Cuidémosnos de la cultura de subsidios
Guillermo Caram
El presidente Abinader mostró satisfacción al incrementar 1,200,000 receptores de subsidios, con montos aumentados, durante su discurso del 27/2; cuando lo satisfactorio hubiera sido que subsidiar fuera innecesario. El aumento sistemático de subsidios debería causar preocupaciones por sus efectos negativos. Y por el riesgo de conformar una cultura de tanto rendirles culto, cultivarlos y exaltarlos.
Fiscalmente todo aumento de gastos sobre fiscalidad deficitaria termina incrementando endeudamientos, aumentando impuestos o recurriendo a emisiones monetarias. En 2021, el Resultado Operativo Bruto del Gobierno tuvo saldo negativo de RD$81 mil millones (bancentral.gov.do.a/d/2535-sector-fiscal).
Más subsidios agravan estos resultados a menos que contemplen nuevos impuestos. Si son al margen de Reforma Fiscal, temida por el gobierno, nuevos parches incrementarían cargas a contribuyentes y agregaría complicaciones al ya complejo sistema vigente que informaliza economía hasta germinar evasión.
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Mas con impuestos injustos por tributar todos para transferirlos particularizadamente. Recurrir a emisiones monetarias conduce a devaluaciones precipitadores de inflación. Fomentar cultura de subsidios, genera dependencia estatal y desestimula interés de buscar trabajo, propiciando desempeño displicente y frenando emprendimiento de actividades autogestionables. Los subsidios estimulan corrupción y delincuencia. Sobran denuncias alrededor de sistemas montados para administrarlos. Normalmente los subsidiados nunca están satisfechos con “los chelitos” recibidos. Si se agotan o demoran sin procurar alternativa estable de ingresos, caen tentados obtenerlos por cualquier vía, incluyendo delincuencia.
Finalmente, los subsidios, consustancialmente populistas, tienden a fomentar clientelismo político perjudicial a nuestra democracia ya que el receptor tiende a comportarse como si lo recibido procede de la “generosidad” del funcionariado y de su patrimonio propio en lugar de las arcas públicas que llenamos los contribuyentes. Continuar culto y exaltación a subsidios causan estos efectos negativos, especialmente si llegan a entronizarse como parte de una cultura política ciudadana.
Una cultura que inexplicablemente continúa fomentándose desde el Gobierno ¿del CAMBIO? a pesar de haberla instituido el PLD (1996-2000) excusándose en preferencias de “pagar para no pegar”.
Cuidémosnos deteniendo esta cultura de subsidios potencialmente parasitaria hasta sentir verdadera satisfacción fomentando una economía generadora de puestos de trabajo.