura convencida Hilda Roca, campesina peruana de Cusipata, en la zona altoandina del departamento de Cusco, para explicar el cambio climático y los estragos que viene ocasionando en su vida y su entorno.
Desde su localidad a más de 3300 metros sobre el nivel del mar, señala a IPS que si las mujeres estuvieran en el poder al igual que los hombres, hace rato estarían aprobadas medidas en favor de la naturaleza que aliviarían el caos del clima. “Pero falta cambiar el machismo para que no nos discrimen y se respeten nuestros derechos”, recalcó la productora quechuablante.
Este vínculo entre cambio climático y género es el eje que coloca Naciones Unidas para la celebración este año del Día Internacional de la Mujer, este 8 de Marzo, con el lema “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”.
Se trata de “hacer visible cómo la crisis climática es un problema que tiene estrecha relación con la desigualdad, y en particular con la desigualdad de género, que se se expresa en una distribución desigual del poder, de los recursos, la riqueza, el trabajo, el tiempo, entre mujeres y hombres”, sostuvo a IPS Ana Güezmes, directora de la División de Asuntos de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
América Latina presenta una alta vulnerabilidad frente a la crisis climática pese que emite menos de 10% de los gases de efecto invernadero que están calentando el planeta.
Además, la injusticia climática también tiene rostro femenino en la región: las poblaciones con menores ingresos, donde es mayor la tasa de mujeres, están más expuestas a los efectos climáticos por su limitado acceso a oportunidades, pese a que tienen menor responsabilidad en las emisiones.
Se estima que la tasa de pobreza extrema en la región aumentó de 13,1 % 13,8 % de la población entre el 2020 y 2021, pasando de 81 a 86 millones, según datos difundidos por Cepal en enero. Las mujeres de 25 a 59 años son las más afectadas en comparación a sus pares varones. Esta situación recrudece entre las poblaciones indígenas y rurales, que dependen de la naturaleza como sostén.
Estos aspectos han sido destacados en la 62º Reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia Regional sobre la Mujer, celebrada el 26 y el 27 de enero, cuya Declaración alerta que las mujeres y niñas afectadas por los impactos adversos del cambio climático y los desastres enfrentan barreras específicas para el acceso al agua y al saneamiento, a los servicios de salud y de educación y a la seguridad alimentaria.
Y son ellas, se destaca, las principales responsables de la alimentación de sus familias, de la recolección del agua y la leña, y del cuidado de la huerta y los animales.
“Por ello sostenemos que la recuperación pospandemia debe ser transformadora en términos de sostenibilidad y de igualdad”, enfatizó Güezmes desde Santiago de Chile, sede de la Cepal.
Con ese fin, detalló, esa recuperación “debe desatar los cuatro nudos estructurales de la desigualdad de género que tanto afectan a la región: la desigualdad socioeconómica y la pobreza; la división sexual del trabajo y la injusta organización del cuidado; la concentración del poder y los patrones culturales patriarcales, discriminatorios y violentos y del predominio de la cultura del privilegio”.
Reconciliarnos con la madre tierra
Luz Mery Panche, lideresa indígena del pueblo nasa, reflexiona para IPS sobre la necesaria incorporación del enfoque de género en la crisis climática, desde San Vicente del Caguán, en el departamento de Caquetá, en la región amazónica de Colombia, país que enfrenta violentos ataques a defensoras y defensores de los territorios y la naturaleza.
Para ella más que sostenible, “se trata de avanzar hacia un futuro sustentable”.
“Necesitamos cambiar las condiciones que han generado la guerra y el desorden en el territorio, que se debe al secuestro de los poderes políticos y económicos por una élite que desde hace 200 años cuando se constituyó la república, está en los espacios de toma de decisiones”, dijo.
Panche integra la Coordinación Étnica Nacional de Paz (Cenpaz) y en esa condición es parte de la instancia especial de alto nivel con pueblos étnicos para la implementación del acuerdo de paz en su país. Es defensora de derechos humanos y defensora de la Amazonia
Sostiene que para lograr ese futuro sustentable hay que reconciliarse con la madre tierra y “caminar hacia ese saber vivir contentos, alegres, que merecemos como seres humanos”.
Eso, explicó, parte por cambiar este modelo económico impuesto de manera violenta sobre muchos territorios sin tener en cuenta el uso del suelo, sus capacidades y bondades; y por cambiar conceptos de economía, el modelo de educación; organizar las economías propias y plantearnos un futuro de respeto, solidaridad y fraternidad.
Panche manifiesta que para que se avance hacia ese modelo, las mujeres “deben tener una participación informada sobre los efectos del cambio climático”.
“Aunque preferimos llamarlo calentamiento global, esa fiebre que tiene la madre tierra. Y nos toca a nosotras hacer memoria para tomar decisiones que recuperen el camino ancestral de armonía y equilibrio, lo que denominamos volver al origen, al útero, para mejorar la convivencia y el sentido de humanidad”, puntualizó.
Cambio de época: otra convivencia con la naturaleza y la igualdad
Lilian Celiberti, ecofeminista uruguaya fundadora del no gubernamental Cotidiano Mujer y del Colectivo Dafnias, afirma desde Montevideo a IPS que los Estados tienen los instrumentos para trabajar en la igualdad de género hoy, a fin de tener un futuro sostenible mañana, como dice el lema del 8 de Marzo.
Pero en contra, señala, existen intereses económicos en juego que mantienen una propuesta de desarrollo basada en el crecimiento y la explotación extrema de la naturaleza.
Menciona que podrían favorecer las economías locales y la agroecología entre otras alternativas comunitarias en la región latinoamericana que van contra las lógicas dominantes gubernamentales.
“Pero creo que estamos en un cruce de caminos bastante complejo y que solo la participación social podrá encontrar caminos de participación múltiple, diversa y de sustentabilidad colectiva que incorporen las políticas de cuidado y la conciencia sobre la ecodependencia de la sociedad humana”, afirmó.
Para Celeberti, “estamos en un planeta de recursos finitos y tenemos que generar una nueva relación con la naturaleza, pero veo a los gobiernos muy lejos de esa lógica”.
Güezmes, de la Cepal, destaca por su parte que los movimientos sociales, especialmente los encabezados por mujeres jóvenes y, en la región por mujeres jóvenes de pueblos indígenas, han expuesto las múltiples asimetrías y desigualdades existentes.
“Tenemos una deuda intergeneracional, donde las jóvenes han puesto en el centro del debate la insostenibilidad del estilo de desarrollo actual que tiene impactos directos sobre nuestro futuro a nivel global e impactos directos sobre sus medios de vida, territorios y comunidades”, consideró la especialista de origen español y con años de actividad en varios países de América Latina dentro de las Naciones Unidas.
Reconoció el aporte de los movimientos feministas que colocan la redistribución del poder, de los recursos y del tiempo para transitar a un modelo igualitario que incluya la disminución de la violencia.
Y alertó que desde una perspectiva climática, la ventana de oportunidad para actuar se está cerrando, por lo que se debe actuar de forma veloz, creando sinergias entre la igualdad de género y las respuestas al cambio climático.
Güezmes consideró que “estamos a un cambio de época” con desafíos globales que obliga a una transformación profunda que reconozca cómo se interrelacionan la economía, la sociedad y el medio ambiente. “Para no dejar a nadie atrás y a ninguna mujer afuera, debemos avanzar de forma sinérgica entre estas tres dimensiones del desarrollo: económica, social y ambiental”, remarcó.
La especialista colocó la igualdad de género como un elemento central del desarrollo sostenible pues se necesita que las mujeres estén en el centro de las respuestas. Para ello, la Cepal propone impulsar acciones afirmativas que promuevan sistemas integrales de cuidado, el trabajo decente y la plena y efectiva participación de las mujeres en sectores estratégicos de la economía.
Igualmente planteó la necesidad de la construcción de “un renovado pacto global” para robustecer el multilateralismo y lograr una mayor solidaridad con los países de ingreso medio en temas centrales para el crecimiento inclusivo, el desarrollo sostenible y la igualdad de género.
“Hemos reiterado la urgencia de avanzar en nuevos pactos políticos, sociales y fiscales centrados en el cambio estructural para la igualdad”, resaltó.
Afirmó que en esa perspectiva es muy importante la participación de las mujeres en toda su diversidad en los procesos de toma de decisión, particularmente en lo referido al cambio climático.
Para ello, remarcó, hace falta monitorear sus niveles de intervención en lo local, nacional e internacional –donde persiste la asimetría-, y dotar a las organizaciones de mujeres, especialmente a las organizaciones de base, con recursos necesarios para poder involucrarse en tales espacios.
“Implica fortalecer los flujos financieros para que lleguen a las mujeres que están al frente de las respuestas al cambio climático y que conocen las realidades en sus territorios y fortalecer sus capacidades para que participen mujeres de pueblos indígenas, originarios y afrodescendientes en espacios de decisiones vinculados al ambiente para fomentar el intercambio de sus conocimientos ancestrales sobre las medidas de adaptación y mitigación”, detalló.
Güezmes destacó la contribución de las lideresas y defensoras ambientales a la democracia, la paz y el desarrollo sostenible. Hay que “reconocer su aporte a la protección de la biodiversidad, y al desarrollo, a pesar de hacerlo en condiciones de fragilidad y explotación y de tener menor acceso a la tierra, los recursos productivos y a su control”, planteó.
De vuelta a la campesina Roca, que al igual que otras mujeres de su localidad en las cumbres andinas peruanas practica la agroecología para adaptarse al cambio climático y reconciliarse con la pachamama, su llamado es que sus voces se escuchen.
“Tenemos propuestas y es necesario que las tomen en cuenta para mejorar el clima y nuestra vida”, sentenció.