China y República Dominicana: inversiones, tensiones y el nuevo mapa geopolítico

Juan Temístocles Montás

El 1 de mayo de 2018, la República Dominicana reconoció a la República Popular China como el único representante legítimo de China y rompió relaciones diplomáticas con Taiwán. El paso abría expectativas de mayor acceso al mercado chino, inversión y financiamiento. Siete años después del giro hacia China: ¿Qué pasó con la inversión y el financiamiento?

Para la República Dominicana —que ya comerciaba con China— la apertura diplomática se interpretó como una oportunidad para ampliar exportaciones y atraer inversión y financiamiento hacia sectores estratégicos (energía, transporte, etc.). Sin embargo, casi ocho años después, los anuncios no se han traducido en proyectos de gran escala en operación ni en desembolsos significativos de financiamiento concesional.

Este resultado contrasta con la trayectoria regional: desde 2005, los bancos de desarrollo de China (CDB y EximBank) han comprometido más de US$120 mil millones en préstamos a gobiernos y empresas estatales de América Latina y el Caribe. La base conjunta Inter-American Dialogue–Boston University (CLLAC) documenta esos compromisos por país y año. Entre 2005 y 2023, los préstamos chinos beneficiaron a 17 países de la región, entre los que no estaba la República Dominicana.

En materia de inversión extranjera directa (OFDI), el Monitor of Chinese OFDI in LAC 2025 muestra un flujo importante de fusiones y adquisiciones y de nuevas inversiones en la región durante 2000–2024, con fuerte concentración sectorial y por países. Entre 2019 y 2024, la inversión extranjera china en la región totalizó US$74,855 millones, destinados a fusiones y adquisiciones y a nuevas inversiones. La República Dominicana no aparece como destino de inversión extranjera china.

En comercio, el intercambio entre ambos paises creció con marcada asimetría: en 2024, China exportó a la República Dominicana US$4,629 millones e importó US$559 millones; es decir, 8.3 veces más ventas que compras, reflejando un amplio superávit a su favor. Entre 2018 y 2024, ese superávit bilateral superó los US$21,300 millones.

El único intento dominicano de lograr financiamiento chino se produjo en noviembre de 2018. Ese mes se anunció un crédito de referencia por US$600 millones de EximBank de China para mejorar la distribución eléctrica (CDEEE). No obstante, la evidencia pública no confirma desembolsos ni ejecución material del proyecto a la escala anunciada.

El factor Estados Unidos ha pesado. Washington impulsó la iniciativa Clean Network y expresó reservas sobre proveedores chinos en 5G e infraestructura crítica. En 2020 se reportó que la República Dominicana se alineó con esa iniciativa y canceló proyectos vinculados a Huawei; en 2021, sin embargo, Indotel indicó que la licitación no excluiría a ese proveedor, evidenciando una postura oscilante. Este entorno regulatorio y político limita el apetito de financiamiento e inversión chinos en sectores sensibles.

La posición de la República Dominicana contrasta con la de Jamaica y Costa Rica, países que tienen a Estados Unidos como su principal socio comercial y que, sin embargo, han accedido a importantes financiamientos chinos. Jamaica ha recibido financiamiento por más de US$1,600 millones para proyectos de desarrollo, y Costa Rica, por casi US$600 millones para obras de infraestructura vial.

En el caso de Costa Rica, uno de los préstamos, por US$395 millones, está destinado a la Ruta 32 (San José–Limón), y en el caso de Jamaica, uno de los préstamos chinos por US$425.5 millones está destinado a la autopista North–South.

La actitud del gobierno dominicano ha tenido sus costos. El país ha perdido oportunidades en infraestructura y financiamiento que otros países sí han aprovechado con China. En el caso de China, el gobierno dominicano ha demostrado una falta de autonomía diplomática, ya que la política hacia ese país está marcada más por la presión estadounidense que por una estrategia nacional de largo plazo.

El giro diplomático que la República Dominicana dio en 2018 con la República Popular China abrió puertas reales, pero, por temor a represalias de Estados Unidos, el gobierno dominicano no ha aprovechado las oportunidades que se abrieron, como sí lo hicieron otros países. Urge que nuestro país adopte una política de autonomía pragmática que, sin poner en riesgo su relación con Estados Unidos, capture selectivamente inversión y financiamiento chinos para objetivos de nuestro desarrollo.

El desafío ya no es diplomático.

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