Diez bombas lacrimógenas paralizan a los peledeístas
Felipe Ciprián
Cuando recientemente la Procuraduría General de la República arrestó a tres altos dirigentes peledeístas –Gonzalo Castillo, José Ramón Peralta y Donald Guerrero–, la cúpula de esa organización reaccionó denunciando persecución política y su disposición de ir a las calles a reclamar respeto.
Con la gasolina, los alimentos, la factura de electricidad, entre otros, por las nubes, la inflación tragándose el salario de los trabajadores, el gobierno quebrando la agricultura y dándoles todo el dinero del Banco Agrícola a los intermediarios importadores, los peledeístas no llamaron a luchar en las calles para defender al pueblo.
Con sus dirigentes encarcelados, la voz aguda del secretario general, Charlie Mariotti, amenazó entonces con volcar al PLD a las calles.
Las primeras acciones de rebeldía peledeísta fueron una irrupción descontrolada en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, rompiendo la cristalería de una puerta y retrocediendo de inmediato, gaseados por las bombas de humo de la Policía.
En la segunda escaramuza –cuando se les conocería medida de coerción a los presos de su partido–, los peledeístas se formaron en su Casa Nacional, se acercaron en orden al Palacio de Justicia y allí los esperó la Policía, los atacó a bombazos, retrocedieron y cuando se refugiaron en la sede peledeísta, les descargaron, abusivamente, una docena de lacrimógenas y los inmovilizaron.
Luego, a pesar de que me ocupé de pedirles en un análisis que no trataran de hacer ruido en la Cumbre Iberoamericana para no coincidir con el objetivo de grupos nazistas que habían llegado al país para incordiar a Cuba, Venezuela y Nicaragua, intentaron montar una protesta en una plaza y fueron fácilmente dispersados.
Su bautismo en la lucha de masas fue paralizado explicablemente por una docena de bombas lacrimógenas, convirtiéndose en un bocado fácil para un pelotón de policías antimotines.
Los peledeístas no tienen madera para hacerse con las calles y no se les puede pedir que lo hagan.
Trataré de explicar por qué los peledeístas no saben luchar en las calles y defender sus derechos y los de las masas.
Raíces
Conozco al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) desde que se fundó en diciembre de 1973 porque algunos de sus dirigentes eran mis amigos y estuvimos en luchas populares en otros tiempos.
Tan pronto se fundó, su líder, Juan Bosch, se encargó de perfilar su partido como una élite muy diferente al pueblo dominicano que pretendía ‘liberar’.
El interés de Bosch de negar al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y a José Francisco Peña Gómez, lo obnubiló de forma tal, que todo lo que significara pueblo, protesta, rebeldía y acción, se consideraba praxis de la chusma.
El nuevo PLD sería entonces una especie de capilla doctrinaria de jóvenes en formación política, bien presentados, altivos, estudiosos, que no acudían a discotecas, muy diferentes a quienes estaban en el Movimiento Popular Dominicano (MPD), Línea Roja, Voz Proletaria, Corecato, Grupo Plinio, entre otros, quienes vivían conectados con la masa popular y bailaban las fiestas callejeras.
El PLD era esencialmente un partido minúsculo integrado por profesores universitarios, secundarios y estudiantes.
Por años, el PLD y su líder se excluyeron de cualquier protesta popular aunque los reclamos estuvieran revestidos de la mayor legitimidad y necesidad.
Así, el pueblo dominicano se batía en reclamos y protestas cotidianas, mientras el PLD hacía sus interpretaciones desde la lejanía. Eran y por años han sido, cronistas apartados de las luchas populares, de las que no participaban nunca, porque al decir de Bosch, ‘el PLD es un partido diferente’.
Abril de 1984
Una de las protestas populares más importantes del siglo pasado fue la de tres días de manifestaciones a lo largo y ancho del país tras la Semana Santa de 1984, donde la población reaccionó indignada por los acuerdos del gobierno de Salvador Jorge Blanco (PRD) con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La batalla campal comenzó en los barrios de la zona norte de la capital el lunes 23 de abril, prosiguió con más fuerza el 24, ya en todo el territorio nacional, y culminó el día 25 ahogada en fuego y sangre por la represión gubernamental.
El saldo fue una gran destrucción de propiedades públicas, incluyendo saqueos, cerca de 300 muertos –todos civiles, incluidos militantes del PRD que se manifestaban contra su gobierno–, aproximadamente 5,000 heridos y 18,000 detenidos, la mayoría de ellos golpeados.
El PLD y sus más connotados líderes no respaldaron la lucha y orientaron a sus miembros para que no participaran, lo que marcó una distancia abismal entre el pueblo que luchaba en las calles y el partido ‘decente’.
Aunque todos los partidos sufrieron la represión –incluido el derechista Partido Reformista–, los peledeístas quedaron ajenos a ella, con la excepción de Euclides Gutiérrez Félix y Hamlet Hermann, que fueron hechos prisioneros arbitrariamente en sus casas.
Concluidos los tres días de protestas generalizadas contra las medidas que encarecían el costo de la vida y ralentizaban los servicios sociales, Bosch y demás líderes del PLD se dedicaron a ridiculizar la lucha tildándola de ‘una poblada’ sin contenido político ni social.
Entre el 24 de abril de 1984 y ese mismo día de 1985 –año preelectoral– los movimientos sociales, sindicales y campesinos impulsaron cinco huelgas generales exitosas contra la política económica del gobierno de Jorge Blanco, haciéndolo perder gran parte de su base social que finalmente prepararon su derrota en 1986.
Otra vez, Bosch y el PLD decían que no eran paros totales porque los militares y policías trabajaron reprimiendo el movimiento.
Balaguer se aprovecha
Es lógico que el repudio popular al PRD se canalizara electoralmente a favor del retorno de Joaquín Balaguer al poder porque el PLD no participó de esas batallas, los reformistas sí, y la izquierda que las encabezó y estimuló, no fue capaz de organizar una propuesta electoral madura, a pesar de que tenía una coordinación para la acción a través del Frente de la Izquierda Dominicana (FID).
Para lo que el PLD tuvo sobrado valor fue para sumarse a la campaña de odio racial contra la candidatura de Peña Gómez (PRD) en 1994 y para pactar con Balaguer luego de que Bosch y los peledeístas fueran víctimas de “un fraude colosal” del PRSC y sus aliados en 1990.
Entonces como ahora, los peledeístas hicieron su proclama de “que se vaya ya” Balaguer, y no solo no se fue, sino que volvió a imponerse en el 1994 con idénticos métodos, pero encontró la resistencia de Peña Gómez y tuvo que aceptar una reforma constitucional que redujo a solo dos años su gestión y excluirse de los comicios de 1996.
Con esas credenciales de “lucha en las calles”, es completamente comprensible que ahora el PLD proclame que sale a luchar y los paren con diez bombas lacrimógenas y una rueda de prensa donde los acusan –falsamente– de tener un plan para desestabilizar al gobierno.
Quien no conozca esta historia puede esperar que el PLD salga a luchar en las calles aunque sus líderes los atropellen.
A la cúpula del PLD la seguirán golpeando y ellos continuarán ‘luchando en las calles’ de las redes sociales, periódicos, radio y televisión. Son, ‘políticos bien’.