CATALEJO: La violencia no se detiene

Por ANULFO MATEO PEREZ

Las conductas violentas son cada vez más comunes en la sociedad dominicana, lo que ha generado alarma como un problema de salud pública, si apreciamos los hechos y características de los mismos como son asalto-asesinato, masacre intrafamiliar, profanación de tumbas y violaciones sexuales.

Estos comportamientos van desde el abuso de género, incluyendo a menores, hasta el crimen en las calles y homicidios horripilantes; la gente vive con miedo ante la posibilidad de ser una de sus víctimas fortuitas.

Es obvio que la seguridad colectiva no sólo en las calles, sino en los propios hogares impacta en la calidad de vida de los dominicanos, que no ven alternativa por la falta de correctivos oficiales a esta situación.

Las pésimas condiciones materiales de vida de la mayoría de la población dominicana y disfunciones importantes en el cerebro de las personas violentas los mueven a dañar a familiares o a extraños.

La violencia es un factor que determina todas las actividades, desde los lugares frecuentados, el tiempo de permanencia en ellos, el tipo de seguridad prevaleciente, a qué hora se sale de casa, dónde se trabaja…

Nos preguntamos, ¿qué sucede dentro del cerebro de los multihomicidas y asesinos seriales y de asaltantes? ¿Cómo se desarrollan estas personalidades? ¿Existen regiones específicas que causen esta alteración?.

En el cerebro existen zonas que regulan la conducta, que interactúan con el ambiente, determinando que se actúe de forma adecuada o violenta. La línea divisoria entre lo normal y lo patológico es muy tenue.

Que una menor en La Vega le desprenda parte de la cabellera a otra, o el caso de San Pedro de Macorís, donde un joven con un machete le amputa una mano a un menor de 15 años, nos dice cómo anda la salud mental.

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