¿Debe FITUR ser una tradición nacional?
Por Juan Llado
FITUR es una de las ferias turísticas internacionales más importantes del mundo. Una representación nuestra debe siempre estar presente en ella, incluyendo tanto del sector público como del privado. Pero en los últimos años esa representación ha cobrado un extraordinario auge y ya aparenta que la romería a Madrid se ha convertido en el evento turístico de mayor proyección nacional, sobrepasando el DATE de ASONAHORES y la BTC. Un análisis pormenorizada, sin embargo, sugiere que eso no genera los colosales beneficios que la publicidad local le atribuye.
En general, las ferias turísticas son eventos donde no solo se hace promoción de un destino, sino que también son sitios donde se hacen negocios. Este año en FITUR hay 152 países representados y casi todos los grandes destinos despliegan un esfuerzo promocional con estands vistosos y atractivos, algunos espectáculos de música y baile y presentaciones de los rasgos del destino en pantallas gigantes. Los asistentes principales son operadores y otros actores del sector, pero también visitan miles de madrileños que son potenciales turistas en busca de información sobre los destinos.
La evaluación necesaria puede dividirse en dos grandes hemisferios. El primero tiene que ver con el despliegue publicitario que representan los estands, los espectáculos y las presentaciones del producto. Es cierto que algunos destinos hacen grandes inversiones en esos componentes y hasta reciben premios de los organizadores de la feria porque su despliegue se destaca. Ahora bien, si solo una tercera parte de los países representados realizan esos grandiosos despliegues se justifica preguntarnos si el impacto de los nuestros compite con los demás. Se cantan grandes loas a nuestro estand, por ejemplo, pero hay siempre docenas de otros que merecen igual o mayor atención para los asistentes al evento de todo tipo.
Nuestras autoridades turísticas anunciaron que para esta edición de FITUR tenían como prioridades la captación de inversiones y la conectividad aérea. De lo primero siempre se destaca los nuevos proyectos hoteleros que el país ha atraído y se deja la impresión de que ha sido durante la feria que esos proyectos se han captado. Nada más falso: los inversores habrán primero evaluado el mercado turistico profundamente vis-a-vis nuestro destino antes de anunciar sus intenciones de inversión aquí. Por lo cual la impresión de que ha sido en FITUR que se han captado no es más que una burda maniobra publicitaria.
En materia de conectividad aérea no se explica el nivel de prioridad asignado. Aunque siempre será deseable y bienvenida una mayor cantidad de líneas aéreas y vuelos (regulares y fletados) provenientes de diferentes países, la realidad es que el nivel de ocupación hotelera revela que no existe una crisis en el transporte turístico. Con un Aeropuerto Internacional de Punta Cana que el pasado año captó el 67% del total de turistas y una llegada de más de 500 vuelos semanales en algunos meses, se torna difícil justificar el nivel de prioridad de la conectividad aérea. Además, los famosos “acuerdos” que se anuncian con líneas aéreas no son más que contribuciones en efectivo que hace el MITUR a las líneas que aumentan sus frecuencias y/o piden recursos para promocionar al destino. Eso, por supuesto, no aumenta la conectividad aérea y los “acuerdos” no deben presentarse como conquistas fabulosas. Esos “acuerdos” no se acuerdan en la feria.
También podría cuestionarse la presencia de los principales bancos comerciales, las AFP y nuestra Bolsa de Valores en esa feria. Es poco probable que en reuniones de una hora que pudieran darse entre los interesados en un financiamiento o una inversión se podría concretar compromisos legales. Los inversionistas interesados pueden sondear a sus posibles financistas dominicanos a través de visitas presenciales al país o llamadas por Zoom u otros medios digitales. Si bien los encuentros presenciales en FITUR son positivos, no es cierto que sean indispensables para captar clientes de financiamiento. La presencia de las entidades financieras parece tener una justificación meramente publicitaria.
Las cenas de gala que estas entidades ofrecen tampoco juegan un rol mayor porque la mayoría de los asistentes a ellas son nacionales. Lo único que puede justificarse es un evento como el foro de inversión que este año ha auspiciado el BHD. Las informaciones y discusiones de este pueden inducir a potenciales inversionistas a investigar más a fondo las posibilidades de rentabilidad que ofrece el destino. El hecho de que captamos unos US$1,000 millones de inversión el pasado año será un dato sumamente crucial para inducir inversiones.
Otro gran cuestionamiento relativo a FITUR tiene que ver con la reciente práctica de llevar a decenas de periodistas nacionales al evento. Aun cuando sean los bancos privados los que paguen los gastos de esa participación, su presencia no está justificada. Esto así porque esos periodistas reportan para el público nacional a través de sus medios respectivos en nuestro país y ese público no es el blanco de la promoción turística. Si bien conviene que con el reportaje de las actividades y eventos de FITUR se contribuya a aumentar la percepción pública del rol del turismo en nuestra economía, tampoco puede aducirse que es preferible que sea allá que los periodistas se zambullan en al mundo turístico. Eso se puede lograr aquí.
La vocinglería de los reporteros y las cantaletas promocionales de las autoridades han creado un costoso hábito nacional respecto a FITUR. Parecería que los agradables fríos del invierno en Madrid, el asequible idioma del país anfitrión y el hecho de que las cadenas españolas de hotelería son mayoritarias en el país explican el auge de la romería anual a FITUR. ¿Estará justificado que el despliegue publicitario convierta la romería en una tradición anual? ¿Estaría eso contribuyendo a construir conciencia de que nuestra estrategia turística debe priorizar el mejoramiento del producto turístico? ¿Estamos frente a otro mito populista que protagoniza la clase política?
Acento