Cuando la retórica deja de ser un salvavidas
Por Luis Garcia
Durante el mensaje de rendición de cuentas a la nación correspondiente a su gestión del año 2024, con motivo de la celebración del 181 aniversario de la proclamación de la Independencia Nacional, el pasado jueves, el presidente Luis Abinader volvió a recurrir a la retórica en el propósito de dejar en el imaginario social una percepción positiva de la gestión de más de un cuatrienio.
Esta vez parece que la narrativa no llenó el cometido esperado, a juzgar por la forma de cómo los principales partidos de la oposición, el Partido de la Liberación Dominicana y la Fuerza del Pueblo, dinamitaron el contenido del discurso; mientras la pieza oratoria no encontraba el eco habitual en sectores de la opinión pública.
Luce, entonces, que la administración del Partido Revolucionario Moderno tendrá que migrar del storytelling al storydoing, es decir, teorizar menos y hacer más, si quiere terminar con adecuado aprecio popular.
Asumiéndose una marca, el presidente Abinader ha cuidado la creación de vínculos con una población que ha visto deteriorarse paulatinamente los principales servicios públicos. En ese sentido, el mandatario se ha vendido con sencillez, habla con la prensa más de lo recomendable y se erige de abanderado de la lucha anticorrupción, entre otras movidas direccionadas a la construcción de una percepción positiva.
Esta forma de hacer las cosas en la política resulta difícil de mantener más allá de un período constitucional, dada la complejidad de esta actividad: actores complejos, la dificultad de gobernar con economías deficitarias y la existencia de redes sociales que explotan situaciones que en cualquier momento pueden erosionar la percepción positiva que se haya logrado.
Y es en ese contexto que el mandatario ha iniciado un segundo mandato que apunta a que no bastarán las narraciones de storytelling, sino que tendrá que dar paso al storydoing, que no consiste en contar cosas, sino en hacerlas y hacerlas bien.
El principal desafío está en que la presente administración no cuenta con mucho margen para atender las demandas sociales de que se producirían en medio de la carencia de recursos económicos y de una campaña electoral que comienza a asomarse y que, desde el momento en que se intensifique, pondrá a la gestión en un segundo plano en la perspectiva de la gente.
Abinader necesitará de políticas de comunicación bien definidas, que contribuyan al logro de una percepción positiva de corto y mediano plazo. Hasta el momento, el Gobierno ha contado con una prensa arrodillada en sentido general, que no ha jugado con su papel crítico de contrapeso frente al poder político.
La política de comunicación debe ser efectiva, sin errores, que convenza a la población de que las autoridades están haciendo el mejor de los esfuerzos para mantener a República Dominicana en el camino de ser una de las economías más pujantes y estables de América Latina.
No debe ser un ejercicio teórico, sino real. Las políticas de comunicación gubernamental se han convertido en transversales en el quehacer cotidiano. Se definen en ellas los lineamientos para conducir las acciones de comunicación que contribuyan a fortalecer la identidad institucional y desarrollar espacios de encuentro, intercambio y participación.
En lo inmediato, la administración del presidente Abinader tiene el desafío de hacer el “crossover” del storytelling al storydoing.
La verdad es que cuando la retórica deja de ser un salvavidas, entonces se requiere de un piloto diestro y reflexivo para aterrizar correctamente el avión gubernamental.
El Día