Cuando lo humano vence lo legal
Pablo McKinney[email protected]
Seguro que ustedes lo saben, porque lo han vivido o porque alguna vez se lo contó el galeno Dr. Joan Manuel Serrat en algún bar de Las Ramblas: “Se le hinchan los pies, el cuarto mes le pesa en el vientre, a esa muchacha en flor, por donde anduvo el amor, regalando simiente”.
Por versos como ese, es por lo que, cuando una madre embarazada suplica y un bebé llora, los políticos deben callar y los abogados guardar silencio. No es casual ni cosa de los astros, que en la historia del mundo lo humano siempre haya vencido a lo legal, y el amor al dinero. Hagan memoria. Al fin, ¿Cuánto cuesta la sonrisa de una niña?
Lo humano supera siempre a lo legal. Ya dije. La mano de la ley no puede alcanzar a una mujer embarazada que, -en labor de parto-, ya ingresó a una centro hospitalario. !Ay! “Si la viese usted/ cantándose canciones de cuna/ como un cascabel que acunase un clavel en un rayo de luna”.
En cualquier parte del mundo, cuando un niño llora y una mujer entra en labor de parto a un centro hospitalario, ambos pierden su nacionalidad para convertirse en hijos del planeta, de la vida, de Dios, de Buda, o Mahoma, o sea, para convertirse en seres intocables. Lo humano supera siempre lo legal.
Nuestro país necesita urgentemente organizar la migración que recibe, pero no es por la mirada triste de un niño hambriento, ni el llanto de una madre en su desconsuelo, por donde puede comenzar -y menos terminar- cualquier acción represiva, sino por las mafias cívico/militares/empresariales que los traen, por los empleadores que impunemente los contratan, y entre todos han logrado la pesadilla y el riesgo que significa para la economía de nuestros país, depender parcialmente de una mano de obras indocumentada y por lo mismo sobreexplotada, sin Derechos ni finales, en un siglo XXI atrapado en una crisis de credibilidad en todo el mundo, la democracia liberal en malos pasos… y el populismo acecha.
Si no hay coraje político para enfrentar a mafiosos y a empleadores, tampoco debería existir cobardía para apresar a una mujer embarazada que en labor de parto ingresó a un centro hospitalario.
Cántala otra vez, Joan: “Corre lagarto/ pon otra cama en el cuarto/. A empapelarlo de azul y en agosto de parto… de parto”.