Desafíos de la inmersión en la era de la impunidad global

Juan Temístocles Montás

El mundo de hoy se encuentra inmerso en una serie de conflictos con repercusiones no sólo en las regiones afectadas, sino también a nivel global.

La guerra entre Rusia y Ucrania, la que libra Israel en Medio Oriente (En Gaza, en el Líbano), el conflicto bélico en Siria, las tensiones en el mar de China Meridional, los conflictos en África, las tensiones entre Irán e Israel (apoyados por los Estados Unidos) y conflictos de baja intensidad que se libran en América Latina representan ejemplos concretos y relevantes de lo señalado.

A los mencionados cabe agregar, entre otros, la abierta guerra comercial puesta en marcha por Estados Unidos contra China, y en algunos casos contra la Unión Europea, mediante la utilización de prácticas proteccionistas y subsidios.

La situación es de tal gravedad que el Papa Francisco la ha caracterizado como una tercera guerra mundial a pedazos que se está transformando en un “verdadero conflicto global”.

Esa gravedad también se aprecia en las palabras del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Gutérres, en la apertura de la Asamblea General del organismo, el 24 de septiembre pasado. Gutérres caracterizó el actual momento internacional como una era de impunidad al decir lo siguiente: “Vemos esta era de impunidad por doquier. En Oriente Próximo, en el corazón de Europa, en el Cuerno de África, y en otras partes. El nivel de impunidad en el mundo es políticamente indefendible y moralmente intolerable”.

Gutérres sostuvo que cada vez son más los gobiernos que transgreden el derecho internacional y pasan por encima de los instrumentos e instituciones internacionales, así como de las decisiones de los tribunales. “Estamos en un purgatorio de polarización”, afirmó Guterres, refiriéndose a los conflictos y la falta de respeto por el derecho internacional.

El concepto de la impunidad fue popularizado por el exministro de Exteriores británico David Miliband como la manifestación de la forma más brutal con uso de la fuerza militar que provoca inmenso sufrimiento a los civiles en violación del derecho internacional, de la carta de Naciones Unidas, de las decisiones de tribunales internacionales.

Los señalamientos de Guterres ponen de manifiesto que la Organización de las Naciones Unidas ha llegado a un nivel de incompetencia de tal magnitud que no tiene capacidad para abordar la impunidad de algunos gobiernos que violan la Carta de las Naciones Unidas y que entienden que pueden “invadir otro país, devastar sociedades enteras o ignorar olímpicamente el bienestar de su propia población”.

De los señalamientos anteriores queda claro que esta era de la impunidad nos ha conducido a una crisis de legitimidad de los sistemas de gobernanza global, cuya expresión más concreta es la incapacidad de la Organización de las Naciones Unidas para garantizar la paz en el mundo. Esa situación está obligando a que muchos países busquen alternativas y generen nuevos bloques de poder. Un buen ejemplo de eso es el bloque de países BRICS.

Una de las consecuencias directa de la era de la impunidad es que crea una situación de incertidumbre a nivel internacional con impactos económico, social y político global. En ese escenario se genera inseguridad y aumentan los riesgos para las empresas que operan en países con altos nivele de impunidad.

La inseguridad y los conflictos derivados de la era de la impunidad pueden interrumpir las cadenas de suministro y el comercio internacional, como ha estado ocurriendo, afectando a mercados y economías interconectadas, elevando costos e inflación.

Asimismo, la inestabilidad generada por la era de la impunidad desincentiva la inversión extranjera y afecta el crecimiento. Y no sólo esto. Sus impactos son muy negativos en términos de respeto a los derechos humanos, y provoca flujos migratorios masivos que crean presiones económicas en los países de destino y en aquellos que enfrentan la pérdida de mano de obra.

Estamos, pues, frente a una crisis del multilateralismo, y, como señalaba el Papa Francisco, “existe el riesgo de una ‘fragmentación’ (de la comunidad internacional) en clubes que sólo admiten a los Estados considerados ideológicamente afines”.

Para República Dominicana, el desafío de la inmersión en la era de la impunidad es gestionar con inteligencia la protección de sus intereses y promover con el mayor éxito posible su desarrollo.

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