¿De las costillas de quién sacará Abinader más dinero?

Felipe Ciprián

Cuando el país está azotado por los apagones, la carestía de la comida, las medicinas, los materiales de construcción, los alumnos dominicanos no encuentran cupo en las escuelas públicas, la violencia es incontenible, los accidentes mortales múltiples y el colapso del tránsito urbano son insoportables, el presidente Luis Abinader viene con “un viaje de reformas”.

En lugar de formar un equipo de ministros calificados por su competencia técnica y su honestidad para que afronten esa bandeja de problemas importantes en su último período, prefiere seguir patinando con sus compañeros que no resuelven nada, “pero se fajaron en la campaña” y su premio es ser ministros y directores para que cobren… y “un chin más”.

Las reformas que impulsa Abinader sirven para muchas cosas.

Mientras machistas estúpidos siguen matando a sus exparejas, la gente ve la novela de la reforma constitucional de Abinader. Y la muerte sigue “su agitado curso” sin que esa pretendida modificación tenga una respuesta.

También quedan sin responder todos los problemas cruciales del país: apagones, narcotráfico, entreguismo neocolonial, pandemia de accidentes, migración ilegal de entrada y de salida incontrolable…

Peor aun, el paquetazo de reformas “da temas” a los partidos fuera del gobierno que no tienen madera de opositores, porque se reducen a carpinteros de redes sociales, posantes de cámaras, incapaces de asumir la responsabilidad de movilizar al pueblo para defender sus derechos.

¿De qué vale hacer denuncias si los partidos fuera del poder no entran en las masas y se convierten en el esqueleto que las sostienen de pie y en marcha a la cabeza de ellas?

Lo anterior se explica porque –como he dicho antes– en esta etapa de la sociedad dominicana no hay partidos políticos, sino franquicias para arrebatar elecciones de minorías, con dinero procedente del Estado, la corrupción y el narcotráfico. ¡Con pocas honrosas excepciones!

Reforma constitucional

El 7 de agosto escribí aquí que con la reforma constitucional Abinader no pondrá ningún candado contra la relección, sino que se burlará del referendo aprobatorio para que la “llave maestra” de la mayoría mecánica gubernamental o comprada, siga cambiando las reglas de elección a conveniencia.

Con los privilegios que tienen los legisladores (sueldo, guardaespaldas, ametralladoras, exoneraciones y barrilón) es imposible que acepten reducir la matrícula de diputados como “expuso” Abinader como cebo para que ratones ciudadanos den crédito a su reforma.

Reelección indefinida

Los revisores de la Constitución, con su analfabetismo funcional a cuesta, tomarán una decisión trascendente: eliminar toda referencia a la reelección para dejarla permitida de manera indefinida como en 1966 para que Abinader pueda “seguir sacrificándose” por el país.

¡Me parece muy bien! Es lo mejor que pueden hacer los legisladores para ver si termina el jueguito ese de “coger de mojiganga” a los votantes cada cuatro años.

Un Lilís reelecto indefinidamente, en elecciones democráticas unánimes, puede ser necesario para enderezar el rumbo de este país y que rindan cuentas quienes tengan que hacerlo. Como tuvo que rendirlas el mismo Lilís.

Reforma fiscal

La pretendida reforma fiscal, eufemismo utilizado por los políticos infames para aumentar los impuestos directos e indirectos, que perjudican mayormente a la clase media y a los más pobres, es un imposible práctico en el momento actual.

¿Alguien va a convencerme de que el gobierno de Abinader, que está al servicio de los oligarcas y reparte marifinga a los pobres de forma ocasional, va a cobrar impuestos en mayor cuantía a la clase que lo sustenta y él alimenta?

No señor, eso no se hará y tampoco ellos lo van a permitir.

¿De dónde va Abinader y sus asalariados legisladores a sacar cerca de 200,000 millones de pesos a través de su reforma fiscal?

Luce imposible que eliminen las exoneraciones del pago de impuestos al turismo, porque sin ese paquete de sacrificios del Estado, el sector “más pujante” de la economía se desploma.

Tampoco harán que las zonas francas paguen impuestos, porque se van corriendo para Honduras y hasta para Haití, lo que desplomaría un sector que no crece desde hace años, pero que se mantuvo al cobrar vigor con la pandemia del Covid-19.

La minería está en el piso porque los dos proyectos más importantes (Barrick Pueblo Viejo –oro en Cotuí– y Falcondo –ferroníquel en Bonao– están constreñidos porque el gobierno no les permite su expansión productiva para hacer alardes de protección ambiental, mientras las cuencas de los ríos más importantes del país son devastados por finqueros incontrolables y un gobierno indolente.

Ironías de la vida: quienes llevan una cadena de oro en su pecho, un anillo de bodas en su dedo y viajan en autos y aviones como no lo puede hacer el campesino, se oponen a la actividad minera.

El daño de la minería no es la extracción que es remediable 90 por ciento, sino quién se queda con los dividendos de esa fabulosa fortuna.

Si un Estado que recibe el dineral que puede pagar en impuestos y regalías la minería se ocupara de mejorar la calidad de vida de gente y remediara el daño ambiental, la extracción dejaría de ser un demonio virtual.

Sólo a las loterías

Descartando que el gobierno desmonte las exenciones fiscales –no lo hará, lo juro– y que los sectores más gravados no tienen para dónde crecer, como las telecomunicaciones, Impuesto sobre la Renta, Itbis, viviendas y ganancias, el gobierno solo tiene el recurso perverso de cobrar más impuestos a las loterías.

En este país hay diariamente más de 20 loterías los siete días de la semana, mejor comunicadas que algunas universidades y que todas las escuelas.

En medio de la carestía y la ignorancia, apegarse a probar suerte en estos juegos mafiosos, es uno de los recursos a que se acoge el dominicano desesperado.

Tal vez ahí es que puede Abinader poner más impuestos a los premios, salvo que el cartel de las rifas –súper bien representado en el Congreso Nacional–, decida aguarle la fiesta.

Impuestos indirectos

La tentación y la lujuria del poder pueden persuadir a Abinader y su desmembrado equipo político a aumentar las tasas de los impuestos indirectos.

Ojalá no lo haga. La paciencia tiene un límite y este país no merece volver a vivir un abril de 1984 ni su partido PRM –porque parece que ya Hipólito Mejía no cuenta– pasar por la prueba de su padre PRD, que inició su debacle precisamente matando, hiriendo y encarcelando a sus militantes que se movilizaron en los barrios, estando su cúpula en el poder.

Dudo mucho que Abinader tenga más talento y experiencia que Salvador Jorge Blanco, porque cuando vi (a Jorge Blanco) encerrado la cárcel preventiva del ensanche La Fe, junto al mariscal Cuervo Gómez, entre otros, parecía una cobaya. Y su guapetón mariscal, también. ¡Pobrecitos!

Listín Diario

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