¿Desaceleración económica coyuntural o estructural?

Ramón Núñez Ramírez

Una desaceleración económica es coyuntural cuando hay una ralentización del crecimiento por factores de corto plazo o externos al funcionamiento de la economía, mientras que una desaceleración estructural es una ralentización persistente del crecimiento económico, causada por fallos en la estructura productiva o social del país.

Una desaceleración coyuntural se puede producir por un choque externo, como la pandemia o la crisis financiera global, aumentos en los precios de las materias primas o altas tasas de interés en los EE. UU.

Cuando ocurren esos factores, la desaceleración se puede revertir con políticas fiscales y monetarias expansivas o contra cíclicas.

En el caso de una desaceleración estructural proviene del bajo nivel educativo o de innovación, insuficiente inversión en infraestructuras, déficit fiscal que limita los estímulos, poca diversificación productiva, estancamiento en la productividad de los factores e informalidad laboral elevada.

A pesar de que las autoridades del Banco Central dicen que el ingreso de divisas va aumentar este año a US$46,510 millones (incremento de 5.26%), sin embargo, al mes de julio las exportaciones de zonas francas apenas están creciendo 0.59% y en el caso de la llegada de turistas el crecimiento a julio es de 1.73%, con el dato de que los turistas provenientes de Canadá, EE. UU. y Europa han disminuido respectivamente 5.55%, 4.96% y 3.70%.

El crecimiento no es negativo gracias al incremento de los turistas dominicanos en 7.32% y los sudamericanos, especialmente argentinos y colombianos.

En el caso de la zonas francas podría ser permanente la ralentización por el arancel de 10% que no pagan las zonas francas de México; en el caso del turismo la ralentización podría ser coyuntural por la incertidumbre sobre el impacto en la inflación de los aranceles.

Uno de los principales elementos estructurales de la desaceleración es el bajo nivel de inversión pública, y es que como los ingresos totales no cubren los gastos corrientes, no hay ahorro corriente y no hay recursos suficientes para la inversión a pesar del endeudamiento.

Es notorio que en 2023 la economía dominicana creció apenas 2.2% a pesar de una política monetaria sumamente expansiva que se mantuvo a lo largo de 2024 y sin embargo a junio de este año el crecimiento acumulado es de 2.4%.

Para mantener una tasa de crecimiento en 5.0 %, el famoso crecimiento potencial, son necesarias reformas estructurales como la fiscal que racionalice el gasto corriente, garantice la sostenibilidad de la deuda y recursos para invertir como mínimo 3.8% del PIB.

También se requiere de una reforma laboral, no la que será promulgada, es imprescindible una que estimule la productividad y la creación de empleos.

La economía ya no puede depender exclusivamente de turismo, zonas francas y exportaciones nacionales que han aumentado 29.2% a junio de este año, sin embargo, sólo suman US$2,469 millones.

El país debe apostar a una educación de calidad, para mejorar el capital humano y responder a los requerimientos de la sociedad de la Cuarta Revolución Industrial, debe atraer inversión extranjera en sectores de alta tecnología, valor agregado y parte de la cadena de distribución.

Sin reformas estructurales va a ser imposible duplicar el PIB y el PIB per cápita en 2036 y mucho menos crecer al 5.0%, que sin duda ya no es el crecimiento potencial de la economía.

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