Charlie Rangel y la agenda dominicana en Washington

Flavio Darío Espinal

Charles Rangel, quien falleció días atrás a los 94 años, fue un congresista de Nueva York que adquirió ribetes legendarios por su estilo, su inteligencia, su retórica y sus habilidades políticas. La primera vez que ganó fue en las elecciones de 1970 cuando derrotó a Adam Clayton Powell, Jr., otra figura legendaria, pastor y defensor de los derechos civiles. A partir de ese momento ganó veintitrés elecciones consecutivas a la Cámara de Representantes de Estados Unidos (sus miembros se eligen cada dos años) hasta que anunció su retiro antes de las elecciones de 2017, lo que abrió el camino para que Adriano Espaillat, un nativo de Pueblo Nuevo, Santiago de los Caballeros, ocupara su lugar como representante del Distrito 13 de la ciudad de Nueva York, el cual abarca a Harlem, parte del Alto Manhattan y el Bronx.

Aunque el núcleo duro de apoyo de Rangel era la comunidad afroamericana de Harlem y el Bronx, con el paso de los años fue desarrollando fuertes vínculos con la comunidad dominicana del Alto Manhattan, la cual lo asumió como uno de los suyos. Asimismo, en la medida en que él fue ascendiendo en la escala del liderazgo demócrata en la Cámara de Representantes, se convirtió en una figura clave para la agenda dominicana en la capital norteamericana. Sus puertas siempre estuvieron abiertas a la diplomacia dominicana en Washington, al liderazgo dominicano en Estados Unidos y a los representantes del sector privado de nuestro país.

Charlie, como le llamaban sus amigos, apoyó activamente dos legislaciones que impactaron el desarrollo económico de la República Dominicana, Centroamérica y el Caribe a partir de la década de los ochenta. La primera fue la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (CBI, por sus siglas en inglés) que impulsó el presidente Ronald Reagan, la cual abrió significativamente el mercado estadounidense a nuestros países. Esta iniciativa se concretizó en la ley denominada Caribbean Basin Economic Recovery Act (CBERA), adoptada en 1984, la cual tuvo en Rangel un defensor de primer orden.

Luego de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) en 1994, Rangel ofreció un apoyo decisivo para que se adoptara lo que se llamó la «paridad textil», la cual consistió en ofrecer a República Dominicana y demás países centroamericanos y caribeños las mismas condiciones que se le otorgaron a México en cuanto a acceso al mercado de Estados Unidos de las confecciones textiles. En ese entonces, la producción textil representaba alrededor del 60% de las exportaciones dominicanas al mercado estadounidense en el esquema de zonas francas, por lo que, de no haberse logrado ese cambio legislativo, México hubiese sacado de competencia a las empresas dominicanas y centroamericanas productoras de prendas de vestir.

Para esa época, finales de la década de los noventa y principios de los dos mil, Rangel era ya una figura clave para la agenda dominicana en Washington, a quienes todos -embajadores, ministros y representantes del sector privado- recurrían en búsqueda de apoyo para los asuntos de interés para la República Dominicana. Él, a su vez, servía de puerta de acceso a otros miembros del Congreso de Estados Unidos, tanto demócratas como republicanos, habiendo ya alcanzado una posición de liderazgo en el poderoso Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes. Años más tarde se convirtió en el primer afroamericano en presidir ese comité, aunque lo hizo por poco tiempo, ya que tuvo que renunciar para atender acusaciones de violaciones éticas que se presentaron contra él, las cuales nunca llegaron a tener implicaciones penales.

En cambio, Rangel no apoyó el Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (DR-CAFTA, por sus siglas en inglés), impulsado por el presidente George W. Bush. Para poner este aspecto en contexto, hay que señalar que, si bien la República Dominicana entró en ese tratado por la valiente decisión del presidente Hipólito Mejía -de no haberlo hecho la República Dominicana hubiese perdido ventaja competitiva con respecto a los países centroamericanos-, la Administración Bush decidió incluir a nuestro país en el DR-CAFTA, luego de haberlo negociado con los países de Centroamérica, pensando que podía lograr que Charlie Rangel, por sus vínculos con la República Dominicana, lo apoyara  e hiciera que otros demócratas también lo hicieran. Al menos, así se lo expresó a este articulista el Representante de Comercio de Estados Unidos Robert B. Zoellick, quien negoció el tratado, así como también lo hizo su sustituto Rob Portman, a quien le correspondió coordinar, junto con el entonces secretario de Comercio Carlos Gutiérrez, los esfuerzos para lograr la ratificación del tratado en el Congreso de Estados Unidos.

Aunque Rangel se opuso, quince representantes demócratas, de un total de 202, votaron a favor del DR-CAFTA, lo que hizo posible que se aprobara en la Cámara de Representantes con un margen de dos votos (217 a favor, 215 en contra), mientras que en el Senado sólo diez senadores demócratas votaron a favor, suficientes para que se aprobara en dicha cámara legislativa con 54 votos a favor y 45 en contra. Dicho sea de paso, esta oposición de los demócratas al DR-CAFTA, tratado que sustituyó el esquema de acceso preferencial unilateral de nuestros países al mercado estadounidense por una relación de reciprocidad, pone de manifiesto cuán arraigado estaba en el Partido Demócrata el discurso proteccionista debido a la fuerte influencia de los grandes sindicatos en ese partido.

En aquel momento, quienes defendían el libre comercio eran los republicanos, por lo que resulta verdaderamente irónico que sean estos, encabezados por el presidente Donald Trump, quienes propicien hoy día una política proteccionista en contradicción con los tratados bilaterales y multilaterales de comercio de los que Estados Unidos forma parte, a la vez que los demócratas sean quienes defiendan el libre comercio, como se expresa en las demandas en los tribunales de los gobernadores de los Estados demócratas contra la política arancelaria de la Administración Trump. Este giro proteccionista en Estados Unidos ha hecho, vale decirlo, que nuestro país, como muchos otros, se encuentre en una posición defensiva procurando que no se nos aplique el 10 % de arancel general a pesar del superávit comercial que tiene Estados Unidos con nuestro país.

Aunque Charlie Rangel fue un miembro fundador del denominado black caucus, él siempre adoptó posiciones cautelosas al momento de emitir juicios sobre el tema haitiano en la República Dominicana. De hecho, cuando el Tribunal Constitucional emitió la sentencia 168-13, Rangel se abstuvo de criticarla y más bien adoptó un tono sorprendentemente conciliador. Lo hizo no tanto, como podría pensarse, para mantener el apoyo de sus electores dominico-americanos en un momento en que ya se percibía su declive político, sino por respeto a un país con el que desarrolló vínculos estrechos, hizo grandes amistades y tuvo muy presente durante su dilatada vida legislativa.

Diario Libre

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