Cientos de solicitantes de asilo acampan cerca de Seattle junto a un motel desocupado

KENT, Washington, EE.UU. 7 junio— Kabongo Kambila Ringo permanecía afuera de la tienda de campaña en la que ha estado quedándose con su esposa embarazada y comía de una charola de plástico transparente que tenía galletas de las Niñas Exploradoras derritiéndose bajo el sol de mediodía.

Era uno de aproximadamente 240 solicitantes de asilo que acampaban en un solar cubierto de hierba junto a una carretera al sur de Seattle, preguntándose si la policía cumpliría sus amenazas de arrestarlos por invasión de propiedad, y esperanzado de que, en lugar de ello, las autoridades les permitan mudarse al motel desocupado que está a un costado.

“Es muy difícil”, dijo en francés el hombre, de 29 años y procedente de Congo, a The Associated Press. “No hay suficiente para comer. Ni siquiera hay forma de que nos lavemos”.

El conjunto de tiendas de campaña cubiertas por carpas que han cubierto el terreno en Kent, un suburbio de Seattle, desde el fin de semana pasado pone de relieve la presión que enfrentan muchas comunidades — incluso algunas lejos de la frontera entre Estados Unidos y México — en un momento en que el presidente, Joe Biden, intenta restringir el asilo y neutralizar la inmigración para evitar un lastre político en las presidenciales de este otoño.

Algunas ciudades gobernadas por demócratas en el norte de Estados Unidos han recibido un enorme flujo migratorio. El gobernador de Texas, Greg Abbott, ha enviado a más de 40.000 solicitantes de asilo a Chicago, en su mayoría en autobús o avión.

En el área de Seattle ha habido menos, pero como la falta de vivienda era ya un importante reto — casi 10.000 personas duermen al aire libre cada noche en el condado King, según las autoridades —, incluso esa cantidad de recién llegados ha puesto a prueba la capacidad de la región.

Más de 2.000 solicitantes de asilo han pasado por una iglesia de los suburbios, la Metodista Unida de Riverton Park, en la cercana Tukwila, desde 2022, cuando se extendió la voz de que allí se ayudaba a la gente. La iglesia ha hecho espacio para que cientos de migrantes duerman allí cada noche y recauda dinero para ubicar a familias en moteles.

Cientos pasaron de las carpas de la iglesia a hoteles u otros alojamientos de alquiler a corto plazo cuando llegó el frío extremo en invierno. Pero cuando el dinero se acabó, llegaron los desahucios.

Ringo contó que la guerra les obligó a él y a su esposa a huir de Congo en 2022. Tomaron un barco a Brasil y luego pasaron dos años caminando hasta la frontera estadounidense en Arizona, a donde llegaron el 23 de marzo. Él fue detenido y su esposa fue trasladada a un hospital.

Un hombre que conoció cuando estaba en el centro de detención le dio la dirección de la iglesia y, cuando quedó libre, su hermano le compró un boleto de avión a Seattle, donde se reunió con su esposa, que ahora está embarazada de ocho meses, explicó.

Muchos de los que han acampado en Kent — principalmente migrantes de Congo, Angola y Venezuela — se habían alojado antes en la iglesia o fueron desalojados de moteles.

Ante la falta de otras opciones y a la espera para obtener un permiso de trabajo, levantaron un campamento en el exterior del abandonado Econo Lodge. El condado adquirió el motel de 85 habitaciones durante la pandemia del COVID-19 como alojamiento de emergencia para cuarentenas.

“Queremos presionar al condado y a la ciudad para que abran el hotel a este grupo de migrantes”, dijo Ian Greer, voluntario de una coalición de organizaciones que trabajan con migrantes que ha estado asistiendo a los solicitantes de asilo.

Según el acuerdo legal entre el condado y la ciudad, el motel solo puede utilizarse como alojamiento para cuarentenas y para otros usos aprobados por la ciudad. Las autoridades sostienen que entre sus planes inmediatos no está abrirlo a los migrantes.

“Entendemos la lógica de la petición de los solicitantes de asilo para utilizar el hotel en el corto plazo, pero la realidad de hacerlo es mucho más complicada que simplemente abrir las puertas y encender las luces”, afirmó Kristin Elia, vocera de la oficina ejecutiva del condado de King, en un comunicado enviado por correo electrónico. “Las operaciones y el capital para un refugio de emergencia, incluso a corto plazo, están fuera del alcance de los recursos disponibles en el condado”.

La policía de Kent publicó la semana pasada un aviso de desalojo de 48 horas para el campamento, alegando que los migrantes no tienen permiso para estar en una propiedad controlada por el condado. Pero cuando el plazo terminó el martes, las autoridades se retractaron, dando un respiro a los migrantes que esperan dar con una solución a largo plazo.

A finales del año pasado, el condado de King concedió una subvención de tres millones de dólares para responder a la llegada de migrantes, ayudando a alojar a más de 350 personas y familias. En abril, entregó dos millones a cuatro organizaciones sin ánimo de lucro para proporcionar alojamiento, alimentos, servicios legales y otras ayudas. Cuando algunos migrantes acamparon en un parque de Seattle el mes pasado, la ciudad trasladó a docenas de familias a moteles, donde pagará su alojamiento al menos hasta julio.

A partir del próximo mes, el gobierno estatal aportará nuevos fondos. El condado recibirá cinco millones de dólares para responder a la crisis — dinero que las autoridades siguen evaluando cómo utilizar. La Oficina de Asistencia a Refugiados e Inmigrantes del estado empezará a repartir 25 millones a ONGs y gobiernos locales para desarrollar una red estatal que ayude a los migrantes recién llegados.

La iglesia Metodista Unida de Riverton Park espera recaudar 200.000 dólares para vales de hotel al final de este mes y apunta que, teniendo en cuenta el tiempo que se tarda en revisar las propuestas de gasto, los fondos estatales podrían no llegar hasta septiembre.

Los niños corrían por la hierba el miércoles mientras el sol secaba las tiendas luego de días de intensas lluvias. Las instalaciones cuentan con cinco inodoros portátiles y dos puestos de desinfección de manos. Las carpas más grandes sirven de despensa y cocina. Los voluntarios llevan alimentos y productos de aseo. Los migrantes ajustaban las lonas y hablaban bajo los toldos.

Linda Gutiérrez explicó que se marchó de Venezuela porque no había medicamentos y su familia se “moría de hambre”. Su primer destino fue Colombia y luego se fueron a Chile. Cuando se vieron obligados a marcharse de allí, añadió, se embarcaron en la peligrosa travesía por el Tapón del Darién — la densa selva tropical, sin caminos, que separa Sudamérica de América Central — con sus hijos y nietos rumbo a Estados Unidos.

Finalmente llegaron a la iglesia Metodista Unida de Riverton Park, donde estuvieron cinco meses, apuntó. Estuvieron en un motel cercano, pero solo durante un mes.

En el campamento conoció a José Guerrero, natural de Puerto Cabello, la misma zona del oeste de Caracas en la que ella vivía. Guerrero llegó a Estados Unidos con su esposa tras dejar a sus tres hijos al cuidado de los abuelos.

“Todos los que estamos aquí llevamos meses luchando”, afirmó Guerrero. “Mi esperanza es que el alcalde, el condado, los líderes, abran ese hotel. Como puede ver, está vacío y abandonado. Entre todos podemos mantenerlo y prepararlo para vivir”.

AP

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