¿Debe Max Verstappen seguir en Red Bull tras la salida de Horner?

MILTON KEYNES, Reino Unido, 11 julio. — ¿Debe Max Verstappen seguir en Red Bull tras la salida de Horner?La salida de Christian Horner marca el final de una era en Red Bull Racing. Tras más de dos décadas al frente del equipo, el británico ha dejado su cargo como director del conjunto con sede en Milton Keynes, removido por la presión interna generada por las tensiones acumuladas entre diversas figuras clave de la escudería, incluido el padre del tricampeón del mundo, Jos Verstappen.

Su salida reconfigura por completo el entorno que rodea a Max Verstappen y plantea una pregunta que ya no parece descabellada: ¿le conviene al piloto neerlandés seguir vinculado a Red Bull hasta el final de su contrato en 2028?

Aunque para algunos la salida de Horner sería una garantía de que Verstappen permanecerá en el equipo, lo cierto es que la estructura que convirtió a Red Bull en una potencia de la Fórmula 1 ya no existe.

La marcha de Horner se suma a una cadena de salidas clave que han socavado las bases sobre las cuales se cimentaron los éxitos recientes del equipo. En particular, la figura de Adrian Newey, arquitecto de los monoplazas campeones tanto en la era de Sebastian Vettel como en la de Verstappen, representa una pérdida estratégica insustituible.

Newey, uno de los diseñadores más influyentes en la historia de la F1, decidió abandonar Red Bull luego de la serie de conflictos que estallaron tras la muerte de Dietrich Mateschitz, fundador de la marca.

La disputa por el control del equipo involucró a Helmut Marko, Jos Verstappen y otros miembros del entorno cercano al piloto neerlandés. Esta lucha interna desestabilizó la armonía del equipo y derivó en la salida del hombre que diseñó los monoplazas más dominantes de la última década.

Ahora, sin Newey ni Horner, el futuro técnico de Red Bull queda en manos de Pierre Waché, cuya gestión al frente del desarrollo de los modelos de 2024 y 2025 ya ha generado dudas entre analistas y dentro del paddock. Sumado a la partida de Rob Marshall, otro de los ingenieros claves que hoy impulsa a McLaren a nuevas alturas, la situación técnica de Red Bull de cara a 2026 luce comprometida.

Y es precisamente ese año, 2026, el que marca un punto de inflexión. Será entonces cuando entren en vigor las nuevas regulaciones técnicas que modificarán profundamente la arquitectura de los monoplazas y sus unidades de potencia. Red Bull, que hasta ahora ha contado con los motores Honda, afrontará este ciclo con una gran incertidumbre: la construcción de sus propios motores a través de Red Bull Powertrains en asociación con Ford.

Desarrollar una unidad de potencia competitiva desde cero es una tarea titánica. Si bien Horner, antes de su salida, logró convencer a buena parte del personal técnico de Honda para quedarse en el nuevo proyecto, no hay garantía alguna de que los motores de Red Bull estarán a la altura de Mercedes o Ferrari. La última vez que Ford estuvo en la F1 fue en 2004, y su último título mundial data de 1994 con Michael Schumacher al volante del Benetton impulsado por un motor Ford-Cosworth.

Para Verstappen, esto representa un riesgo mayúsculo. El neerlandés, que ya ha conquistado tres campeonatos y ha demostrado estar en la cúspide de su rendimiento, no puede permitirse quedar atrapado en un equipo que podría ser incapaz de competir por victorias debido a problemas de motorización o deficiencias aerodinámicas.

El entorno que hoy permanece en Red Bull ha cambiado radicalmente. Ya no está Jonathan Wheatley como director deportivo, una figura clave en la logística de carrera y en las disputas reglamentarias.

Tampoco existe la cohesión que caracterizó al equipo en su época dorada. La salida de Horner, según diversas fuentes, fue orquestada en parte para garantizar la permanencia de Verstappen, presentándola como un gesto de apertura a la reestructuración. Sin embargo, para algunos, se trató más bien de una maniobra desesperada para evitar la deserción del piloto estrella.

De hecho, el cambio en la dirección técnica y deportiva no ha traído resultados inmediatos. El rendimiento del monoplaza en la presente temporada ha sido irregular, y el segundo piloto del equipo, Sergio Pérez, ha mostrado un nivel por debajo de lo esperado, sin ofrecer apoyo estratégico ni puntos consistentes para el campeonato de constructores. Esta situación ha llevado a que incluso medios especializados comiencen a especular sobre un eventual cambio de escudería para Verstappen antes de 2028.

El legado de Horner, a pesar de las polémicas recientes, es innegable. Bajo su gestión, Red Bull pasó de ser un equipo emergente a una potencia consolidada, ganando ocho campeonatos de pilotos y seis de constructores.

Horner supo moverse con astucia en el complejo entramado político de la F1, ganándose influencia dentro de la FIA y de Liberty Media. Con su salida, el equipo pierde también esa capacidad de maniobra y negociación en los despachos, una ventaja estratégica que fue clave en numerosos episodios reglamentarios.

Además, el clima interno dentro de Red Bull ha sido calificado por múltiples fuentes como uno de los más tóxicos del paddock. La convivencia entre los distintos grupos de poder, ahora sin un líder claro, podría deteriorarse aún más. Laurent Mekies, nombrado como nuevo team principal, enfrenta la titánica tarea de recomponer una estructura profundamente fragmentada.

La asociación con Ford, aunque presenta un horizonte de independencia técnica, también implica asumir enormes riesgos. La transición desde un proveedor de motores como Honda, con amplia experiencia y fiabilidad probada, hacia un desarrollo propio en colaboración con una marca que lleva décadas fuera de la F1, requiere tiempo, inversión y capacidad técnica. Ninguno de estos elementos está garantizado a corto plazo.

Para Verstappen, que ha construido su leyenda moderna a bordo de un Red Bull dominador, la idea de ver disminuidas sus posibilidades de competir por el título puede ser insostenible. Si el monoplaza de 2026 no cumple con las expectativas, y si el nuevo motor no está a la altura, la permanencia en el equipo podría no ser una opción viable, independientemente del contrato.

Así las cosas, la continuidad de Verstappen en Red Bull se convierte en una moneda en el aire. Aunque el equipo aún ostenta prestigio y recursos, las señales de declive estructural son evidentes. La partida de Horner podría haber sido la última pieza que sostiene la fachada de un equipo que, al interior, ya no es el mismo.

El futuro de Max Verstappen dependerá de múltiples factores: el rendimiento del coche, la evolución del proyecto técnico y la capacidad del equipo para demostrar que sigue siendo competitivo en el nuevo ciclo reglamentario. Si estos elementos no se alinean, su salida podría ser cuestión de tiempo. En la Fórmula 1 moderna, la lealtad tiene un precio, y ese precio se llama victoria.

Fuente: EFE

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