De Tru-man a Tru-mp

Nelson Encarnación

El 6 de agosto de 1945, un opaco sucesor del inmenso Franklin D. Roosevelt, ex tendero y luego legislador, Harry S. Truman, autorizó el lanzamiento sobre la ciudad de Hiroshima, de la primera bomba nuclear usada por el hombre, con el objetivo de lograr la rendición de Japón y poner fin a la devastación global que significó la II Guerra Mundial. A falta de la rendición japonesa, Truman ordenó disparar la segunda y última bomba, el 9 de aquel mes, cargando con el peso de ser el más atroz genocida de la historia, amarrado al hecho de que ha sido el autor de la detonación del arma más terrorífica que ha conocido el mundo hasta nuestros días.

Luego de aquella destrucción inmensa, los japoneses se rindieron de manera incondicional, pues no estaban seguros de que Estados Unidos había detonado las únicas dos bombas disponibles, aunque ya con la tecnología desarrollada, los expertos y el material, seguir su producción era una tarea sencilla.

Casi 80 años después, un presidente estadounidense de apellido fonéticamente un tanto parecidos, también políticamente gris, recurre a un expediente análogo, obviamente, sin los efectos del genocidio Truman. Parecería una extravagancia lo que decimos, pero es evidente que Trump tuvo en mente a Truman cuando autorizó el lanzamiento de varias bombas demoledoras contra intereses iraníes, bajo el supuesto de que lograría la rendición del país persa.

Sin embargo, podemos vaticinar que, muy por el contrario a lo logrado con las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, los iraníes no se detendrán en su afán de desarrollo nuclear, y a lo sumo reducirán el ritmo de su proceso, pero, al final, llegarán al objetivo. No se puede obviar en cualquier análisis la naturaleza de los iraníes, quienes como herederos de los persas tienen el empecinamiento como parte esencial de su cultura.

A partir de esa herencia es como Israel se ha topado, por primera vez en su guerrerista existencia como Estado desde 1948, a un contrincante que le ha plantado pelea de tal manera que no ha podido cantar victoria. De hecho, lo que realmente han conseguido los bombazos de Trump ha sido detener la segura derrota del país hebreo en una eventual lucha prolongada, pues si algo ha puesto en evidencia el establecimiento iraní ha sido que, desde el triunfo de la revolución liderada por el ayatola Jomeini en 1979, se ha preparado para ser una potencia militar en la región.

De no haber sido así, la caída de la República Islámica habría sucedido en cuestión de pocos días.

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