CES: El momento de decidir sobre Haití

Por Manuel Jiménez V.

A partir de la próxima semana, el gobierno dominicano, junto a sectores políticos, empresariales y sociales, se sentará en una amplia mesa de diálogo para enfrentar uno de los temas más espinosos de los últimos años: el problema migratorio haitiano y las consecuencias que genera para nuestro territorio la creciente inestabilidad y crisis de seguridad en Haití.

El escenario escogido es el Consejo Económico y Social (CES), por decisión del presidente Luis Abinader y los expresidentes Leonel Fernández, Danilo Medina e Hipólito Mejía. Según lo anunciado, este diálogo se centrará en seis áreas específicas: el éxodo migratorio, el comercio bilateral, el desarrollo de las comunidades fronterizas, la seguridad nacional ante la violencia en Haití, las relaciones diplomáticas y la situación laboral, especialmente la mano de obra extranjera.

De esta agenda, hay tres puntos que sobresalen por su urgencia: la penetración haitiana en nuestro territorio, el desarrollo de las comunidades fronterizas y la documentación de la mano de obra extranjera.

El hecho de que tengamos que convocar un diálogo nacional para enfrentar un problema que arrastramos por décadas refleja hasta qué punto nos ha complicado la vida la crisis haitiana.

Y aquí vale decirlo claramente: muchos tenemos reservas sobre la capacidad del CES de llegar a acuerdos en poco tiempo, sobre todo porque en los últimos años ha faltado la voluntad política para implementar políticas firmes que protejan nuestra soberanía, la integridad territorial y el futuro de la nación dominicana como un Estado auténticamente independiente.

La crisis haitiana ya no es solo un problema humanitario, sino un peligro directo para la región. Las pandillas armadas han tomado el control de zonas clave, el gobierno provisional apenas sobrevive, y las instituciones estatales han colapsado.

Las olas de violencia, secuestros, asesinatos y desplazamientos masivos no muestran señales de detenerse, mientras los propios líderes haitianos carecen de visión y voluntad para construir una solución integral que devuelva estabilidad y orden a su país.

Los dominicanos estamos actuando ahora porque ya no hay alternativa. El conflicto se ha desbordado, y el entorno internacional —que durante mucho tiempo nos vio como los “malos de la película” e incluso responsables del colapso haitiano— hoy nos ofrece un margen que debemos aprovechar.

Las repatriaciones de indocumentados y las restricciones a los servicios públicos para inmigrantes irregulares siguen bajo la lupa de organismos como las Naciones Unidas y la OEA, pero estas entidades no pueden mostrarse abiertamente críticas ni agresivas con nosotros sin perder credibilidad, ya que tendrían que aplicar los mismos cuestionamientos a otros países, como Estados Unidos, que también enfrenta crisis migratorias desbordadas. Este es un escenario favorable, quizás único, para actuar. El verdadero reto es no dejarlo pasar.

Uno de los puntos que sorprende en la agenda del CES es el desarrollo de las comunidades fronterizas. Sorprende porque desde hace años existe una ley de incentivos fronterizos que, en la práctica, no ha dado resultados.

Hoy, las zonas fronterizas están mayormente despobladas o, en muchos casos, ocupadas esencialmente por haitianos. ¿Qué ha faltado? La respuesta es simple: el emprendimiento estatal, crear condiciones reales de infraestructura y servicios que atraigan inversión. Por eso, este debe ser un tema prioritario en el debate del CES, abordado con los pies en la tierra.

El otro gran tema, que el gobierno parece evitar, es la documentación de la mano de obra extranjera. De este encuentro se espera una solución práctica, aplicable, que las agencias del Estado se comprometan a cumplir bajo un esquema realista, con mecanismos de fiscalización y consecuencias claras. Porque de nada serviría acordar medidas para luego, como el cangrejo, caminar hacia atrás y permitir un nuevo descontrol, empujados por la presión empresarial.

No hay más espacio para postergaciones ni para soluciones a medias. Aprovechar este diálogo es el reto; hacerlo bien, el deber.

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