Cambio de mentalidad (Tercera parte)

Juan Ariel Jiménez

En las entregas anteriores veíamos cómo la República Dominicana ha pasado de ser líder del crecimiento en América Latina a ocupar los últimos lugares en dinamismo económico. Mostrábamos que esto no es un hecho aislado, sino el reflejo de una visión equivocada de los esquemas de desarrollo productivo y del rol de la política fiscal.

En esta tercera parte quisiera referirme a otro cambio necesario: un cambio de mentalidad en la política monetaria.

Una visión anclada en el pasado

El Banco Central sigue operando con una visión de la economía dominicana del pasado. En décadas anteriores, la entrada y salida de dólares dependía principalmente de exportaciones, importaciones, turismo y remesas. En consecuencia, cualquier subida o bajada del dólar estaba asociada al desempeño de estos flujos, salvo casos como la quiebra de Baninter, que produjo una salida masiva de dinero fuera del país por desconfianza en el sistema bancario.

Por tanto, en el pasado, mantener el “dólar controlado” era sinónimo de fortaleza económica. Pero la economía dominicana ya no es la de antes. Hoy somos un país más moderno, más conectado al mundo, donde muchos dominicanos hablan inglés, siguen los mercados financieros internacionales y tienen acceso a inversiones en el exterior.

En esta nueva República Dominicana, los movimientos del dólar responden más al diferencial de tasas de interés entre nuestro país y el resto del mundo. Los movimientos del tipo de cambio no son un reflejo de la salud de la economía, sino de qué tan atractivo es invertir en instrumentos financieros denominados en pesos dominicanos en comparación con otras opciones fuera del país.

Por ejemplo, a mediados de 2022 los bonos en dólares del Tesoro de Estados Unidos a 5 años rendían 1.5%, mientras que las notas en pesos del Banco Central a 5 años se colocaban a 13.5%, por lo que el diferencial de tasas estaba en 12%. En pocas palabras, un inversionista podía ganar nueve veces más si traía su dinero a nuestro país, y ese flujo de dinero produjo que el dólar bajara. Sin pensarlo dos veces, tanto el gobierno como el Banco Central salieron a decir a la población que éramos de los países de mayor apreciación cambiaria de América Latina, muestra —según ellos— de la fortaleza y confianza en la política económica del gobierno.

Pero esto cambió, y en 2025 este diferencial de tasas bajó significativamente. El rendimiento de los bonos estadounidenses de 3 años subió hasta 4.5%, mientras que el equivalente en pesos dominicanos solo daba un 11%, por lo que ya no éramos tan atractivos como en años anteriores.

En consecuencia, desde octubre de 2024 a la fecha han salido del país más de 4,000 millones de dólares en busca de mejores oportunidades de inversión en el exterior, lo cual ha generado presiones en el tipo de cambio. Y esto no porque desconfíen de la economía dominicana; simplemente porque entienden que es mejor inversión llevar su dinero fuera para aprovechar las altas tasas de interés.

Respuesta errada a un problema inexistente

Ante esta realidad, de poco sirve hacer llamadas o reuniones para “controlar el tipo de cambio”. Una economía moderna es transaccional, no relacional: no responde a elogios ni amenazas, sino a incentivos.

Por consiguiente, sacar notas de prensa diciendo que “no hay razones para la subida del dólar porque la economía tiene buenos fundamentos” es un error grave de comunicación en política económica. Ese tipo de mensajes solo revive el trauma de Baninter, como si cada vez que el tipo de cambio se mueve hubiese una crisis inminente.

En una economía moderna, el dólar puede subir sin que exista ninguna crisis, simplemente porque las tasas internacionales son más atractivas. Eso no es debilidad; es parte natural de un país integrado al sistema financiero global.

Dos caminos posibles

Frente a esta nueva realidad de una economía integrada a los mercados financieros internacionales, las presiones del tipo de cambio producto de aumentos en las tasas de interés a nivel internacional solo tienen dos posibles respuestas:

1. Subir tasas de interés para convencer a los inversionistas de que es más atractivo continuar invirtiendo en pesos en el país, y así evitar que suba el dólar.

2.No reaccionar, aceptar que el dólar suba y promover el desarrollo del mercado de derivados financieros para que los movimientos del dólar no impacten tanto los precios de los productos e insumos importados.

Ante cualquier aumento del dólar, la respuesta tradicional del Banco Central ha sido endurecer la política monetaria —subir tasas o retirar liquidez—, incluso cuando la inflación está bajo control.

El problema es que esta estrategia enfría la economía más de la cuenta, especialmente al sector construcción, y termina generando quiebras, desempleo y pérdida de ingresos familiares. En otras palabras, por querer demostrar que “la economía está estable”, terminan creándose los mismos problemas que se querían evitar. Como dice el refrán: sale más cara la sal que el chivo.

Una nueva pedagogía económica

La nueva realidad de la economía dominicana requiere un cambio de mentalidad, tanto en la parte fiscal como en la monetaria. Primero, se debe promover el desarrollo de nuevos instrumentos financieros, como los derivados cambiarios, que permitan a las empresas cubrirse frente a la volatilidad del tipo de cambio y reducir así el impacto en los precios internos. Es decir, que el dólar puede subir sin que eso provoque un fuerte aumento en los precios que enfrentan tanto consumidores como empresas.

Segundo, se necesita una nueva pedagogía económica, donde se explique con claridad que el dólar puede subir o bajar sin que eso signifique crisis.

Este cambio de mentalidad es impostergable, y debe ser realizado por las actuales autoridades del Banco Central aprovechando la confianza y credibilidad que poseen, dada su indiscutible reputación de capacidad técnica y compromiso con la estabilidad. Y es que usar dicha confianza para actualizar el pensamiento económico del país sería un legado importante de largo plazo.

Pero claro, este cambio de discurso implica aceptar dos realidades: que el dólar no es un fantasma al acecho, y que la economía dominicana no necesita de superhéroes capaces de “controlar” un peligro inexistente.

En conclusión, como dijo Ben Bernanke al analizar la estabilidad lograda por América Latina: “La conquista de la inflación en la región es un caso de estudio sobre los beneficios del nuevo pensamiento.” De la misma forma, si queremos volver a crecer, crear empleos y mejorar la vida de la gente, la República Dominicana necesita un cambio de mentalidad en cuanto a política económica.

Listín Diario

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