De Jean Alain a Santiago Hazim
Felipe Ciprián
“Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte. La posibilidad real del hecho nos golpeó a todos…”
Cuando en octubre de 2020, con solo dos meses a la cabeza del gobierno y el país conmovido por la pandemia de Covid-19, Luis Abinader designó al Comité Político del PLD como una asociación de malhechores y a la Cámara de Cuentas como la validadora de sus robos al erario, cualquiera pudo pensar que la corrupción tendría su paredón.
Lo que pasó a continuación fue una defraudación sin precedentes.
Su ministerio público independiente, encabezado por Miriam Germán –no lo olvidemos–, tomó nota de inmediato y comenzó una cacería selectiva de dirigentes de ese partido, exfuncionarios y familiares directos del expresidente Danilo Medina.
Los ultrajó, los humilló, los engrilló y los metió a la cárcel por corruptos, inaugurando la época de los sambenitos: “Operación tal más cual”.
Esa es una forma muy conocida de despersonalizar a los perseguidos para crear una burla a individuos a los que se les debe presumir inocencia hasta que un tribunal dicte sentencia inapelable.
Es lo mismo que hacían los nazis con los hombres, mujeres y niños que apresaban por razones de etnia o procedencia, y los llevaban a sus campos de concentración.
Al llegar allí, ya no eras Frank, sino el tatuado con el número 02011087, según la serie.
Pero también lo mismo que hacía la Policía Nacional cuando salía a buscar un “delincuente” pobre porque cubió a algún oficial enllave, después de un asalto.
Ya no era su amigo Juan Arias; pasaba a ser “Quita tenis” al que se podía asesinar, no por ladrón, sino por no cumplir con su compromiso de partir –mitad a mitad– con el comandante de la zona después de que hiciera un asalto.
Y el pueblo se llenó de ilusión pensando que Abinader era una especie de Cristo que venía a romper la cultura de corrupción en la República Dominicana. Muy pronto enseñó sus credenciales.
Cárcel Las Parras
La empresa de su jefe de gabinete en la campaña –Lisandro Macarrulla hijo– (no lo confundan con su padre, el revolucionario inclaudicable del 14 de Junio) era constructora importante de la cárcel de Las Parras, levantada por disposición del procurador danilista, Jean Alain Rodríguez.
Resulta que Abinader fue proclamado ganador de las elecciones presidenciales el 5 de julio de 2020 y dos días después informó a la prensa y al país que Macarrulla sería designado ministro de la Presidencia.
Entre el 7 de julio y el 7 de agosto de 2020 –nueve días antes de Abinader asumir el poder– la empresa de Macarrulla habría recibido pagos liquidatorios de los trabajos de la cárcel por más de 1,000 millones de pesos librados por la Procuraduría de Jean Alain.
Aunque en noviembre de 2020 –un mes después de la arenga/orden de Abinader a Miriam Germán para perseguir a la oposición– fue allanado y sacado en pijamas de madrugada el exministro de Salud, doctor Freddy Hidalgo Núñez, la persecución a Jean Alain y su presentación para arresto se consumó a finales de junio de 2021.
Al final del proceso Hidalgo Núñez fue declarado inocente por el tribunal, pero carga en su memoria el abuso, humillación y el atropello gratuito que cometieron Abinader y Miriam Germán contra él y su familia.
En el caso de Jean Alain, señalado entonces como el cabecilla de un entramado mafioso en la construcción de la cárcel Las Parras, hubo cosas inexplicables.
Un día después de detener a Jean Alain, los fiscales de Miriam Germán y Abinader fueron corriendo en horas de la noche a Jarabacoa y amarraron a Miguel José de Moya, lo bajaron a la capital, lo encerraron en la cárcel, porque durante cuatro años ejecutaba un contrato de 20 millones de pesos en asesoría de comunicación e imagen.
Macarrulla, que habría recibido del mismo Jean Alain más de mil millones de pesos por el trabajo de su empresa en Las Parras en solo un mes, nunca fue invitado a la Procuraduría a declarar.
Naturalmente, era el ministro de la Presidencia de Abinader y el discurso del mandatario en octubre de 2020 indicó claramente a quién había que perseguir y Miriam Germán, fiel obediente a su patrón, era lo suficientemente inteligente como para no equivocarse.
Así fue que el gobierno de Abinader y el PRM, comenzando su gestión, marcaron la pauta: ¡Persigan al PLD –no toquen a la Fuerza del Pueblo– y a los funcionarios míos ni los miren!
Jean Alain se chupó casi dos años en la cárcel por “corrupto”, pero los potenciales corruptores mayores, en el gobierno de Abinader, solo fueron tocados por la tangente.
Eso es lo que explica el mega crimen de Senasa.
Y en eso llegó Senasa
Si gente tan próxima al presidente Abinader estaba perfectamente identificada como beneficiaria directa de la “corrupción” de Jean Alain, ¿por qué otros con más méritos como captadores de voto para el triunfo electoral no podían asaltar Senasa sin riesgo de caer presos?
Esa interrogación explica –pero jamás justifica– por qué Santiago Hazim, un connotado dirigente del PRM y de la confianza absoluta de Abinader, no tendría reparos en convertir a Senasa en un botín de corrupción para causas políticas, pero sobre todo, personales y grupales.
De aquellos polvos impunes, vinieron estos lodos infames.
La corrupción gubernamental se ha tornado en un demonio que solo cambia de bandera según el partido que logra –a papeletazos limpios sin importar la procedencia– enajenar a la podredumbre general que hoy llamamos República Dominicana.
General, sí, porque con escasas excepciones de civiles y militares, empresarios y obreros, jóvenes y mujeres, este país ha sido convertido en un lago inmundo donde solo se vierte estiércol y pereza.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!
Listín Diario

