Cuatro años para una impronta de reformas
Ramón Núñez Ramírez
El hecho de que el presidente Abinader haya decidido autocolocarse más candados porque el Art. 124 de la Constitución es un límite a una segunda repostulación, sin embargo, con esa reforma el mandatario dispone de mayores grados de libertad para gobernar haciendo honor a la frase del primer ministro británico Winston Churchill: “ Un político pasa a ser un estadista cuando deja de pensar en las próximas elecciones y empieza a pensar en las próximas generaciones”.
La reforma constitucional es el estandarte del Presidente y si bien algunos expertos constitucionalistas sostienen que no era necesario modificarla para dar mayor autonomía al procurador general, que el verdadero blindaje vendría de la aplicación del referendo consultivo o de que una mayoría legislativa como la actual en un futuro podría cambiar la Carta Magna; pero el presidente aspira dejar su impronta y desde el punto de vista histórico e institucional esa reforma es preferible a la Constitución de 2015.
La principal reforma es la fiscal, porque de ella depende la sostenibilidad, reducir gradualmente el endeudamiento y contar con los recursos para invertir en un sistema de salud eficiente, seguridad ciudadana y más infraestructuras para impulsar el desarrollo. Del lado del gasto se requiere una mayor eficiencia y el control está garantizado con el cumplimiento de la Ley de Responsabilidad Fiscal (Ley 35 24).
Con la reforma fiscal el Presidente se juega su capital político porque esta debe ser progresiva, no penalizar a los pobres y sobrecargar a la clase media y ser un estimulo a la inversión privada en empresas de alto nivel tecnológico y emprendedores.
La reforma laboral es importante para garantizar la debida retribución a la productividad del trabajo, debe promover los derechos de los trabajadores sin afectar la inversión y la creación de más empleos mejor remunerados, no se puede inclinar a ninguna de las partes; debe ser fiel a constituirse en un instrumento de derechos y desarrollo.
La reforma a la Seguridad Social con los centros de atención primaria a los regímenes subsidiado y contributivo, mayores coberturas y una transformación en la parte de pensiones para evitar lo que ocurrió en Chile, uno de nuestros modelos, donde los trabajadores cuando comenzaron a retirarse lo hicieron con el 30% de su salario. Aquí es complicado por los bajos niveles de ingresos y la inestabilidad en el empleo, parece será imprescindible una pensión mínima garantizada por el Estado o un aumento de los aportes.
El listado seríia interminable y es necesario agregar leyes como el Código Penal, la modificación a la Ley de Compras y Contrataciones, la Ley de Referendo y no puede quedar la modificación a la Ley que crea la Dirección Nacional de Inteligencia algunos de cuyos contenidos representa la negación de una sociedad democrática.
Ese conjunto de reformas fracasaría si el presidente no pone candados en la frontera, aplica la ley de migración a los empleadores de mano de obra ilegal y acelera las deportaciones, pues de lo contrario ese ingreso masivo en una década deformará nuestra demografía, afectará nuestra idiosincrasia como nación y las posibilidades de desarrollo y paz social serán lastradas.
El presidente Abinader cuenta con todos los resortes del Estado y una mayoría absoluta legislativa para impulsar las principales reformas que dejen a la República, al concluir su mandato, en un país con mayor institucionalidad al que recibió en 2020.
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