Cómo Fernández Domínguez se ganó el respeto y la gloria
En febrero de 2005 sólo faltaban unos días para la conmemoración del cuarenta aniversario de la muerte en combate de Rafael Tomás Fernández Domínguez (1934) aquel funesto 19 de mayo de 1965, cuando su viuda Arlette Fernández (1937-2020), dio a la estampa, la edición definitiva de la singular, metódica y apasionante biografía Coronel Rafael Fernández Domínguez, soldado del pueblo y militar de la libertad (2da edición, Santo Domingo, CPEP, 2015, 682p.)
Con la destreza que exige la biografía, género literario que oscila entre la historia y la novela, su autora logra contarnos, sin que el amor conyugal empañara su propósito, cómo Fernández Domínguez se ganó el respeto de sus compatriotas y un lugar en el panteón de la gloria.
Han pasado 58 años de aquella trágica tarde de mayo cuando Fernández Domínguez, líder e ideólogo del movimiento cívico-militar que derrocó a Reid Cabral, fue abatido al intentar recuperar el Palacio Nacional para desde allí negociar en posición de fuerza el acuerdo de paz propuesto por las fuerzas de intervención americanas.
Se trata de una biografía que llamaría «polifónica» por las múltiples voces que intervienen. Arlette Fernández, con aire de historiadora y de experimentada escritora, no descuida las leyes que exige el género: carácter, cualidades personales, así como origen familiar y la trayectoria del biografiado; tampoco, lo más importante de una historia: ¡saber narrar, contar! Se trata de una biografía, como dije, polifónica en la que su autora recurre a excompañeros de armas, familiares, amigos y políticos cuyas versiones reconstituyen la corta existencia de Fernández Domínguez. Es en este conjunto de puntos de vista que reside la originalidad de Coronel Rafael Fernández Domínguez, soldado del pueblo y militar de la libertad.
Lo que ocurrió en Santo Domingo entre la primavera y el otoño de 1965 además de ser el acontecimiento histórico, político y social más relevante de la República Dominicana del siglo XX fue el que nos trazó el rumbo «democrático» de hoy; poco importa que el 28 de abril de ese año lo que perseguía Fernández Domínguez fuera truncado por la intervención de los Estados Unidos.
No faltan los que dicen que el coronel se inmoló aquel nefasto 19 de mayo al lanzarse a la reconquista del Palacio Nacional; que su acción era su manera de untar de pólvora su uniforme y otras conjeturas en ese tenor; en fin, que fue un suicidio.
Fernández Domínguez no era un militar común y corriente. Era carismático, inteligente, instruido y dotado de un alto don de mando y mucho sentido político. La reconquista del Palacio iba de par con estos atributos.
Arlette Fernández reproduce el testimonio del comandante Rafael —Fafa— Taveras: «La operación nos parecía necesaria porque el Palacio era el símbolo del poder y estaba en la zona bajo nuestra influencia, además del positivo impacto que tendría para la moral de nuestras fuerzas» (p.490). E igualmente, considera Taveras, fortalecería a los constitucionalistas en las negociaciones que se hacían en busca de una paz negociada e instalación de un gobierno provisional que originalmente presidiría Antonio Guzmán.
Lo singular de esta biografía que se extiende más allá de septiembre de 1965, pasando por la odisea de Fernández Domínguez para regresar a Santo Domingo y entrar por la puerta grande al panteón de la gloria y soportar sin arredro la inevitable traición de algunos de los suyos.
La actuación del general Ludovino Fernández, su padre, durante la dictadura trujillista y su inesperada muerte en 1958, tragedia que le hizo pensar que Trujillo había urdido una maquinación para que sucediera lo irreparable; aunque sufría de las tropelías de su padre durante la satrapía, sentía culpa por exacciones que no le correspondían.
Eduardo García Vásquez, procurador general a la caída de la dictadura, cuenta que Fernández Domínguez le confió: «En la gira que usted realizó para explicar el porqué de los procesos contra militares acusados de crímenes, no faltó quien levantara más de una intriga, inclusive señalando que se hacía mala mención de mi padre. Yo sé el contenido de su pensamiento y quiero que usted me guarde como amigo. […] Le pido a Dios», me dijo, «que me dé vida suficiente y salud de conciencia para con mis hechos lograr que el lado negativo en la memoria de mi padre se olvide» (p.235) [itálicas GPC]».
He releído con fruición Coronel Rafael Fernández Domínguez…, la documentada, conmovedora y cautivante biografía polifónica de Arlette Fernández que tiene la fuerza narrativa de una epopeya homérica porque aun conociendo su trágico final, su apasionante obra de estilo escueto, elegante y sencillo nos invita a la lectura.
Juan Bosch que mucho antes de consagrar su vida a la política deslumbró en lengua española como uno de los más excelentes autores de cuentos del continente hispánico, al valorar la vida de Fernández Domínguez no pudo evitar asociarlo a las epopeyas de la Antigua Grecia: «Los griegos de la edad heroica, de la edad de Pericles, decían que los amados de los dioses mueren jóvenes, y Rafael Tomás Fernández Domínguez tuvo la fortuna de morir joven como para que pudiéramos recordarlo en la flor de su vida, pero también tuvo la fortuna de tener una compañera de la cual él se sentía justamente orgulloso, que estuvo a su lado en la lucha de aquellos años…» (p.376).
Se trata de una biografía que llamaría «polifónica» por las múltiples voces que intervienen. Arlette Fernández, con aire de historiadora y de experimentada escritora, no descuida las leyes que exige el género: carácter, cualidades personales, así como origen familiar y la trayectoria del biografiado; tampoco, lo más importante de una historia: ¡saber narrar, contar! Se trata de una biografía, como dije, polifónica en la que su autora recurre a excompañeros de armas, familiares, amigos y políticos cuyas versiones reconstituyen la corta existencia de Fernández Domínguez. Es en este conjunto de puntos de vista que reside la originalidad de Coronel Rafael Fernández Domínguez, soldado del pueblo y militar de la libertad.
Fuente Diario Libre