Ditirambos, indicios y primavera

Carmen Imbert Brugal

La celebración del primer año de gobierno trajo consigo la omnipresencia del presidente. Por doquier su imagen aparecía para recordarnos que “estamos cambiando”. Apabullante fue aquello, aunque entendible por el estreno y los logros.

De la omnipresencia, los exitosos estrategas gubernamentales pasaron a la creación del hombre único e insustituible. El manual depropaganda política que convirtió al “jefe” en ser divino parece rescatado de alguna gaveta palaciega. Con “él” todo comienza, igual que con “el vencedor de todas las tempestades”.
En la época de gobierno digital y transparencia, de cruzadas éticas y embate contra la corrupción, emerge un redentor que hace posible lo imposible, detentador de todas las virtudes, de fuerza corporal y resistencia únicas. Todo lo merece y todo se le dedica. En inauguraciones y ceremoniales, los ditirambos son tantos que tropiezan, como en “la era”. Un “padre de la patria nueva” con pantalones ajustados. Y no es aire pasajero, completa la lisonja una propuesta hecha por un antiguo opositor hoy importante ministro.

Reafirmó en una entrevista algo que muchos proclaman en la intimidad imposible del bar y en la reunión de cofrades. Conocedor del páramo ideológico criollo y de la obsecuencia, cuando se detenta poder, repite la sugerencia con convicción y certeza de su invulnerabilidad. Sabe que puede hacerlo, ninguna descalificación amerita negar un día lo denunciado antes. La veleidad política no es reprobada, acarrea beneficios y las ofensas y disgustos políticos los ministerios las curan. El creador de “la tercera opción” y de los regaños a unos y otros, cuando se refiere a la reelección del presidente, dice: “no creo que hay que hacer elecciones, sencillamente se le entrega el certificado”. La afirmación está presidida siempre de loas personalistas al jefe de gobierno, más cerca de un iluminado que de un mandatario del siglo XXI. En temporada de legiferar y de populismo punitivo, de condenas en la calle y desprestigio en la plaza, de uniformidad de pensamiento y criticidad ausente, tiene sus ventajas la propuesta. Los motivos a favor son incontables, sobre todo para la isla con ficción de paraíso, más que soñado perdido. Sería una confirmación de la gestión presidencial sin elecciones, con respaldo mediático y con el aval de sondeos y encuestas- bots omitidos por la desmesura-. El ahorro de fondos públicos permitiría continuar la magna obra de gobierno y si sufre alguito la institucionalidad, poco importa, al fin y al cabo, el resultado del 2024 está presentido y negociado.

El ministro que antes decía que “todos son iguales y han gobernado igual en los últimos 20 años”, ha descubierto en el jefe de estado el hombre necesario, un ser especial y único, imprescindible para la estabilidad de la nación. Pronto la iniciativa sumará adeptos.

A pesar de la sequía y sus consecuencias, del fuego que pretende convertir en desérticas ubérrimas tierras, asoma la primavera. Aquí es sutil la distinción entre las estaciones, empero, algunos indicios ayudan a percibir los cambios. En el quehacer político, las señales no auguran diferencias, quizás se descubran después de la prorrogación de mando.

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