Cómo evitar una pandemia de gripe aviar catastrófica y previsible

Por Zeynep Tufekci

The New York Times

Columnista de opinión

Casi cinco años después de que la covid irrumpiera en nuestras vidas, lo que principalmente se interpone entre nosotros y la próxima pandemia mundial es la suerte. Y con la llegada de la temporada de gripe, esa suerte podría estar agotándose.

La gripe aviar H5N1, tras mutar entre especies, está haciendo estragos sin control entre el ganado del país, infectando aproximadamente a un tercio de los rebaños lecheros solo en California. Hasta ahora, los trabajadores agrícolas han evitado la tragedia porque el virus aún no ha desarrollado las herramientas genéticas para propagarse entre los humanos. Pero la gripe estacional aumentará mucho las posibilidades de que eso ocurra. A medida que el clima más frío nos lleva a todos al interior de nuestras casas y lugares de trabajo mal ventilados, estaremos asumiendo una apuesta extraordinaria para la cual el país no está preparado en absoluto.

Todo eso ya sería malo, pero nos enfrentamos a estas amenazas muy perjudicados por el fracaso del gobierno de Joe Biden —incluso podría decirse que por su negativa— a responder de manera adecuada a esta enfermedad o a prepararnos para los brotes víricos que puedan sobrevenir. Y Estados Unidos acaba de registrar su primer caso conocido de una cepa excepcionalmente grave de viruela símica.

Por muy malo que haya sido el gobierno de Biden en materia de prevención de pandemias, por supuesto, está a punto de ser sustituido por algo mucho peor. Robert F. Kennedy Jr., el líder elegido por Donald Trump para dirigir la enorme agencia de salud pública del país, ya ha declarado que no le dará prioridad a la investigación ni a la distribución de vacunas si nos enfrentáramos a otra pandemia. Es posible que Kennedy incluso pueda acelerar la llegada de esta con su defensa de la leche cruda, que puede portar altos niveles del virus H5N1 y se considera un posible vector para su transmisión.

Sin embargo, también es posible que todo salga bien. No siempre los virus logran adaptarse a las nuevas especies, a pesar de todas las oportunidades. Pero si se produce una pandemia de gripe aviar pronto, será una de las catástrofes más previsibles de la historia.

Las devastadoras pandemias de gripe suelen surgir porque el virus siempre está buscando una manera de entrar, cambiando de forma para saltar entre las especies de maneras cada vez más novedosas. Los virus de la gripe tienen un truco especial: si dos tipos distintos infectan al mismo huésped —como un trabajador agrícola con gripe común que también contrae el H5N1 de una vaca—, estos pueden intercambiar segmentos enteros de su ARN, creando potencialmente un virus completamente nuevo y mortal que tiene la capacidad de propagarse entre los humanos. Es probable que la pandemia de gripe de 1918, por ejemplo, empezara como un virus de gripe de origen aviar que saltó a un nuevo huésped que fue un cerdo en el este de Kansas. Es probable que, desde allí, haya infectado a su primera víctima humana antes de dar la vuelta al mundo en un viaje mortal que mató a más personas que la Primera Guerra Mundial.

Y por eso es una tragedia que el gobierno de Biden no hiciera —o no pudiera hacer— todo lo necesario para acabar con la infección del ganado lechero estadounidense cuando el brote era más pequeño y más fácil de abordar.

El invierno pasado, cuando el ganado del Panhandle de Texas empezó a enfermar, no fueron los canales de salud pública establecidos los que lo descubrieron. Fueron los esfuerzos de una sola veterinaria, Barb Petersen, que tuvo la previsión y la determinación de obtener algunas muestras y enviárselas a un amigo de la Universidad Estatal de Iowa que podía hacer pruebas de gripe aviar.

Los resultados, y lo que se ha sabido desde entonces sobre la rapidez de la propagación, deberían haber activado todas las alarmas imaginables.

Sin embargo, incluso ahora apenas se realizan pruebas rutinarias a los trabajadores agrícolas y casi no se rastrean los contactos estrechos de quienes enferman. Todavía tenemos muy poca información sobre cómo se propaga realmente el virus entre las vacas. Sus secuencias genéticas se publican muy tarde, si es que se publican, y sin el tipo de datos necesarios para comprender y rastrear el brote. Y la forma en que el virus se propaga de rebaño en rebaño deja claro que las vacas infectadas siguen siendo trasladadas en lugar de aisladas.

Un estudio reciente de 115 trabajadores agrícolas descubrió que alrededor del 7 por ciento de ellos mostraban signos de una infección reciente por H5N1 no detectada. Habían estado haciendo su vida normal —visitando mercados, iglesias, otros hogares— mientras albergaban la semilla potencial de una nueva pandemia.

El año pasado, cuando una cepa más leve de viruela símica llegó por primera vez a Estados Unidos, vimos un atisbo de lo que es una respuesta eficaz de salud pública. La Casa Blanca nombró a Robert Fenton, un experimentado administrador de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, y a Demetre Daskalakis, un alto funcionario de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), para dirigir la respuesta. Daskalakis tiene amplia experiencia en la lucha contra las enfermedades de transmisión sexual que afectan desproporcionadamente a la comunidad gay. Aunque algunos críticos de derecha se obsesionaron con sus tatuajes, ambos dirigieron una inteligente campaña de vacunación y educación, que puso fin eficazmente al brote.

Sin embargo, para el brote de H5N1 entre el ganado lechero, los CDC tienen poderes limitados. Este asunto lo conduce el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, dirigido bajo el mandato de Biden por Tom Vilsack, un antiguo pupilo del gobierno de Obama que entre esos dos cargos se dedicó a ocupar un poderoso puesto en la industria láctea. La agencia ya se había visto debilitada por los ataques a su vertiente científica durante el primer mandato de Trump. Esta vez, en un momento crítico, ha dado más valor a las ganancias a corto plazo de la poderosa industria láctea que a la salud de miles de millones de personas.

Hace solo unas semanas, se descubrió que un cerdo de una granja doméstica de Oregón tenía gripe aviar. Parece que se contagió de aves de corral enfermas de la misma granja. Los cerdos causan especial preocupación porque se considera que son recipientes de mezcla ideales para que varios virus de gripe animal se adapten y se propaguen entre los humanos. La semana pasada, se detectó el virus en una bandada de patos en una feria de animales de Hawái, el único estado en el que no se había detectado ningún caso anteriormente, probablemente transmitido por aves silvestres, que siguen propagando la enfermedad por todas partes. De los 34 individuos que habían estado expuestos en esa feria de animales de compañía, incluidos 13 que tenían síntomas respiratorios, a todos se les ofrecieron pruebas voluntarias. Cinco se negaron.

Se infectó un adolescente en Canadá, y el virus mostró algunas mutaciones clave que lo acercan a la adaptación para propagarse entre humanos. Hasta ahora, este brote ha sido mayoritariamente leve en humanos, pero históricamente ha sido mortal, y nuevas mutaciones podrían volver a hacerlo. Ese canadiense se encuentra en estado crítico, incapaz de respirar de forma independiente.

También hay un niño infectado en California de quien no se sabía que hubiera estado en contacto con ningún animal enfermo, lo que plantea la aterradora posibilidad de que se contagiara de otro ser humano. Y los niveles del virus en las aguas residuales de varios estados siguen aumentando.

Es cierto que enfrentarse a los poderosos intereses de la agricultura industrial le habría ocasionado dificultades políticas al gobierno de Biden. Tal vez incluso sea cierto que si hubiera hecho lo correcto y hubiera actuado de manera agresiva para acabar con el brote en el ganado, les podría haber costado a los demócratas la presidencia, la Cámara de Representantes y el Senado… bueno, no importa.

Solo me queda esperar que sigamos teniendo suerte. No tenemos mucho más a nuestro favor.

Bueno, sí tenemos una cosa. Biden es presidente durante otras siete semanas más o menos. No es demasiado tarde para que le haga un regalo de despedida al país. Podría empezar a tomarse estos riesgos tan en serio como debería haberlo hecho cuando se descubrieron por primera vez las infecciones del ganado. Podríamos tomarnos en serio las pruebas obligatorias a las vacas, la leche y los trabajadores agrícolas, y aislar a los rebaños infectados, como ya hacemos con las aves y los cerdos. Podríamos acelerar el desarrollo de la vacuna que ya está en marcha para las vacas, y agilizar todas las precauciones también para los humanos. Es cierto que no se obtiene el crédito adecuado y oportuno por las catástrofes evitadas. Pero la historia, con el tiempo, dará su veredicto.

The New York Times

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