Cuando el mérito deja de importar
Por Zoraima Cuello
¿Para qué sirve hacer bien tu trabajo si al final no importa?
Esa es la pregunta que miles de servidores públicos se hacen tras la no ratificación de la magistrada Pilar Jiménez Ortiz. Una mujer que redujo 11,000 expedientes acumulados, celebró 7,000 audiencias, eliminó la mora judicial en su sala y fue designada Comisionada Iberoamericana de Ética Judicial. Hizo lo que debía hacer: servir con resultados. Pero no fue suficiente. Y eso nos debe preocupar a todos.
No la conozco personalmente, pero el país conoce sus resultados. Los resultados no se discuten: se reconocen. Cuando quien cumple, rinde y transforma un sistema detenido y obsoleto no es ratificado en sus funciones, el mensaje que se envía es desalentador: hacer lo correcto, con entrega, empeño y excelencia, no cuenta.
La evaluación del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) incluyó observaciones como “falta de oportunidad” o “inseguridad” en la entrevista pública. Pero nunca se cuestionó su desempeño ni su integridad. La contradicción es evidente: ¿cómo justificar una no ratificación con argumentos de forma, cuando los de fondo muestran excelencia?
Una evaluación objetiva se basa en la evidencia, la productividad y los resultados. Una subjetiva se apoya en impresiones personales y cuando los argumentos subjetivos pesan más que los hechos, el sistema judicial pierde su brújula.
Estas decisiones tienen consecuencias que van más allá del Poder Judicial. Si se aparta a una magistrada reconocida por su independencia y excelencia, se envía una señal peligrosa: los jueces comienzan a cuidarse para conservar su cargo, los servidores honestos pierden motivación y el ciudadano deja de confiar.
La madre que espera una pensión, el empresario que necesita resolver un contrato, el joven que reclama un derecho: todos pierden la fe de que serán protegidos por igual.
Cuando los méritos no se valoran, la mediocridad se instala y la impunidad se normaliza.
Juristas y exjueces han coincidido en que la decisión del CNM carece de proporcionalidad y coherencia. Reconocen en la magistrada Jiménez una profesional de rigor, carácter sereno y liderazgo ético. Su exclusión no solo desconcierta, sino que desmotiva a quienes creen en el trabajo honesto y la independencia judicial.
Su trayectoria ha sido una inspiración para las mujeres del sistema judicial: demostró que se puede llegar lejos con preparación, disciplina y resultados, sin depender de apellidos ni favoritismos. Su no ratificación es un golpe simbólico para quienes creen en la igualdad de oportunidades, lo que debilita el mensaje de meritocracia que la sociedad espera.
Defender lo correcto no es un acto político, es un acto de responsabilidad con el país. El CNM debe explicar qué pesa más: 11,000 casos resueltos o una impresión subjetiva. La transparencia no es opcional. Porque cuando la justicia se debilita desde adentro, la esperanza colectiva se apaga. Y una sociedad sin confianza en su justicia, pierde la fuerza para creer en su futuro.
Acento

