Código y reforma
Carmen Imbert Brugal
El tema fue acallado durante la campaña electoral. Desapareció el pendiente, la decisión de respaldar la reelección estaba por encima de un proyecto de ley que como dice el senador Genao Durán “se aprueba aquí y perime allá, se aprueba allá y perime aquí, se aprueba en los dos lados y el ejecutivo de turno lo observa…” Y de repente “para hacer patria” el Napoleón vegano reintroduce el manido proyecto. La iniciativa permite especular para descubrir el origen de la acción faltando días para concluir la legislatura y para la instauración del nuevo congreso.
Quizás los titiriteros no imaginaron el revuelo que causaría el hecho, a pesar del aburrimiento por la reiteración de dimes y diretes. Nada novedoso ni convincente, cada grupo persiste y repite argumentos. Algunos descubrieron que el proyecto es más que la inclusión de las tres causales para permitir la interrupción del embarazo y que ese fue el anzuelo para eludir gravísimos yerros en ese amasijo de penas y tipificaciones.
Las advertencias fueron desoídas durante décadas, la sensación de respaldo al contenido de la agenda impedía escuchar. Unos y otros percibían apoyos inexistentes. La cortedad se unió a la insensatez para convencer al colectivo de que el encierro permanente de los condenados es panacea para evitar el crimen. Propalan con orgullo: “casi tenemos cadena perpetua” y las gradas aplauden.
¿Acaso esto ha sido un ensayo para medir cómo será la aceptación a la reforma de la Constitución? ¿O simplemente el jefe de gobierno quiere incluir entre sus logros la promulgación de un mamotreto con nombre de Código Penal? ¿Actuó motu proprio el senador proponente o recibió las señales correspondientes? Las respuestas están entre la mano que mece la cuna, la mano maestra y tres poderes convertidos en uno. Pronto será conocido el destino del proyecto de reforma del código penal y el misterio será develado, comenzará entonces la preparación para convencernos de la necesidad de reformar la Constitución.
Mientras menos empedrado esté el camino hacia las reformas mejor. El presidente quiere ser recordado como “el reformador” y el 16 de agosto comenzará el proceso para conseguirlo. Poco a poco se despeja el trayecto. Se atisban consentimientos necesarios para convertir en realidad caprichos institucionales y aspiraciones de gloria. Sumar siempre será importante para el oficialismo, aunque tengan demasiado.
La originalidad escasea en la aspiración reformadora, son variaciones sobre temas recurrentes y persisten los errores conceptuales para validar obsesiones.
El mandatario creó “El Plan General para la Reforma y Modernización de la Administración Pública”-marzo 2021- ahora, tres años después, instaura el “Comisionado para las Reformas del Estado”- decreto 385-24-. Ineludible recordar la “Comisión Presidencial para la Reforma y Modernización del Estado” anunciada por el presidente Fernández en el discurso de toma de posesión-1996-.
“La Reforma Va” es la consigna que marca el inicio del segundo mandato. El momento favorece la imposición. La desmovilización social ayuda, además, los representantes del poder fáctico son complacientes con el mando y la oposición está desarticulada, sin fuerza en el Congreso. Ningún problema competirá con la realización del deseo presidencial.
Hoy