Del carbón al hidrógeno
Federico Alberto Cuello
El mundo sigue usando carbón para generar 37 % de la electricidad consumida y para fabricar 70 % del acero. Adictos a la creciente eficiencia del más asequible –y contaminante– de los combustibles convencionales, será difícil descarbonizar la economía sin reemplazarlo en la energía y en la industria.
Paradójicamente, fue el propio calentamiento global que reactivó en 2021 la demanda de carbón y la de todos los convencionales, cuestionando el compromiso con la descarbonización que pretendía acelerarse en la Cumbre de Glasgow, conformándose con apenas reducirlo (“phase down”) en vez de sacarlo (“phase out”) de circulación.
¿Cómo se dará la reducción? La evidencia es clara: de los convencionales, el gas natural licuado (LNG) es el que mayor crecimiento registra.
Países como la República de Corea apuestan con firmeza al LNG. No ahora, sino desde hace años. Firmando contratos de suministro a largo plazo con EE. UU., Qatar, Australia, Omán y Malasia, cuentan con existencias confiables y estables. Así se evitan choques de precios como los observados en 2021.
A la fecha, el LNG cuesta 500 % más en los mercados spot que en enero. Sólo desde el 6 de diciembre ha subido 100 %.
Pero el objetivo de largo plazo es la descarbonización, esto es, la neutralidad en las emisiones de dióxido de carbono. Ello sólo se logrará reemplazando todos los combustibles convencionales por fuentes alternativas no contaminantes.
Precisamente es en Corea donde se vislumbra el probable escenario que podría prevalecer hacia 2050. Desde febrero 2021 rige la ley de hidrógeno, marco de políticas para la transición hacia el combustible que desde hace años promete transformar la matriz energética mundial.
Otras fuentes renovables de energía son impredecibles, pues no hay forma de controlar la duración e intensidad de la radiación solar, del viento o de las mareas.
La única solución a este problema es estabilizar los inventarios de energía renovable acumulándolos en baterías interconectadas a redes inteligentes. Las tecnologías existen y sin duda formarán parte del diario vivir a largo plazo.
Pero en Corea el hidrógeno se posiciona como la fuente renovable de energía de base que más expectativas genera para reemplazar a las convencionales.
Continuas innovaciones reducen costos y aumentan los volúmenes generados por las pilas de energía alimentadas de hidrógeno “verde”, producido a su vez por la electrólisis del agua. El único residuo es vapor de agua. Y el subproducto es el oxígeno.
Empresas como Bloom Energy ya operan pilas de energía a base de hidrógeno verde que compiten en costos con fuentes convencionales. Asociada a SK E&S, están prestos a construir su cadena de suministro mundial y así acelerar la transición del carbón al hidrógeno que reclama el Presidente Moon Jae-in y que apoyan todos los partidos.
Urge pues estabilizar los suministros de LNG con contratos de largo plazo.
Importante será siempre instalar redes inteligentes para facilitar la generación descentralizada a partir de fuentes renovables.
Pero igual urgencia tiene iniciar la transición del carbón al hidrógeno, objetivo nacional que podría muy bien eliminar en unas cuantas décadas la onerosa factura de combustibles importados.