Crisis de Haití: Un plan bien orquestado en contra de RD
Carlos R. Altuna Tezanos
Para entender la crítica situación de Haití, es obligatorio repasar la historia de ese país desde su génesis, para entender particularmente la idiosincrasia de su población, a pesar de haber logrado su independencia hace 220 años, hecho, que la convirtió en el segundo país del continente americano en logralo después de Estados Unidos de Norteamérica y la República negra más antigua del mundo, inspirada en la efervescencia de la Revolución Francesa de 1789.
Esto ocurrió mientras los aires libertarios bajo el lema de “libertad, igualdad y confraternidad” enarbolados en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, parecían un derecho exclusivo de los galos de tierra firme, debido a que sus colonias francesas de ultramar continuaron sometidas al yugo de la esclavitud y que, ante los reclamos de libertad e igualdad entre mulatos y negros libertos, esclavos y colonos criollos blancos de la colonia francesa de Saint-Domingue, y el posterior triunfo de su revolución, fue un acontecimiento que dejó profundas huella en su idiosincrasia.
Dos años después de la Revolución Francesa, la noche del 22 de agosto de 1791 se inició una insurrección a modo de tierra arrasada, quemando y destruyendo las plantaciones de café, algodón, caña e ingenios azucareros, pasando luego al asesinato de mujeres, hombres y niños blancos, que en principio fue una lucha en contra de sus amos caucásicos e inmediatamente se convirtió en un fratricidio entre esclavos, mulatos libertos y blancos criollos, que culminó con su independencia en 1804. Diferencias raciales, que dos siglos después siguen latentes en la sociedad haitiana, y que a mí entender es una de las razones de su evidente imposibilidad de cohesionar su país para transitar por los caminos de la estabilidad y la democracia.
Para aquel entonces, Haití era la colonia más rica de Francia, la cual producía dos tercios del azúcar del mundo (140 millones de libras anuales), tenía unas 789 plantaciones de algodón, 3,100 de café y unos 800 ingenios de azúcar, empleando en esas labores unos 480 mil esclavos.
En 1824, Francia reconoció la independencia de Haití, cuando ésta accedió a pagar una indemnización a los dueños de las plantaciones por los bienes y esclavos que perdieron durante la rebelión, que consistió en 150 millones de francos oro, lo que produjo una crisis económica que los haitianos arrastran hasta el día de hoy.
Estas particularidades históricas junto a otras causas que son parte de su existir, han hecho que la República de Haití continúe sujeta a regímenes de dictatoriales, empezando por su libertador Jean Jacques Dessalines que se proclamó como el emperador Jacques I; Henry Cristophe se autonombró rey Henry I y Faustin Soulouque se declaró emperador Faustino I, entre otros, hasta alcanzar la sangrienta dictadura de 30 años de los Duvalier, a quienes les sobrevienen una serie de golpes de Estados, juntas y gobiernos militares, presidentes provisionales y fallidos escarceos democráticos, hasta llegar al genocidio de Jovenel Moïse, hace menos de tres años.
Magnicidio que revive la espiral del caos, asesinatos y violencia de todo tipo a la cual su población ha estado sometida ancestralmente, sin que parezca tener fin, pero en esta ocasión, ante la mirada indolente e inacción de la ONU, OEA y la comunidad internacional, lo que hace pensar, es que todo este entramado obedece en realidad a un plan orquestado con propósitos malsanos, a costa de la República Dominicana.
Con estas históricas pinceladas, pienso que es más fácil esbozar un análisis de una crisis de un país atrapado en una eterna degradación política-social, realidad que cambia con el tris de los dedos a un pueblo sin esperanza, en donde predomina el hambre, la insalubridad, la carestía, la violencia e inseguridad, que parecen formar parte del día a día en el juego de sobrevivir, cuyo aspecto más crítico es tratar de escapar a los grupos pandilleros que imponen el terror.
Como pieza de rompecabezas, el plan en contra de nuestro país parece seguir un guion magistral, en donde todas las piezas se acotejan, lo cual es difícil de negar y así lo demuestran los acontecimientos. Yo pregunto: ¿cómo en medio de una escalada de violencia y tensión política, el primer ministro haitiano, Ariel Henry, decidió acudir a Guyana para participar en la cumbre de la Comunidad del Caribe (CARICOM) y luego viajar a Kenia para firmar un acuerdo para facilitar la misión multinacional de apoyo a la seguridad de Haití, país del cual salió y se desconocía su paradero?
Mientras esto ocurría, el poderoso líder de la federación de pandillas “G9 Fanmi e Alye”, Jimmy Chérizier alias “Barbecue” aprovechó para afianzar su poder y arreciar sus ataques, convirtiendo la capital haitiana en una zona de guerra controlando más del 80%, forzando al cierre de todo tipo de actividad. Entre sus últimas hazañas, Chérizier ha intentado asumir el control del aeropuerto internacional y del puerto, además ha atacado los cuarteles policiales y la principal cárcel de Puerto Príncipe, donde liberó unos 3,700 reclusos, en su gran mayoría pandilleros y asesinos, situación que obligó al ministro interino Patrick Boivert a declarar Estado de Emergencia para tomar medidas apropiadas a fin de recuperar el control de la situación.
Sorpresivamente, el 5 de marzo, el gobierno dominicano negaba su espacio aéreo al avión matrícula N129NS, que había despegado del aeropuerto de Teteboro, Nueva Jersey, Estados Unidos, con destino al Aeropuerto Internacional de Las Américas, trayendo al desaparecido ministro Ariel Henry, quien luego tuvo que aterrizar en el aeropuerto de Luis Muñoz Marín de San Juan, Puerto Rico, resguardado por el gobierno norteamericano, el mismo que le brindó su hospitalidad durante varios días en territorio continental, y hoy se encuentra en California, bajo la misma condición.
En este ajedrez geopolítico de intereses malsanos, aparece el CARICOM, una organización subregional de muy bajo perfil, asumiendo el rol que no han querido ejercer la ONU y OEA, y conforma un gabinete interino para facilitar las próximas elecciones en un país inmerso en el caos, mientras Ariel Henry dimite de su cargo y Barbecue hace una apresurada transición de sangriento pandillero a político preocupado por su país, desconociendo y amenazando de muerte al consejo interino.
Advirtiendo esta sucesión de eventos, es evidente que el ocaso de la nación haitiana está a la vuelta de la esquina, y por eso las diferentes legaciones diplomáticas han acelerado la salida de todo su personal e instando a sus ciudadanos a salir a como dé lugar.
Otra sorpresa que ha acelerado la suspicacia y el estado de alerta del pueblo dominicano ocurrió el pasado día 14, cuando la cadena estadounidense CNN versión español informó sobre “un puente humanitario” desde nuestro país para ayudar Haití, noticia que generó un debate público y fue desmentido rápidamente por el Canciller Roberto Álvarez, quien reiteró que no hay acuerdo entre el país y la ONU.
Superado este impasse, se destapa otro peligroso ingrediente para la nación dominicana, cuando la ONU intenta presionarnos por medio de la ACNUR y la OIM, para que el gobierno “detenga las repatriaciones” de ilegales, y de manera indirecta nos convirtiéramos en un campo de refugiados, que el propio presidente Luis Abinader calificó de inaceptables, y afirmó categóricamente durante una entrevista con el periodista británico Stephen Sackur en el programa de la BBC HARDtalk, que la “República Dominicana seguirá deportando a haitianos y no autorizará campos de refugiados en su territorio”.
Sin embargo, la ONU no hace semejantes solicitudes a otras naciones, como Jamaica, Bahamas, Canadá y Estados Unidos, quienes al igual que nosotros solo aplican rigurosamente sus leyes migratorias.
En sentido figurado, prácticamente nuestro territorio nacional –48,495 Kms2–se ha convertido paulatinamente en una especie de “campo de refugiado” donde se han asentado unos dos millones de haitianos que viven de manera legal o ilegal, beneficiándose de oportunidades de trabajo, casa, salud y educación gratuita que les corresponde legítimamente a los dominicanos, siendo parte de una contribución que nunca ha sido reconocida por Haití, ni la comunidad internacional.
La crisis de Haití encarna una amenaza a la seguridad nacional, y la República Dominicana debe estar preparada y tomar las previsiones necesarias ante una posible intervención directa de los Estados Unidos de Norteamérica en Haití, ya que una voz autorizada como la general Laura Richardson, Comandante del Comando Sur, ha dicho públicamente que en cualquier momento podrían estar como parte de “una solución internacional” a la espiral de violencia en el país caribeño.
Según mi experiencia, esta intervención sería una operación táctica tipo “Blizkrie o Relámpago”, ejecutada de manera rápida y contundente con la finalidad inicialmente de restaurar el control de Haití, para luego traspasar el mando y control a las fuerzas de Kenia y otros países, y estos continúen su misión del desarme, pacificación y estabilización para establecer las condiciones necesarias para efectuar unas elecciones libres. Sería una nueva oportunidad para que esta nación tan sufrida pueda enrumbarse por el camino de la estabilidad y progreso, buscando en su población y territorio la solución a sus problemas.
El autor es miembro fundador del Círculo Delta [email protected]
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